miércoles, 12 de abril de 2023

DISTOPIA EL NUEVO REALISMO

 Tomado de la revista "Ñ" del periódico "Clarín"

Mientras el mundo debate qué hacer con la inteligencia artificial, la ensayista española Remedios Zafra busca en su nuevo libro maneras de rebelarse ante el entramado tecnológico.


Pablo Diaz Marenghi

Luego de la pandemia, la distopía pasó a ser una suerte de nuevo realismo. Los mundos hiperconectados y digitalizados que imaginó la Ciencia ficción se intensificaron luego de los aislamientos sociales obligatorios. Se vivieron cumpleaños por videollamada y el teletrabajo se convirtió en una realidad más que palpable. El ámbito laboral se mezcló con el hogar y el ocio como nunca antes. La autoexplotación ofrecida como la panacea del emprendedurismo, se esparció a la velocidad de un virus.

En estos tiempos, de pantallas y ansiedades, se publicaron libros que reflexionan al respecto, con la complejidad que implica pensar desde el presente. Este desafío es superado con contundencia argumentativa y pluma literaria por Remedios Zafra en Frágiles, Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura (Anagrama).

Aquí la escritora y científica titular del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España retoma ideas de su libro anterior, El entusiasmo, en búsqueda de nuevas claves. En diálogo con Ñ, la autora indaga acerca de cómo intentar rebelarse ante una época que propone un porvenir cada vez más individualista y alienante en un entramado tecnológico que no deja de asfixiar.

–¿Cómo nació Frágiles?

–Nació de la respuesta que obtuvo El entusiasmo, especialmente en el ámbito del trabajo cultural y creativo. No solo en las conferencias y debates generados en torno al libro, sino en la intensa y numerosa recepción de mensajes que recibí compartiéndome testimonios similares a los que se narraban en este ensayo, donde vocación creativa y precariedad estaban llamativamente unidas. Concretamente la interpelación con una periodista que me reclamaba: ¿qué pasa después de la conciencia y del malestar que nos genera el diagnóstico que dibuja este libro?, ¿dónde queda la esperanza? Me pareció que era obligado responderle y compartir con ella y con todas esas personas en proceso de autoconciencia sobre trabajos que les motivan y dan sentido a la par que son instrumentalizados para mantenerlos en condiciones precarias.

–¿Por qué eligió el formato epistolar para narrar este libro?

–La apuesta por un conjunto de cartas que enfatizara la necesidad de conversar sobre esa intimidad opresiva en la intimidad y profundidad que genera la conversación a dos me parecía coherente con la propuesta de Frágiles al reclamar un ejercicio de extrañamiento, una suerte de zarandeo social sobre el asunto. En este sentido, me parecía que era posible llegar al plural a través de esas conversaciones de a dos que contagian y se multiplican en su solidaridad y denuncia de cambio social. Necesitaba un contraste, algo subversivo respecto a la escritura que predomina en las redes. Las cartas además exigen de una tolerancia a la espera, dar tiempo para pensar lo que se dice, algo en gran medida opuesto a la celeridad que yo critico en el predominio de un contemporáneo hacer precario dominado por la prisa y la productividad competitiva.

Frágiles plantea reflexiones sobre cierta "anestesia social" que se ha construido a lo largo de las últimas décadas. ¿Cómo analiza esto usted sobre todo en relación a la mediatización y la digitalización?

–Nos hemos habituado a trabajar y a vivir mediados por pantallas. Incluso cuando nos sentimos conectados y acompañados somos una multitud de individualidades, de personas solas frente a un dispositivo conectado. Estos artefactos están pensados para “unos ojos” y “unas manos”, es decir para un individuo que mira y teclea. Pero también el marco tecnoliberal en que la digitalización actúa favorece un individualismo caracterizado por la conversión del sujeto en producto, por su enganche a las redes donde el punto de entrada es el uno mismo, un sujeto no ya representado, sino expuesto. Este escenario de tensión que supone vivir ante el escrutinio público en el escaparate digital nos hace más vulnerables, pero también el predominio de lógicas competitivas rompe lazos entre iguales y nos aísla. Es ante ese contexto que superar esas visiones capitalistas de un yo al que se le reitera “que puede con todo”. Pero, ¿cómo recuperar el nosotros y una necesaria articulación colectiva? A mí me parece, que la conciencia de nuestra fragilidad y dependencia social puede contribuir a crear costura comunitaria.

