jueves, 22 de noviembre de 2018

EL ÚLTIMO ADIÓS A FERNANDO DEL PASO: EL FINAL DE UN IMPERIO





Fernando Del Paso fue uno de los grandes escritores de México, “Noticias del imperio” es su mejor novela, de una vigencia absoluta. Su lectura nos hizo tener una visión histórica sobre su país, desde la conquista hasta nuestros días, constituye el ADN de una nación que aún busca su identidad, elucidar su pasado, desde una estética alucinante y con una prosa avasallante fue su propósito. Fue un escritor amigo de Colombia y quien tuvo una amistad entrañable con Gabriel García Márquez, de quien escribió uno de los mejores ensayos sobre su obra. Este artículo tomado del periódico “El Tiempo” de Colombia lo presenta en su verdadera dimensión y con mucha lucidez recuerda su gran legado. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE

Por: Juan Camilo Rincón y Natalia Matallana Restrepo  19 de noviembre 2018 , 02:16 Pm.

Vale la pena recordar su legado intelectual y literario y su especial cariño por Colombia.

México es el país latinoamericano que en más ocasiones se ha hecho acreedor al Premio Miguel de Cervantes: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Fernando del Paso fueron reconocidos con el galardón literario más importante de la lengua española. Se trata del gran ejército de los seis; la tropa que estructuró buena parte de la literatura latinoamericana del siglo XX, con una P en su línea frontal a la que Fuentes, con su apellido, llevó la contraria.
Este año también perdimos a Pitol y ahora, tras el fallecimiento del insurrecto Fernando del Paso, el 14 de noviembre pasado en Guadalajara (México), nos acercamos al final de una generación y de un momento cultural que nos dieron, a través de sus palabras, nuevas formas de vernos y pensarnos.

De ellos, hoy solo sobrevive una mujer de letras poderosas y fecundas, mientras nos vamos volviendo testigos del ocaso de ese gran imperio de las letras, ese que hizo la perfecta transición desde el boom para ofrecernos otros modos de literatura.
“¡Qué tristeza la muerte de Fernando del Paso, quien seguirá siendo uno de los más grandes novelistas mexicanos!”, expresó Elena Poniatowska, su gran amiga, por quien no solo sentía un gran cariño sino una inmensa admiración.
Jorge Volpi, digno heredero de la obra del creador de ‘Palinuro de México’, se refirió a él como “uno de los más grandes narradores de nuestro tiempo”, cuyas obras maestras son “portentosos universos verbales que seguirán confrontándonos”.
Para el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, también ganador del Premio Cervantes, fue “uno de los grandes clásicos de la lengua española, quien llegó en cada una de sus obras hasta el fondo de las palabras”.
La autora y periodista mexicana Mónica Lavín se refirió así a la obra de su coterráneo: “Sin ‘Noticias del Imperio’ no tendríamos luces para comprender la tragedia del breve imperio de Maximiliano en México ni nuestra raíz liberal con Juárez. Sin la obra de Fernando del Paso, Carlota no nos resonaría en primera persona desde el Castillo de Chapultepec, tan deseosa del amor de Maximiliano, tan dispuesta a defenderlo hasta el final. Con ‘Noticias del Imperio’ tuvimos renovados ojos para ver a México a través de ellos, los extranjeros, que se llenaron de asombro, y de los que los consideraron intrusos por ser producto del deseo de los conservadores. Sin ‘Noticias del Imperio’ comprender México hoy sería imposible”.





Obra delirante

Carmen Villoro, poeta y narradora mexicana encargada de la Cátedra Fernando del Paso en la Universidad de Guadalajara y hermana de Juan Villoro, considera al autor de ‘José Trigo’ “el escritor más sólido e importante de los últimos tiempos”.

La autora de ‘Obra negra’ estuvo muy cerca de Del Paso y su familia, sobre todo en los últimos diez años. Señala que sus obras fueron monumentales y de un riquísimo manejo del lenguaje, influyendo de manera significativa en su proceso creativo, pues el poder de la escritura del cervantino radica en su capacidad de inspirar pasión por el lenguaje, invitando a dejar a un lado el temor a los riesgos.

