lunes, 31 de agosto de 2020

LOS ASESINATOS COLECTIVOS EN COLOMBIA

 


El marco racional de los derechos inscritos en la constitución y los códigos, define al tenor de ley, el modelo de estado, las conductas y las normas que rigen a una sociedad, en un convenio inscrito en la constitución nacional, que es la ley de leyes, el acuerdo general de la sociedad, entre gobernados y gobernantes, en un modelo estado que para la mayoría de naciones de occidente es la democracia liberal, que se apoya en el multilateralismo. El lenguaje, la definición de los términos en el derecho constitucional y en la ley es de suma importancia.  En el derecho penal, por ejemplo, la tipicidad es define las conductas punibles, las precisa de manera perfecta y le genera consecuencias, son ejes de control social. Es el derecho como categoría de mediación social entre facticidad y validez. Empiezo por recordar que tan solo en este mes van 47 masacres en Colombia.

Hablar de asesinatos colectivos, debe saberlo muy claro el presidente y no de masacres, de antemano supone diferencias muy grandes, lo sabe un estudiante de primer año de derecho, el presidente colombiano, siempre manejado por su partido, quiere esquivar las responsabilidades como gobierno y por ende del estado por omisión en todos estos oprobiosos sucesos de asesinatos y masacres, lo que es peor, a darle al grave un tratamiento de tercera, cuando vamos en solo un mes a llegar a  50 personas asesinadas en circunstancias especiales. Nadie en este gobierno se ha leído con juicio el acuerdo de la FARC, 310 paginas, hay que estudiarlo, así sea para estar en descuerdo, donde se generan los protocolos, los enrutamientos, las reformas sociales, los mecanismos de sustitución y la prospectiva de la nación para los próximos diez años, sobre todo para estas vastas zonas que fueron las que dejó la FARC. Este acuerdo es ley de la república, tiene mecanismo de aplicación y financiación propios y requiere solo de la voluntad política para hacerlo, pero esta no se visualiza por ningún lado. Tiene salidas en falso, para esquilmar sus responsabilidades, está pasando lo mismo que cuando el centro democrático, hace muy poco propuso “El estado de opinión” con perversas intenciones, mecanismo para acabar con los contrapesos de la democracia e imponer una dictadura, con una sutiliza enfermiza que parte de conceptos que rompen con ejes sustanciales del estado. No son simples conceptos, como nos lo quieren hacer saber, va mucho más allá de la mera definición semántica sin sentido alguno, no es tan ingenuo como lo indican. En un texto de Habermas habla de dos ejes vitales en materia de derechos para la democracia liberal, el principio del discurso y las formas del discurso, ósea la forma jurídica de las normas. El primero se refiere al articulado que habrían de reconocerse sujetos jurídicos que quieren regular legítimamente su convivencia por el derecho positivo. la segunda se trata de norma en las que se prescinde de la capacidad del destinatario de ligar el discurso por propia voluntad; que se refiere a asuntos bien tipificados y que, por tanto, representan en su manera violenta una abstracción frente a la complejidad del mundo de la vida.

El gobierno quiere eliminar el término “Conflicto Armado” por esa vía desconoce gran parte de nuestra historia y las responsabilidades del gobierno después de los acuerdos de la Habana, no es nada ingenua la propuesta realizada, representa el desconocimiento de la historia que, paradójicamente está sobre estudiada en más de quinientas publicaciones escritas por grandes tratadistas y la academia.

Estamos frente a una derecha que no da tregua, el deseo de un estado fascista, que empieza por configurar los cambios desde la semántica, responde a una idea del estado precisa, la que construye su propia historia de acuerdo a conveniencias ideológicas.