–Otra cuestión interesante que atraviesa su análisis es el de la hiperconectividad, ¿Cómo la analiza?

–La conectividad  maravillosa, la socialidad se hace de conexiones, sin embargo la hiperconectividad en su exceso corre el riesgo de generar el efecto contrario, como esos escenarios donde la luz es excesiva y nos dificultan ver. En Frágiles y en mi obra anterior he reflexionado sobre las formas en que la saturación de datos, contactos y conexión, movilizados por fuerzas económicas, llegan a operar como censura y ceguera, dificultando eso tan valioso que es la concentración y la capacidad de profundizar. La posibilidad de estar conectados con todos y con todo en cualquier momento es a priori una grandísima potencia de una vida conectados, pero las maneras en que se materializa en nuestra vida no pueden estar exentas de crítica. Entre otras cosas, porque está profundamente relacionada con el predominio de derivas superficiales y rápidas, precarias, de ansiedades activadas por una hiperconectividad gestionada especialmente desde el dominio del capital que nos trata como consumidores y como producto.

–De la mano de esto se desprende su análisis sobre la autoexplotación laboral y sus consecuencias. ¿Cree que estamos ante un momento crítico en esta situación?

–Estamos en un momento de normalización de la autoexplotación y esto inquieta. Hay quienes la conciben como un asunto que incumbe exclusivamente a cada cual, que uno es responsable de su propia subordinación. En Frágiles utilizo la analogía entre capitalismo y patriarcado para explicar por qué me parece que no es un asunto de voluntad sino que hay aquí un problema estructural. Así como el patriarcado se caracteriza por convertir a las mujeres en “agentes responsables de su propia subordinación”, alentando la enemistad entre ellas y orientándolas a la vida doméstica, no resulta baladí que el capitalismo proyecte en los trabajadores la responsabilidad de su propia explotación, al tiempo que favorece la rivalidad y el individualismo. A mi me parece que así como el feminismo ayudó a ver el patriarcado como asunto estructural sobre el que intervenir y alentó la sororidad entre mujeres, hay maneras para que la autoconciencia de este mal generalizado y opresivo aliente la solidaridad y alianza entre trabajadores.

–¿Qué consecuencias observa en los cuerpos?

–Los cuerpos estallan, se agotan, caen rendidos y para continuar siendo productivos terminan medicándose. Para enfrentar estas rutinas de aislamiento, autoexplotación y, en muchos casos, adicción necesita a los otros, un suelo social y público fuerte que vele por nuestros derechos y tiempos vitales, por una vida que pueda ser realmente una vida.

–Respecto al vértigo de estos tiempos que narra, hay un fragmento, de los más potentes en cuanto a lo narrativo y estético, donde escribe: "Moriré cruzando un paso de peatones". ¿Cómo surgió?

–De la más dura y sincera realidad. Una escena cotidiana que he vivido (y sigo viviendo) cada semana en el paso de peatones que une la estación de trenes y la de autobuses de Córdoba y que forma parte del trayecto de las ciudades donde trabajo al pueblo familiar que requiere varios transbordos. Por mis problemas de visión, no puedo conducir y siempre he dependido del transporte público. Formo parte, además, de esa primera generación de personas que viniendo de pueblos pequeños y familias humildes lograron estudiar y tener una profesión intelectual fuera del pueblo pero que seguimos muy unidas al mismo porque allí siguen nuestros padres –mayores, frágiles y solos– sin más familia. La mala comunicación de los pueblos pequeños hace que deba dedicar una media mínima de 5 horas ida y 5 vuelta para verlos. Cuando la fragmentación de los trabajos contemporáneos convierte tu vida en vida-trabajo y los sueldos dan solo para vivir, los cuidados se convierten en una tensión que pugna por hacerte tirar la toalla a cada rato, que te tienta a abandonar trabajo y dedicarte (especialmente si eres mujer) a hacer lo que de ti se espera: cuidar a otros.

–¿Qué reflexión hace al respecto?

