Luis Fernando Afanador[1]
es un excelente crítico, poeta y ensayista colombiano, cumple con lujo de
detalles con la divulgación y promoción de lo mejor de la literatura universal,
sus reseñas están por encima del lugar típico
e insustancial de la mayoría, leo religiosamente sus análisis, son absolutamente rigurosos, se decanta en cada escrito su pasión por la
lectura, se infiere que leyó el libro que sugiere, me ha pasado con varias novelas
que he abordado por gracia de sus consejos y son coherentes a la crítica
especifica. Luis es también un ensayista
lúcido, estudioso, en la revista de la universidad de Antioquia hay algunos
escritos al que se accede fácilmente en la red.
Transcribo esta reseña, no solamente por la calidad del autor de la novela,
sino pese a su brevedad, por lo concisa, es apenas la primera de muchas que
publicaré. Espero en este blog traer algún ensayo reciente del autor.
T
TABÚ
SALAMANDRA, 2016
189 páginas
Ferdinand von Schirach es un abogado penalista alemán que
incursionó en la literatura con Crímenes y Culpa, dos libros extraordinarios
en los cuales sintetizaba con maestría sus mejores casos. Un gran debut,
gracias a su estilo sobrio y eficaz, que incluía una interesante teoría: “Nos
pasamos la vida danzando sobre una fina capa de hielo; debajo hace frío, y nos
espera una muerte rápida. El hielo no soporta el peso de algunas personas, que
se hunden. Ese es el momento que me interesa. Si tenemos suerte, no ocurre nada
y seguimos danzando. Si tenemos suerte”. Existe apenas una delgada línea entre
la persona corriente y el criminal y cruzarla es una cuestión de azar. Pero hay
más. En el proceso judicial, Von Schirach encontró una estructura narrativa: el
fiscal cuenta una narración sobre la cual el abogado defensor debe encontrar
fisuras, inconsistencias, para oponerle otra narración, acaso más verdadera y
más conmovedora, por los detalles personales: la del criminal.
Aupado por su éxito literario –o quizás la presión de su
editorial, no sé–, el penalista decidió incursionar en la ficción con una
novela, El caso Collini, con temas que le eran cercanos, la culpa y el nazismo:
su abuelo, un aristócrata, fue colaborador cercano de Adolf Hitler. Una buena
novela, sin duda, aunque menos deslumbrante que las narraciones cortas de sus
casos penales. Ahora, con Tabú, ha regresado al difícil arte de escribir
novelas.
De entrada, una propuesta formalmente más ambiciosa, con juegos entre realidad, verdad y ficción. Dividido en dos grandes capítulos (‘Rojo y verde’ y ‘Azul y blanco’), cuenta dos historias complementarias. En la primera, se ocupa de la vida de Sebastian von Eschburg, el hijo de una aristocrática familia austriaca venida a menos. Su padre es afectuoso, inútil, aficionado a la caza, alcohólico, y su madre lo ignora porque su única pasión son los caballos. Sebastian deberá sobrevivir al karma familiar y a la escena del macabro suicidio de su padre (antes había tenido que presenciar cómo desollaba a un ciervo). Lo envían a un internado donde empezará a tener alteraciones en su percepción de la realidad, relacionadas con los colores. Al salir de allí, corta relaciones con su madre y empieza a trabajar con un fotógrafo: “Pero Eschburg no quería ser artista. Pretendía crear otro mundo con la fotografía, difuso, pretérito, cálido”. Un día, por azar, hace una foto al natural de una actriz famosa, quien la cuelga en su página web y lo convierte en celebridad. Después, se dedica a hacer instalaciones, con el tema obsesivo del sexo y la muerte. Ni siquiera su mujer, la equilibrada Sofía, parece capaz de contener sus delirios: “La verdad es fea, huele a sangre y excrementos. Es el cuerpo abierto, la cabeza de mi padre, que voló de un disparo”.
En la segunda parte, que parece otra novela, Sebastian von
Eschburg aparece implicado en la violación y el asesinato de una joven
desaparecida. El foco y el tono han cambiado. Ya no es la biografía de un
artista atormentado por su pasado, sino un relato policial en el que se busca
resolver el misterio de un crimen. Los protagonistas –y los antagonistas– ahora
son Monika Landau, una fiscal, y Konrad Biegler, un abogado penalista, defensor
de Eschburg, quien se hace entrañable al lector por sus reflexiones y sus
aforismos judiciales: “Hay algo que no soporto: que los clientes confiesen algo
que no han hecho”. Como la supuesta confesión de Eschburg ha sido obtenida
mediante tortura, habrá brillantes páginas sobre el asunto. No obstante el
interés, que nunca decae por que Ferdinand von Schirach es un magnífico
escritor, llega un momento en que con tantas digresiones nos preguntamos: ¿para
dónde va esta narración? El novelista parece haber perdido el control. Sin
embargo, al final los hilos sueltos se recogen y llegamos a feliz puerto, con
cierta turbulencia innecesaria, hay que decirlo. Pero vale la pena. El dibujo
final sorprende e inquieta: una contribución nada deleznable al tema arte y
crimen. La verdad es siempre una construcción, y, a veces, el relato de una
mente perturbada.
www.semana.com/cultura/articulo/nuevo-libro-de-ferdinand-von-schirach-tabu/530921
www.semana.com/cultura/articulo/nuevo-libro-de-ferdinand-von-schirach-tabu/530921
LUIS FERNANDO AFANADOR
[1] Abogado
con maestría en literatura. Fue catedrático en las universidades Javeriana y de
los Andes. Codirigió el programa Librovía de la Alcaldía Mayor de Bogotá y fue
editor de Semana Libros. Ha publicado Julio Ramón Ribeyro, un clásico marginal
(ensayo, 1990); Extraño fue vivir (poesía, 2003); Tolouse-Lautrec, la obsesión
por la belleza (biografía, 2004) y La tierra es nuestro reino (antología de su
poesía, 2008). Poemas suyos han aparecido en diversas antologías y en 1996 fue
finalista en el Premio Nacional de Poesía. Es colaborador habitual de varias
revistas colombianas donde publica artículos de opinión, ensayos y crónicas.
Actualmente es crítico de libros y blogger de la revista Semana.
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