Habermas categoriza como se afirma de manera eficaz estos acuerdos y simbolización de la vida: “Como una forma de diálogo político, de comunicación constructora de convivencia y consenso. Establece que las sociedades postmodernas solo podrán conjugar la diversidad y la tolerancia, mitigar las disparidades generadas por los mecanismos del mercado, superar la anomia (ausencia de ley) y soledad fruto de las nuevas formas de vida familiar y el envejecimiento, mediante la plena incorporación de formas efectivas, amplias y consensuadas de diálogo, comunicación y participación consciente en la vida política y social”. Es el sistema de derecho contenido en la ley, donde las palabras son de suma importancia y delimitan los derechos y acciones, además la relación del estado con el ciudadano, la gobernanza. Cada palabra tiene un peso específico. Los penalistas saben lo importante de esto, el código penal es el mejor ejemplo.

Más allá de estas consideraciones jurídicas es vital responderle al país, la pregunta es: Cómo vamos a salir de esta situación tan difícil, que compromete al gobierno directamente, que ha sido fatal para la juventud y para la sociedad en estas zonas vulnerables. Para una sociedad, sentir que el estado no ha perdido el control, que el mismo es la suprema expresión de la sociedad y del acuerdo contemplado en la constitución nacional, resulta necesario para sentir que tenemos futuro, que saldremos adelante después de 50 años de conflicto que se traduce en asesinatos a granel e inestabilidad social. Todos los días nos levantamos con noticias de sangre, con el asesinato de líderes sociales y no pasa nada.




 

martes, 25 de agosto de 2020

LATINOAMERICANISMO PARA EL SIGLO XXI

 

Si el latino americanismo recupera las lógicas de la diversidad ideológica y, se abre a la discusión de los problemas del siglo XXI, puede convertirse en una verdadera tribuna de deliberación democrática.

           

Gisela Kozak Rovero

Es escritora. Por veinticinco años fue profesora de la Universidad Central de Venezuela. Su libro más reciente como autora, editora y compiladora (junto con Armando Chaguaceda) es La izquierda como autoritarismo en el siglo XXI (Buenos Aires: CADAL, Universidad de Guanajuato, Universidad Central de Venezuela, 2019). Reside en Ciudad de México.

En los primeros años de este siglo, Jorge Volpi lanzó una idea provocadora, sobre todo para el latino americanismo académico cuyo centro neurálgico reside en Estados Unidos: “La literatura latinoamericana ya no existe”

 

1.-  Volpi se refería a que una vez superada la etapa del boom como gran literatura emergente en los años sesenta, las condiciones de creación, producción editorial y recepción de la literatura de cada nación del continente han dificultado el conocimiento y el impacto de los escritores que no pasen por la alcabala de la edición española. De hecho, y en esto no se equivocó, las influencias y proyectos estéticos de escritores y escritoras trascienden y desbordan el marco de las literaturas nacionales o de la literatura en términos regionales. Así, Volpi tomaba distancia del modelo de los grandes del boom, quienes construían sus figuras autorales desde su condición de latinoamericanos y le otorgaban a la narrativa el rol de expresar una visión continental. Después de ellos, tal cosa dejó de ocurrir, por lo menos con el éxito de Fuentes, Vargas Llosa, Cortázar o García Márquez, convertidos velozmente en canon.

En 2013 asistí al congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) en Washington, una reunión multitudinaria de latinoamericanistas de diversas disciplinas entre quienes estaba la prestigiosa crítica Jean Franco. Al final de un panel en el que participó, Franco manifestó su desacuerdo con Volpi. ¿Acaso se podía inferir de las afirmaciones de este escritor que América Latina no es más que un conjunto de naciones con dinámicas diferentes? ¿Cuál es entonces el sentido del latinoamericanismo? ¿Se puede sostener como área de estudios? ¿O se trata solo de un proyecto político, social y cultural de izquierda decolonial, postmarxista y postmoderna, asunto al que me referí en un artículo anterior?