“Me contagió esta tonalidad, un tanto delirante, que explora las imágenes, muy atrevida y que no se detiene en el sentido común. Creo que esta es una gran virtud de la literatura de Fernando del Paso, que lo contagia, que es atreverse a seguir el flujo natural del pensamiento y la imaginación, permitiendo que se desborden. Creo que esto, combinado con un rigor en el dominio de la gramática, más precisa y ortodoxa, es una composición excelente como para atreverse a seguir jugando; es algo que a todos nos atrapa de su literatura y ojalá, en alguna medida, se cuelgue en el trabajo de los que estamos intentándolo”, afirma Villoro.

También recuerda que a Del Paso le gustaba discutir sobre los autores que consideraba debían ser incluidos en la colección de narrativa que él dirigía para la Universidad de Guadalajara. Hacía énfasis en que los jóvenes debían leer los clásicos, pero también le apostaba al tipo de historias que rompían esquemas: “Insistía en llevarlos a la literatura universal, porque él era un hombre universal. Le importaba mucho que las propuestas literarias fueran revolucionarias, vanguardistas, distintas, atrevidas, incluso temerarias”.

Una catedral verbal
Fernando del Paso sentía una gran admiración por la obra del escritor Antonio Ortuño, narrador y periodista nacido en Guadalajara, finalista en 2007 del Premio Herralde de Novela con su libro ‘Recursos humanos’ y cuya primera novela, ‘El buscador de cabezas’, fue seleccionada por el diario Reforma como el mejor libro debut de 2006.
Para esta nueva pluma mexicana, ‘José Trigo’ y ‘Palinuro de México’ fueron apuestas radicales por una literatura exuberante; afirma además que ‘Noticias del Imperio’ revitalizó la novela histórica en nuestro idioma: “Del Paso fue un gran barroco, un tipo que levantó catedrales verbales, que supo conservar de pie esas enormes montañas de lenguaje, que construía las frases con una ambición y un talento asombrosos”. Ortuño señala que es importante leerlo porque “aúna ambición, riesgo, humor, coloquialismo, erudición e inteligencia”.
Palinuro de Colombia
Hace un par de meses fue inaugurada en Medellín la librería del Fondo de Cultura Económica. Esta lleva, en un acto de profundo cariño del país que quiso tanto, el nombre del creador de ‘Linda 67’.

Y es que el chilango tenía un inmenso afecto por nuestro país; le encantaba el ajiaco, lamentaba el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán “tanto como cualquier colombiano que se respete” y se dolía de la violencia que por largas décadas ha sufrido Colombia.

Se declaró admirador de la obra de Jorge Zalamea, principalmente por sus traducciones de Saint-John Perse, así como del trabajo creativo de Álvaro Mutis y de Gabriel García Márquez, de quienes afirmó alguna vez que le habían enseñado a leer, abriéndole las puertas de la literatura.
Al padre de Maqroll (Mutis) lo citó más de una vez en sus textos, y lo consideraba “un personaje salido de un libro de Marcel Proust. Un personaje, desde luego, lleno de vida y alegría, a quien la cultura y el buen humor le salen por los poros”.
Su enorme cariño por el bardo bogotano nació porque este lo llevó a amar la poesía y a Gabo, con quien pasaba largas tardes viendo jugar a sus hijos en la sala de su casa. Ambos dieron a luz, además, a un libro titulado ‘El coloquio de invierno’ (1992), producto de un conversatorio con Fuentes en el auditorio Alfonso Caso de la Ciudad Universitaria del país manito en febrero de 1991, en el que los tres autores fueron los encargados de las lecciones inaugurales en un evento en el cual se debatió sobre los grandes cambios de nuestro tiempo.
Gran amigo de sus amigos, llegó a heredar el moisés que dejó el artista Fernando Botero a su paso por el país azteca. ‘Coleccionó’ colombianos como Fernando Arbeláez, Nicolás Suescún, Nancy Vicens y Antonio Montaña Nariño, conformando la que él llamó “una cadena de amigos”.
Cuando vino a Colombia en 1993 para presentarse en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, fue entrevistado, entre otros, por Jorge Consuegra. Al terminar el diálogo, el periodista cultural le pidió una firma en ‘Noticias del Imperio’ pero, contra la costumbre, no en las primeras hojas sino en la mitad del libro. Fernando le preguntó: “¿Para qué quieres la firma ahí donde se puede perder?”; Consuegra respondió: “Es que ahí termina el capítulo que más me marcó”. Sorprendido pero satisfecho con su respuesta, le dejó su rúbrica con un abrazo.
Fernando del Paso iba a presentar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara su nueva novela, ‘La muerte se va a Granada’, publicada por el Fondo de Cultura Económica, y tenía planeado hacer presencia en el homenaje a Juan José Arreola por los 100 años de su natalicio.

