sábado, 8 de septiembre de 2018

LA OSCURIDAD DE LA MADRE



LA OSCURIDAD DE LA MADRE
Massimo Recalcati (1959) es un destacado psicoanalista, director del Instituto de Investigación en Psicoanálisis Aplicado y colaborador habitual de La Republica; es también uno de los ensayistas más prestigiosos y leídos de su país. Enseña, en la Universidad de Pavía, psicopatología del comportamiento alimentario, tema sobre el que ha escrito varios libros de referencia. En Anagrama ha publicado El complejo de Telémaco, Padres e hijos tras el ocaso del progenitor, Ya no es como antes. Elogio del perdón en la vida amorosa y La hora de clase. Por una erótica de la enseñanza.
Natalia Berbelagua
Separar las palabras propias de las maternas es uno de los ejercicios fundamentales de la actividad literaria.
Si en algo hizo bien el cristianismo en América Latina, fue en la exaltación de la Virgen María como ícono de la madre perfecta. Frente a un Dios lejano que reflejaba al padre, más cercano a la violencia y el abandono, la figura de una mujer callada, dispuesta a asistir con resignación a la muerte del hijo por un bien mayor, generó una veneración culposa con la que aún estamos luchando las que crecimos bajo el dogma católico. Sin embargo, en los evangelios apócrifos, la imagen de María cobra relevancia aunque tenga, por su confianza en el mensaje, actitudes un tanto temerarias para la madre de un lactante. Hay numerosos pasajes donde leprosos cargan al recién nacido.

En el reciente ensayo Las manos de la madre (Anagrama), del psicoanalista Massimo Recalcati, asistimos, casi como una obligación de replantear la maternidad, a la discusión sobre la omnipotencia materna, a una presencia excesiva, alejándola de su rol original para sumergirla en el deseo, los fantasmas y las marcas de lo transgeneracional. Ya lejos de ser la fuente de la vida, está en la vereda contraria, la posibilidad de convertirse en lo que Lacan denominó “la madre boca de cocodrilo”, aquella que fagocita a su hijo, o que, en este punto de la historia, lo ve como una extensión de sus ideales capitalistas. Este ensayo hace énfasis en las manos de la madre: unas manos laboriosas de alguien que ha trabajado en el campo, las manos perfectas de una manicura, las manos manchadas de tinta de una escritora son reflejos de lo que será nuestra propia vida. Cuando las manos dejan de tener la mayor relevancia y nos acercamos a su cara, como si fuera la nuestra, surge la interpretación del apego y los enigmas de la madre. “Hay niños que ven el rostro de su madre como un cielo que acarrea únicamente señales de inminentes amenazas, que estudian el variable rostro de la madre en un intento de predecir su estado”, dice Recalcati, acercando el víncu­lo a un estudio meteorológico de los estados anímicos con mayor o menor suerte del hijo.
En la literatura hemos leído relatos de mujeres abnegadas que han caído en la manipulación, a madres controladoras como la de Borges, a las autoritarias como la de Capote, que lo envió a una escuela militar para terminar con su afeminamiento. O a la de Hemingway, que lo hacía vestirse de mujer para hacerlo parecer la gemela de su hermana. Otro registro dramático es el de Sylvia Plath, que en sus Diarios se refiere a su progenitora como su peor enemiga. “¿Qué puedo hacer con ella, con la eterna hostilidad que siento contra ella? Deseo, más que nunca, arrancar mi vida de sus manos ansiosas. Mi vida, mi obra, mi marido, mi hijo nonato. Ella lo mata todo. ¡Cuidado! Es mortífera como una cobra con su brillante capucha verde y dorada”. Esta cobra, con la que aprendió a vivir de cierta forma, como un animal salvaje convertido en mascota, la marcó de tal manera que sus obsesiones se mezclaron con su propio rol, del que no escapó incluso en el momento final, en el gesto cuidadoso de dejar preparado el desayuno a sus hijos antes del suicidio. Su gran amiga, la también poeta Anne Sexton, se vistió con el abrigo de piel de su madre antes de suicidarse en 1974 con el auto encendido en el garaje de su casa.

En la ficción, tenemos a Emma Bovary, que rechaza a su hija Berta por ser una extensión del hombre que no ama y la abandona por completo; a una Medea, que prefiere mil veces estar con un escudo en la guerra antes que parir un hijo y se venga de Jasón por su abandono recurriendo al parricidio; los cuentos de Silvina Ocampo, que, en vez de madres cocodrilo, presenta mujeres que mantienen una excesiva distancia con sus hijos y derivan su responsabilidad en institutrices y maestras doblemente feroces. Estas los golpean con látigos en el cuerpo, jarrones en la cabeza y les convierten el pelo a los niños en “rulos de sangre atados con moños”, como ocurre en ‘Cielo de claraboyas’.

