domingo, 17 de febrero de 2019

POR QUÉ LEER O NO LEER A BYUNG-CHUL HAN?



Solo quiero que mis lectores lean este excelente artículo tomado de la Revista Ñ del periodico" El Clarin" de Buenos Aires.
CAROLINA KEVE
Filosofía. Un grupo de investigadores cuestiona al pensador coreano que, por moda o curiosidad, es muy influyente en el pensamiento local.
¿Por qué amamos tanto a Byung-Chul Han? Aunque suene trivial, la pregunta parece repetirse como un apotegma cada vez que se encara la figura de este pensador surcoreano, devenido en uno de los filósofos más leídos del mundo contemporáneo. Tan solo un video con una entrevista en 2018 (en el sitio de El País) tuvo más de medio millón de reproducciones en los dos primeros días y fue el contenido más visto del sitio durante 30 horas.
Pero, ¿por qué? ¿Es acaso por esa sintaxis concreta que amalgama conceptos en oraciones cortas y libros que no superan las 150 páginas? ¿Será esa sensibilidad para cifrar el pulso de una subjetividad posliberal donde la política se diluye en una singularidad que todo lo trasciende, o como él mismo describe en La expulsión de lo distinto, un régimen donde “el yo como empresario de sí mismo se produce, se representa y se ofrece como mercancía”?.
La efectividad de la ecuación, sin embargo, también abre algunas dudas y sospechas sobre las contradicciones que subyacen en la superficie de sus afirmaciones y en esa arquitectura de la resignación que parece quedar presa del absolutismo del presente. Tal es la premisa desde la que parte ¿Por qué (no) leer a Byung-Chul Han? (UBU Ediciones), una compilación que cuestiona al autor de Psicopolítica y La sociedad de la transparencia, que se propone nada más y nada menos que deconstruir “la operación Han”: desde el problema que para María Cristina Ruiz del Ferrier plantea el deseo por fijar en una definición sobre el poder su imposibilidad ontológica, ahogando entonces la productividad del concepto, hasta las trampas que de acuerdo a Luciana Espinosa supone la idea de la melancolía como instancia para superar la desaparición de la experiencia erótica frente a una mismidad omnipresente, o bien lo que Senda Sferco, recuperando el término de Bauman, denomina como la “gramática líquida”, es decir una narrativa que se ajusta a ese habitus postindustrial imposible se ser objetivado en una identidad determinada.
¿Dónde queda el sujeto entonces? La pregunta, explicitada por María Beatriz Greco, vuelve a sonar a lo largo del libro, casi obligadamente frente a una conceptualización donde lo digital y lo semiológico asoman como pliegues de un dispositivo sin fisuras, en el que el capitalismo se capilariza borrando todo espacio de resistencia y donde la singularidad aparece anulando toda posibilidad instituyente. Es de esta forma que, afirma Ana Paula Penchaszadeh, se construye “una dialéctica cerrada, donde el diagnóstico positivo es sentencia y no hay lugar para el ‘entre’, la paradoja, los callejones sin salida”.

Desde este modo, se recupera la obra de Han con una mirada compleja, que incluso bordea aquellas zonas más grises de su desarrollo teórico como la lectura que hace de Carl Schmitt, pero cuyo valor sobre todo radica en recordarnos no caer en la tentación de reducir la crítica a su narrativa sencilla y eficacia (como suele pasar cuando la filosofía se apropia de otros lenguajes, acaso cuántas veces Slavoj Žižek se ha tenido que enfrentar a estos argumentos)… O, en otras palabras y retomando la astucia del título, la cosa no pasa por pensar por qué leemos tanto a Han sino por qué no debemos leerlo. Es en esa tensión tal vez donde está la estrategia para acercarnos a un pensamiento cuya inquietud, pese a todos sus defectos, lo vuelven tan pertinente como necesario.




No hay comentarios:

Publicar un comentario