También se había contemplado que hiciera entrega del Premio Sor Juana Inés de la Cruz a Margo Glantz. Debido a la noticia de su fallecimiento, la feria decidió realizar un reconocimiento a su vida y obra.

Con unas sentidas palabras que envió para el evento de inauguración de la librería antioqueña, Del Paso recordó a los asistentes lo que el poeta mexicano Juan de Dios Peza escribió tras el deceso de su amigo Ramón López Velarde: “Qué triste será la tarde en que a México regrese sin ver a López Velarde”.

Las hizo entonces suyas al rememorar a su entrañable Antonio Montaña, con quien, “navegando en un mar de recuerdos” escribían juntos en una Olivetti “si no al alimón, sí al unísono”, y hoy las repetimos para despedir al incomparable creador de ‘Sonetos de lo diario’: “Qué triste será la tarde en que a México regrese sin ver a Fernando del Paso”. Hoy, Fernando, “vamos a inventar de nuevo la historia”.
JUAN CAMILO RINCÓN Y NATALIA MATALLANA RESTREPO*
PARA EL TIEMPO
*Natalia Matallana Restrepo. Comunicadora social y periodista. Reportera en el diario mexicano La Crónica de Hoy (Jalisco) para las fuentes de Cultura y Metrópoli @nataliavuela
** Juan Camilo Rincón. Periodista, escritor e investigador cultural. Autor de los libros 'Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia', 'Viaje al corazón de Cortázar' y 'Nuestra memoria es para siempre'.








jueves, 8 de noviembre de 2018

LA HERENCIA DE BIOY AMORES SECRETOS Y MUERTES EN UN JUICIO DE PELÍCULA

Vacaciones en Mar del Plata. Borges, de blanco, con amigos. En el centro Silvina Ocampo, Y Adolfo Bioy Casares en el otro extremo.

Este artículo publicado en 2014 deja ver la suerte de ciertas bibliotecas memorables, la humanidad ha visto desaparecer grandes bibliotecas, por los destinos contrariados a que nos somete el azar o las decisiones inexplicables de algún militar triunfante. La de Borges y de Bioy Casares, paradójicamente en manos de dos mujeres, cuya suerte al lado de estos dos grandes de las letras universales, no contaba con tan magna responsabilidad, devela lo raro de ciertos hechos. Por fortuna, ahora están bien resguardadas, para bien de las letras. En todo caso este artículo tomado de “La Revista Ñ” de Clarín es de una factura rmpecable que espero mis lectores disfruten. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Raquel Garzón
A 100 años del nacimiento del escritor, gran parte de su legado quedó en manos de la madre de su hijo extramatrimonial.
“Siempre pensé que las bombas de tiempo debieran llamarse testamentos”, escribió Adolfo Bioy Casares, Premio Cervantes 1990, al recordar las esquirlas que dejó la herencia de su abuela. Pero la frase, recogida en Descanso de caminantes, una edición de sus diarios íntimos publicada en forma póstuma, resume como ninguna lo que pasó cuando apareció su propio testamento, pocos días después de su muerte, el 8 de marzo de 1999.

En él, Bioy dejaba el 20 por ciento de sus bienes (que incluían un departamento en Cagnes-sur-Mer, Francia, donde el autor de La invención de Morel amaba pasar el verano), a Lidia Ramona Benítez, su enfermera.

El 80 por ciento restante debía dividirse en dos mitades: una para su hijo, Fabián Bioy Demaría, y la otra, entre sus tres nietos, hijos de Marta Bioy Ocampo. Una seguidilla inconcebible de muertes –la de la escritora Silvina Ocampo, su mujer, en 1993, luego de años con Alzheimer; la de su hija Marta, víctima en 1994 de un accidente de tráfico ridículo y fatal; la del mismo Bioy Casares en 1999 y finalmente, la de su hijo Fabián, en 2006, a los 42 años de edad– encadenó varios juicios sucesorios con un resultado insospechado.