 

Por supuesto que no. Si el latinoamericanismo recupera lógicas que le abrieron paso en el pasado, como la diversidad ideológica, y se abre al siglo XXI, puede convertirse en una verdadera tribuna de deliberación democrática. Ya no se trata tanto de partir de ideales del pasado expresados por políticos, militares e intelectuales del siglo XIX y XX, como de sopesar opciones de trabajo conjunto ante el futuro. Los problemas ambientales no pueden resolverse sin grandes acuerdos internacionales, los cuales implican la ciencia y la tecnología en lugar de la idealización de un pasado ancestral no europeo irrecuperable. Igualmente estamos enfrentando la cuarta revolución orientada por la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la explosión y recombinación de géneros artísticos y la biotecnología. Nos amenazan los populismos de izquierda y derecha, regresivos y autoritarios, que responden al agotamiento de la democracia liberal en cuanto narrativa movilizadora. Los éxitos de esta en salud, educación, equidad de género e inclusión de la población LGBTIQ pueden comprobarse y compararse con los de los países autoritarios, pero es débil frente a los desafíos que enfrenta. Ahora bien, no pareciera sensato pensar que la política identitaria, una revolución socialista o la simple restauración del Estado de bienestar, construido a la medida de la segunda revolución industrial entre el siglo XIX y XX, resolverán la falta de empleo, la precariedad, la pobreza estructural y la exclusión de cualquier naturaleza. Los debates de las llamadas convencionalmente ciencias sociales y humanidades deben mirar con ojo realista y no militante problemas tan acuciantes en un marco regional.

 

Ciertamente hay que revisar nuestros cánones, lecturas y presupuestos; es innegable, por ejemplo, que lo que hemos llamado desde hace siglos “humanismo” está bajo interrogación y asedio, pero dejarlo a un lado no es suficiente para que emerja lo nuevo.

 

En el caso de los temas que conozco, como la literatura, la crítica y las políticas culturales –además del feminismo y de los estudios sobre lesbianismo y representación–, se enfrentan asuntos urgentes. El primero se relaciona con dar entrada a visiones de todos los sectores políticos dispuestos a debatir desde el conocimiento y no desde la pura implicación ideológica. Hablar, por ejemplo, de “globalización neoliberal” no pasa de una generalización que no responde a la variedad de la región. No es cierto que la globalización actúa en todos los países de la misma manera; por ejemplo, Venezuela vive una situación muy diferente a Uruguay, México o Costa Rica.

 

Otro tema clave es qué significa en el siglo XXI la libertad de expresión, creación y pensamiento; la apertura a registros culturales tan diversos que incluyen desde performances hasta artes plásticas, pasando por la música, los audiovisuales y por las literaturas emergentes y periféricas, amplía nuestras opciones. No obstante, tal riqueza requiere de abordajes críticos que trascienden la definición ideológica y abre espacio a pensar en los límites de la apropiación cultural en una época de sensibilidades muy despiertas respecto al tema de la representación. Me parece fascinante, por ejemplo, cómo las representaciones de las relaciones sexoafectivas entre mujeres se han multiplicado, pero medirlas solamente con el rasero de la corrección política olvida el funcionamiento de la cultura en tanto complejidad irreductible a la pura dominación patriarcal y heteronormativa.

 

Asimismo, la lectura del pasado en términos exclusivos de una acumulación de pecados políticos es anacrónica y antihistórica. Sin ese pasado no existirían las llamadas ciencias sociales y humanidades, por no hablar de la literatura y el arte. Otro punto nodal es el de la existencia de las redes sociales, que propician nuevas formas de recepción y vinculación cultural, por no hablar de las plataformas de contenido, la digitalización en masa de las más diversas manifestaciones simbólicas y, desde luego, la piratería, todo lo cual ha abierto lugares a lenguajes estéticos híbridos y a canales distintos de circulación. En el caso concreto del mundo de la escritura literaria, el profesorado, la crítica y el público lector disponen del libro impreso y digital en librerías, plataformas de venta por internet y plataformas de lectura que funcionan como inmensas bibliotecas digitales. La maravillosa presencia de mujeres narradoras hispanoamericanas –que se reconocen entre sí, por cierto–se relaciona con que la tecnología permite superar barreras editoriales como las que señaló, con justicia, Jorge Volpi.

