domingo, 9 de julio de 2017

ADICTOS A LA DESAPARICIÓN Y UNA RARA FOSFORESCENCIA

Tecnologías nuevas y extrañas gobiernan Los mantras modernos de Martín Felipe Castagnet, novela en la que conviven vertiginosamente el costumbrismo y la ciencia ficción.
Kit Maude

Literatura Argentina
Cuando un escritor argentino, por más joven que sea, escribe una novela sobre ‘desaparecidos’, uno no espera que incluya bindi-comunicadores, monitores inflables o un buscador-adivino, pero eso es exactamente lo que ocurre en la segunda novela de Martín Felipe Castagnet, Los mantras modernos.

La verdad es que el uso de un término tan cargado de asociaciones trágicas presenta un problema para el lector: por supuesto que ningún término ni tema debería estar vedado a un escritor pero tampoco puede permanecer ajeno a las resonancias del lenguaje que decide emplear. Aquí, efectivamente, es una distracción cuya ventaja es difícil de detectar, especialmente cuando se podría haber evitado muy fácilmente con un leve toque al vocabulario. Una distracción como esa es, por otra parte, la última cosa que necesita el lector de Los mantras modernos; ya tiene bastante para asimilar.

Primero están las desapariciones; muchos de los residentes de la ciudad de Embarcación –una urbe del futuro próximo con fuerte sabor argentino– han descubierto, más o menos de manera voluntaria, cómo desaparecer. Esta transición tiene varios niveles (el parecido con un videojuego no es casual). El más básico es el de hacerse invisible pero quedando del lado del mundo conocido. Lo sigue un nivel más profundo, en el que se viaja a un futuro en el que los humanos ya no están más pero se pueden robar sus objetos para venderlos en el presente. Y el nivel de fondo: la misteriosa fosforescencia.

Después viene toda la nueva tecnología: bindis, botoncitos enterrados en la frente que comunican pensamientos, buscadores en un Internet omnipresente que pueden predecir el futuro con cierta precisión, y equipos para ver otras realidades, los más efectivos de los cuales son los ‘guantes hápticos’ (de los que surge la pregunta de la contratapa: “¿Y si fuera el tacto, y no la inteligencia, lo único que nos mantiene humanos?”).

Finalmente, hay una nueva fauna –la “vida exótica”– invisible para ojos comunes, que invade desde el otro lado (les resultará familiar a los seguidores de la serie Stranger Things), objetos y mascotas parlantes. Además, como si eso no fuera suficiente, se acerca el fin del mundo.

Siguiendo el modelo clásico de la ciencia ficción, Castagnet combina sus altos conceptos con un relato costumbrista, y como con la mayoría de la ciencia ficción, la escritura brilla más cuando está en el primer territorio. Los mantras modernos nos presenta a Masita, que tiene que encontrar a su hermano Rapo, un adicto de la desaparición. En eso lo ayuda su abuelo, después de la fuga del anciano de un geriátrico.

En la búsqueda van encontrándose con varios miembros de la familia extendida, que incluye la de la ex novia de Masita. Casi todos sufren, en mayor o menor grado, del mismo vicio que Rapo, y el autor empieza a saltar con sumo virtuosismo de una perspectiva a otra, de la segunda a la tercera persona.

Todo esto suena un poco vertiginoso, y lo es, pero vale la pena: la mezcla estrafalaria de elementos va borboteando de manera atrapante, hasta llegar a un punto exhilarante y rarísimo que revela las influencias subversivas de escritores como Marcelo Cohen o César Aira, aunque es poco probable que uno de estos maestros hubiera caído en la trampa o error mencionada al principio.


Los mantras modernos, Martín Felipe Castagnet. Sigilo, 208 págs.

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