La carambola del destino quiso que los derechos de autor de dos de los escritores más espléndidos de la literatura argentina del siglo XX y gran parte del patrimonio en juego –valuado provisoriamente en 2007, con un dólar a $3,15, en poco más de 8,5 millones de pesos, según surge del expediente judicial, que consultamos– estén desde el pasado marzo en manos de la madre de Fabián, una de las amantes de Bioy, seductor tan aplicado como admitido.

Al conmemorarse mañana el centenario de su nacimiento, detenerse en los detalles nunca revelados de este folletín judicial de casi 15 años y más de 4.000 fojas es indagar no sólo en las reediciones y futuros libros de inéditos de ABC y de Silvina, sino también en el destino de uno de los tesoros más preciados de cualquier autor, su biblioteca: unos 20 mil tomos de enorme valor literario y económico, que la Universidad de Princeton quiso comprar y trasladar a los EE.UU. en 2000.

La saga refleja, además, los efectos de la inestabilidad política de nuestro país y sus cicatrices en un patrimonio familiar: el expediente registra cómo, desde 1999 las valuaciones de los bienes y demás cuentas involucradas en la sucesión sufrieron los vaivenes del país. Empezaron en tiempos de convertibilidad y luego fueron parcialmente pesificados, recalculados en diversas ocasiones y consumidos por gastos de mantenimiento, honorarios de abogados y peritos e inflación.

Las versiones difieren: allegados al escritor sostienen que su intención de beneficiar en el testamento a Benítez, la enfermera que lo asistió los últimos nueve años de su vida, era conocida y habría complicado la relación de Bioy con sus nietos, Florencio, Victoria y Lucila, huérfanos desde 1994, quienes a partir de la muerte de su madre, vivieron estos juicios sucesivos como un “trauma” que les llevaba la vida entera, según una fuente que pide reserva.

Consultados por Clarín para este artículo, los jóvenes Bioy declinaron participar por tratarse de “un tema muy personal”. Pero declaraciones previas de Florencio, realizadas a Alejandra Rodríguez Ballester para la revista Ñ, traslucen el desgaste emocional de haber vivido “desde los 20 años en sucesión”.

Otras fuentes (entre ellas una entrevista con Fabián, el hijo de Bioy, publicada el 20 de marzo de 1999 en el diario madrileño ABC) indican que la familia se enteró de que Bioy Casares dejaba a la enfermera el quinto de su fortuna cuando Lidia reclamó judicialmente el inventario y la tasación de la biblioteca y demás bienes de los pisos 5to y 6to de Posadas 1650, donde Bioy y Silvina Ocampo vivieron gran parte de su matrimonio de 53 años.

La propiedad –697 metros cuadrados más terraza, situados en una de las mejores esquinas de Recoleta– se vendió por dos millones setenta y cinco mil dólares, en diciembre de 2000. Pero recién en junio de 2013 la justicia ordenó que parte de ese dinero se usara para pagar el grueso del legado. La enfermera cobró, en efectivo, 307.706 dólares, salvados de la pesificación por su carácter de depósito judicial (según resolución de abril de 2002).

No es la única sorpresa de un juicio sucesorio que bien valdría una serie de televisión y del que participaron decenas de abogados (algunos murieron y fueron reemplazados por sus herederos a la hora de trabajar o de cobrar), escribanos, administradores provisorios, peritos, tasadores y expertos varios.

Hoy los derechos de autor de la obra de Adolfo Bioy Casares –valuados en diciembre de 2005 en poco más de un millón y medio de pesos– y la mitad de los de Silvina Ocampo –tasados en 258 mil- no están en manos de su familia. Pertenecen a Sara Josefina Demaría, madre y heredera de Fabián Bioy Demaría, el hijo extramatrimonial que Bioy Casares tuvo con ella en 1963.

“Finita”, una bellísima mujer de alta sociedad por entonces casada con Eduardo Ayerza, con quien tuvo otros tres hijos, se separó cuando Fabián tenía 6. Al morir este en 2006, soltero y sin descendencia, lo heredó su madre.

La razón de los porcentajes asignados a Fina Demaría y a los nietos de Bioy tiene fundamentos legales. Reconocido por Bioy en 1998 (hasta entonces llevaba el apellido Ayerza), Fabián heredó de su padre bienes y derechos, entre ellos, la mitad del patrimonio de Silvina Ocampo que Bioy recibió a la muerte de ésta, en 1993.