 

Tanta variedad requiere ojo y curaduría, como se llama hoy escoger entre el mar de materiales disponibles en el mundo digital y el mundo físico; es decir, requiere de crítica y de una mirada múltiple y abarcante. Temas como la raza, el género, la orientación sexual y la clase forman ciertamente parte del amplio abanico de la vida política, social y cultural actual, pero el análisis de su entramado con las prácticas simbólicas no se resuelve con la alabanza, la denuncia o la abierta censura. El marco regional del latinoamericanismo posibilita la polifonía crítica necesaria para el mundo que vivimos, siempre y cuando la ceguera ideológica y la pobreza metodológica no se impongan como el catecismo de un culto compartido en tantas facultades de ciencias sociales y humanidades del hemisferio.

sábado, 8 de agosto de 2020

EL CHISTE Y SU RELACIÓN CON LA PANDEMIA

 


En tiempos de encierro, no hay más salida, que ampliar las alternativas de lectura. Me pareció curioso y diferente este artículo que recomiendo a mis escasos lectores.

CESAR HERNANDO BUSTAMANTE

 

Las familias han encontrado en las redes una alternativa para reírse de su mismo encierro.

Armando Silva

Por: Armando Silva 08 de agosto 2020 , 12:52 a.m.

La risa no es tan sencilla como parece. Reír es una de las facultades humanas más profundas, junto con el pensar y el placer. Desde los inicios de la filosofía, la felicidad ha sido una preocupación. Aristóteles enseñó que el hombre es el único animal que ríe, y recomendaba reír. Galeno, el padre de la medicina, consideró la risa como remedio que hoy se usa hasta en las clínicas, como en el bello filme de Robin Williams ‘Patch Adams’, que con nariz de payaso hacía reír a los niños desahuciados. Pero Juan Crisóstomo, en el siglo IV, escribió en contra y puso el mejor ejemplo que iba a retomarse en el Medioevo: “Cristo nunca ha reído”, ¿quizá porque reír es de los humanos?


Luego de la obra de Freud sobre las relaciones con lo inconsciente, sabemos cómo la risa es descarga psíquica y que no solo aparece en el bienestar, sino en situaciones límites, de peligro, rabia o venganza. Alguien puede carcajear si un presidente que se burlaba de la pandemia aparece en un noticiero con un tapabocas y confiesa su covid-19. Pero el humor tiene su medida, pues un mal chiste se devuelve contra su autor. También exige creatividad y oportunidad, como lo hacen los célebres caricaturistas que viven del día, aunque sus ingenios en Colombia se han visto muy mermados en varios de los grandes medios, pues se han dedicado a reproducir todos los días el mismo chiste de un “presidente eterno”. Al contrario, durante la pandemia las redes gozan de mejor salud.

 

El encierro, ciertamente, se ha convertido en una fábrica de humor. Circulan bromas de gran finura crítica: cuando la alcaldesa de Bogotá decretó el encierro de los de sobrepeso, enseguida llegó la respuesta ciudadana a la ridiculez de la norma: “Nos encerraron 5 meses para luego prohibirles la salida a los gordos: fue un plan perfecto”; del mismo corte circula uno de coyuntura: “Tengo dolor de patria... cómo así que dejan de transmitir ‘El Chavo’ y ‘El Chapulín’ ”. Menos patético que los revolucionarios de las canas es un cartel en el que un anciano profesor, concentrado en una pantalla, se pregunta: “¿Dónde diablos están mis alumnos?” y recibe aclaración de su esposa: “¡Augusto, ese es el microondas!”.

 

Las familias han descubierto las redes para trabajar y comunicarse con sus seres queridos, también para reírse de su mismo encierro. La ironía es la gran figura que contagia, como corresponde al sentido público del chiste, hace reír en complicidad y cadena con los otros que nos siguen.

 

ARMANDO SILVA

ciudadesimaginadas@gmail.com