En Siete casas vacías, de Samanta Schweblin, la madre del cuento ‘Nada de todo esto’ maneja sin rumbo y obliga a su hija a ir de acompañante en un episodio oscuro y perturbador. Entra con el auto a una casa desconocida y roba objetos personales enterrando las posibilidades de uso y la intimidad de los otros en su propio patio. La narradora dice: “La confirmación de cómo mi madre ha estado tirando a la basura mi tiempo desde que tengo memoria”. En estos términos, una madre no puede solo adueñarse del tiempo, sino también del lenguaje, guardando en la oscuridad de la palabra la génesis creativa.

Como un largo testimonio en la lectura, de que es ella quien entrega las primeras experiencias del mundo, el separar las palabras propias de las de la madre es uno de los ejercicios fundamentales que cruza la actividad literaria. En estos hijos escritores asistimos al grito primitivo del nacimiento como si nunca hubiesen salido de la maternidad, confrontándose una y otra vez con el primer acto de arte al que asistieron, ese momento glorioso o trágico donde abrieron los ojos al mundo.

Natalia Berbelagua (Santiago de Chile, 1985) es autora del libro de cuentos ‘Valporno’ (Emergencia Narrativa).

RESEÑA DE ANAGRAMA
LAS MANOS DE LA MADRE. DESEO, FANTASMAS Y HERENCIA DE LO MATERNO
Recalcati, Massimo

¿Para qué sirven las manos de la madre? ¿Para acariciar, cuidar, acoger, según sostienen las interpretaciones canónicas, o más bien para salvar al hijo del abismo de la falta de sentido?

Después de haber analizado en libros anteriores la transformación de las figuras del padre y del hijo en nuestros días, Massimo Recalcati aborda la última pilastra de la tríada familiar. Y lo hace impelido por sus lectores y movido por su propio deseo de ser justo con las madres y reconocerles su papel, esencial e insustituible. Ahora bien, lejos de toda visión simplificadora, para Recalcati la madre es siempre una compleja figura de múltiples facetas, de la que no soslaya ni los lados luminosos ni los oscuros: la madre ángel, pero también la madre cocodrilo; la madre castradora, pero también la que sabe desprenderse de su hijo; la madre narcisista, pero también la que es capaz de guiar al hijo en la adopción simbólica de la vida. Para ello nos presenta una caleidoscópica galería de figuras maternas, extraídas de su experiencia clínica y de la actualidad, pero también de la Biblia, de libros y películas y, en última instancia, de su propia vida, presente aquí como en ninguna otra de sus obras.

Así, nos ayuda a reconocer el perfil de una madre real, no ideal, cuyos mil rostros representan en realidad uno solo, aquel en el que el hijo sabe reconocer el suyo propio. Y, sobre todo, subraya la importancia de no olvidar nunca, en contra de la interpretación patriarcal de la madre asexuada y anulada como mera ama de cría, que una madre nunca debe dejar de ser mujer, esposa y amante, y que la única base posible de una maternidad sana es la feminidad.
«Recalcati no habría podido escribir un libro como este, que es un viaje por la maternidad, en sus primeros años como psicoanalista. Lo escribe ahora, porque presupone un largo aprendizaje» (Ferdinando Camon, La Stampa).
«Un libro complejo, que explora los deseos, los fantasmas y la herencia de la maternidad a través de casos clínicos y de la literatura, de ejemplos bíblicos y cinematográficos. En su gran mayoría fascinantes» (Giovanna Pezzuoli, Corriere della Sera).
«Se aconseja su atenta lectura a madres frecuentemente egocéntricas, hipercríticas o poco autocríticas, a padres inexistentes, distraídos o atareados, a hijos dubitativos, extraviados, que se interrogan sobre realidades afectivas complejas» (QLibri).

«Un libro que se lee con gran emoción, que discurre sosegado, con una prosa simple pero rigurosa, más poética que psicológica, y nos lleva al corazón de la figura materna sin mistificaciones» (Laura Rodrigo, Lettera).



«Un libro complejo, que explora los deseos, los fantasmas y la herencia de la maternidad a través de casos clínicos y de la literatura, de ejemplos bíblicos y cinematográficos. En su gran mayoría fascinantes» (Giovanna Pezzuoli, Corriere della Sera).

«Se aconseja su atenta lectura a madres frecuentemente egocéntricas, hipercríticas o poco autocríticas, a padres inexistentes, distraídos o atareados, a hijos dubitativos, extraviados, que se interrogan sobre realidades afectivas complejas» (QLibri).

«Un libro que se lee con gran emoción, que discurre sosegado, con una prosa simple pero rigurosa, más poética que psicológica, y nos lleva al corazón de la figura materna sin mistificaciones» (Laura Rodrigo, Lettera).


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