Durante el juicio sucesorio, además, Fabián inició otro contra sus sobrinos, para compensar valores por una porción de Rincón Viejo, un campo que el escritor había donado a su hija, Marta Bioy Ocampo (concebida con otra de sus amantes, María Teresa von der Lahr, y luego adoptada, amada y criada por Silvina como propia).

Rincón Viejo, en Pardo, provincia de Buenos Aires, es una propiedad de más valor literario que económico (más de siete millones y medio de pesos, según una tasación judicial provisoria de 2007). Allí, promediando los años 30, Bioy y Borges iniciaron su trabajo en colaboración escribiendo un folleto de yogur para La Martona, empresa de los Casares, la familia materna de Bioy (para otro artículo guardamos el análisis de la increíble amistad entre el donjuán irrefrenable y el tímido sin suerte).

Este campo, especialmente querido por Bioy, fue también el sitio donde él y Silvina vivieron antes de casarse y donde él escribió algunas de sus obras esenciales, como la novela El sueño de los héroes (1954). Respetando el deseo del escritor, Rincón Viejo quedó en manos de la familia de Marta. Pero la Justicia reconoció a Fabián el derecho a ser compensado por su valor, de allí que la mayor parte del dinero obtenido por el piso de Posadas le correspondiera a él y, a su muerte, a su madre, Fina.

El campo es administrado por Florencio Basavilbaso Bioy, el nieto mayor del escritor. A él y a sus hermanas –Victoria y Lucila– corresponde la otra mitad de los bienes y derechos de autor de Silvina Ocampo, heredada por Marta. Y además, los derechos morales sobre las obras de sus abuelos.

Explica un conocedor de la causa, quien pide anonimato: “Los derechos morales que apuntan a preservar la integridad de una obra y la buena imagen de un escritor, tras su muerte le corresponden más a su sangre que a cualquiera. A Fabián y a Marta, sus hijos, si hubieran vivido; no estando ellos, a sus nietos.”¿Podrían oponerse los nietos a editar o reeditar algunas obras que encontraran inconvenientes?

“Tendrían voz en el tema, pero no creo que requieran hacerla oír nunca, porque es un trabajo que se hace con mucho conocimiento y respeto”, señala el experto. Este juego de equilibrios se relaciona con los inéditos de ambos autores en cuya edición y puesta en valor trabajan, desde hace años, los curadores Daniel Martino (de la obra de Bioy) y Ernesto Montequin (de la obra de Silvina Ocampo).

El diario íntimo que Bioy llevó por medio siglo le fue donado por el propio Bioy a Martino, junto a quien trabajó los últimos años de su vida en la preparación del monumental Borges. “Los derechos de autor son de Fina Demaría, pero la decisión de qué se publica, cómo se publica y cuándo se publica corresponde a Martino”, precisa esta fuente. Hay además fotografías, una obra que Bioy desarrolló entre 1958 y 1971 y que recién empieza a ser valorada (recogida en Revista Ñ, el 30/8). Una selección integra la muestra “El lado de la luz, Bioy fotógrafo”, que se inaugura el 25 de este mes en el Centro Cultural San Martín.

La conservación y el destino de la biblioteca y papeles privados hallados en el piso de Posadas –que se asignaron en la partición por mitades a la Sra. Demaría y a los nietos de Bioy– mereció un incidente judicial aparte. “Nadie quiere hablar de valores”, afirma un allegado a los herederos. “En 2000 hubo una oferta de la Universidad de Princeton por la biblioteca, pero como todavía no se sabía a quién le iba a tocar y la valuación estaba pendiente, se desestimó.”

La oferta de esa universidad llegó al juzgado por correo. En lo peor de su enfrentamiento con el ex marido de su hija Marta, Teresa Costantini ofreció comprarle la biblioteca a Bioy por un millón de dólares, con uso de ésta para Bioy. Recuerda Soledad Costantini, su hija: “Había tantos problemas en la familia por esos años, que mi madre juzgó con sensatez que no teníamos garantía de que podrían cumplir un trato así”. Pero no es la única.

En una audiencia del 8 de abril del 2003, el expediente registra otra “propuesta de compra”, ésta de US$ 200 mil, tampoco aceptada. Entretanto, la Biblioteca Nacional está interesada, según dijeron.

La edición impresa de este artículo se publicó el 14/9/2014. En 2017, un grupo de instituciones y personas compró por 400 mil dólares la biblioteca de los Bioy y la donó a la Biblioteca Nacional.