–La lucha cotidiana con lo que se quiere y sentimos debemos hacer es finalmente una lucha de “tiempos” donde una hace balance y observa que si de todas las cosas que se sienten obligatorias en la vida quitamos las que a algunos nos dan mayor sentido, como en mi caso, el tiempo de lectura o escritura (aunque sean mínimos), si eso no está, ¿qué sentido tiene vivir? ¿no es comprensible entonces que una se ponga en riesgo en un paso de peatones para lograr llegar al tren que permitirá ganar media hora más de escritura, placer y descanso?

–¿Cómo afectó la pandemia su trabajo ensayístico y filosófico y, en particular, lo volcado en este libro?

–Me permitió escribir el libro más personal que habita “dentro” de Frágiles. El capítulo dedicado a la fragilidad de los cuerpos, que está en el estrato más profundo y arropado de este libro, es para mí un capítulo y un libro que ocupa lo que denomino “el intervalo Newton”, es decir el tiempo en que la pandemia me regaló la oportunidad de frenar, dejar de viajar, cambiar cuidados presenciales por vieollamadas, recuperar una concentración torpedeada por las interrupciones de una movilidad antes de la pandemia (y tristemente, después de ella) alocada, regida por la saturación de actividades y demandas, por el miedo a perder las oportunidades para una vida más estable.

–El libro también funciona, al fin y al cabo, para pensar la relación entre creatividad, resistencia y arte. ¿Cómo analiza estos aspectos y sus vinculaciones?

–El arte como trabajo es objeto de este libro. Comenzó siéndolo de El entusiasmo y se extiende a Frágiles. En ambos casos buscando dar cabida a lo que a veces he denominado trabajo creativo, cultural y académico para integrar actividades que oscilan en estos tres territorios hoy muy entrelazados. Esa mirada al trabajo creativo es clave pues entiendo que sus dificultades son pasadas por alto porque muchos consideran que dedicarse a una pasión creativa es ya un privilegio, una suerte, obviando formas de precariedad que no solo dañan a los creadores, investigadores e intelectuales, sino que corren el riesgo de “neutralizar” su acción crítica, su labor social de resistencia, de denuncia, de señalamiento de formas opresivas. En este sentido, cuando hablamos de precariedad y trabajo y trabajo creativo no solo hablamos de amenazas para quienes lo ejercen sino de potencia para operar como resistencia que favorezca el pensamiento y la conciencia ciudadana. Importa elegir entre formas creativas o formas de docilización.

–¿Cuáles serían sus principales preocupaciones a futuro respecto a estos dilemas vertidos en Frágiles?

–Es sorprendente la capacidad de aguante de las personas, la facilidad con la que ante presiones que se normalizan nos nace una respuesta de sumisión y no de rebeldía. Mi preocupación es esta inercia normalizadora que nos resigna poniendo el umbral más bajo, como si las mejoras sociales y laborales que necesitamos (que son mejoras paralelas a un giro solidario hacia los cuidados mutuos y del planeta) se dieran por perdidas de antemano porque solo queda tiempo para trabajar y para el uno mismo. Ir más despacio, apropiarnos del tiempo (que era propio) es imprescindible para romper esta inercia, para ser conscientes de nuestra fragilidad, para probar la tentativa de esa rebeldía que puede ser probar a cuidarnos.

BÁSICO

Remedios Zafra
Córdoba, España, 1973.

Ensayista Profesora de universidad e investigadora en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Orienta su trabajo reflexivo y de investigación al estudio crítico de la cultura contemporánea, el feminismo, la transformación del trabajo creativo y las políticas de la identidad en las redes. Entre 2002 y 2020 ha sido Profesora Titular de la Universidad de Sevilla. Ha formado parte de los grupos de investigación Cultura Urbana (UNED), Escritoras y escrituras (Universidad de Sevilla) y Teorías Estéticas Contemporáneas (Universidad de Cádiz). Es autora de El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital (Premio Anagrama de Ensayo y Premio Estado Crítico), Ojos y capital, (h)adas, Un cuarto propio conectado Netianas, entre otros. Su obra ha obtenido el Premio Meridiana de Cultura; de las Letras El Público; Málaga de Ensayo; de Comunicación de la Associació de Dones Periodistes de Catalunya; de Ensayo Caja Madrid; de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán y de Ensayo Carmen de Burgos.

Frágiles: Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura
Remedios Zafra
Anagrama
​288 págs.