Es nefasta la presidencia de Donald Trump para los Estados Unidos. Este
artículo del nobel de economía publicado por el periódico “El país” de España,
deja ver cuánto están equivocados los americanos. Es posible que vuelva ganar
la presidencia acudiendo a radicalismos, que tristemente le dan resultado. Esperamos
por el bien de su propio país no sea así. CESAR BUSTAMANTE HUERTAS
Paul Krugman
Las políticas
económicas del presidente de EE UU no dan los resultados que él quería y no
tiene ni idea del motivo.
Donald Trump
ha celebrado el aniversario del 11-S repitiendo varias mentiras sobre lo que
hizo ese día. Pero esa no era su única preocupación. También se pasó parte del
día escribiendo una serie de tuits vilipendiando a las autoridades de la
Reserva Federal, a las que tildaba de “cabezas huecas”, y exigiéndoles que
pusieran en práctica de inmediato medidas de urgencia para estimular la
economía (medidas de urgencia que normalmente solo se aplican ante una crisis
grave).
La diatriba
de Trump era reveladora por dos motivos. El primero es que ahora resulta
evidente que está en modo pánico total porque sus políticas económicas no dan
los resultados prometidos. Y el segundo es que no tiene ni idea de por qué sus
políticas no funcionan, ni de cualquier otra cosa relacionada con la política
económica. Pero antes de pasar a la economía, hablemos de uno de los
indicadores de la ineptitud de Trump: sus comentarios sobre la deuda federal.
Además de
exigir que la Reserva recorte los tipos de interés por debajo de cero, Trump
declaraba que “luego deberíamos empezar a refinanciar nuestra deuda”, porque
“Estados Unidos siempre debería pagar el tipo de interés más bajo”. Dejó a los
observadores estupefactos y preguntándose de qué estaba hablando.
Pero en
realidad, es bastante evidente. Trump cree que la deuda federal es como un
préstamo empresarial, que puedes saldar anticipadamente para aprovechar unos
tipos de interés más bajos. Está claro que desconoce que la deuda federal
consiste en realidad en bonos, que no se pueden pagar por adelantado (lo cual
es una de las razones por las que los tipos de interés sobre la deuda federal
son siempre más bajos que, pongamos por caso, los tipos sobre las hipotecas
inmobiliarias). Es decir, se imagina que las finanzas del Gobierno pueden
gestionarse como si Estados Unidos fuese un casino o un campo de golf, y nunca
se le ha ocurrido preguntarle a alguien del Tesoro si es así como funciona.
Pero
volviendo a la economía, ¿por qué le ha entrado el pánico a Trump? Después de
todo, aunque la economía se esté desacelerando, no estamos en una recesión, y
no está ni mucho menos claro que se vislumbre una en el horizonte. No hay nada
en los datos que justifique un estímulo monetario radical, un estímulo, por
cierto, que los republicanos, Trump incluido, desaprobaron durante la época de
Obama, cuando la economía realmente lo necesitaba. Es más, a pesar de las
afirmaciones de Trump de que la Reserva de algún modo ha hecho algo
descabellado, lo cierto es que la política monetaria ha sido más flexible de lo
que el propio equipo económico de Trump esperaba cuando realizó sus halagüeños
pronósticos. En el verano de 2018, las previsiones económicas de la Casa Blanca
vaticinaban que, este año, los tipos a tres meses alcanzarían una media del
2,7%, y ahora se sitúan en el 1,9%.
Pero aunque
no exista una urgencia económica, por lo visto Trump tiene la impresión de que
se enfrenta a una emergencia política. El presidente esperaba el año próximo
una economía boyante, y si como ahora parece probable, los resultados
económicos son, en el mejor de los casos, mediocres, tiene un problema serio.
Recordemos
que las dos políticas económicas más destacadas de Trump han sido su bajada de
impuestos en 2017 y la rápida escalada de su guerra comercial con China. Se
suponía que la primera de ellas nos llevaría a una década o más de crecimiento
económico rápido, mientras que la segunda resucitaría la producción industrial
estadounidense. Pero en realidad, el recorte fiscal dio pie, como mucho, a un par
de trimestres de crecimiento más elevado. Las enormes exenciones no han
disparado, como prometió, los salarios o la inversión empresarial; más bien se
han utilizado para recomprar acciones y pagar dividendos más altos.
Por otra
parte, la guerra comercial ha resultado ser un importante lastre para la
economía, más fuerte de lo que mucha gente, yo incluido, preveía. Hasta el
pasado otoño se esperaba en general que Trump trataría con China de la misma
manera en que lo ha hecho con México: hacer unos cuantos cambios,
principalmente cosméticos, en los acuerdos actuales, cantar victoria y pasar a
otra cosa. Sin embargo, una vez que quedó claro que iba muy en serio en cuanto
al enfrentamiento, la confianza empresarial empezó a caer y arrastró con ella a
la inversión. Y los electores se han dado cuenta: el índice de aprobación de
Trump en economía, aunque sigue siendo más alto que su aprobación en general,
ha empezado a empeorar. De ahí las frenéticas exigencias a la Reserva de que
vaya a por todas.
Pero aunque
Trump es consciente de que está en apuros, no hay signos de que entienda por
qué. No es la clase de persona que reconozca alguna vez, ni siquiera ante sí
mismo, que ha cometido errores; su instinto siempre es culpar a otro mientras
insiste en sus políticas fracasadas.
Incluso las
medidas que insinúan una ligera relajación política, como su anuncio de un
aplazamiento de dos semanas en la aplicación de algunos de los aranceles a
China, denotan un profundo desconocimiento del problema, que tiene tanto que ver
con sus caprichos como con los aranceles en sí. Sus bandazos en la política,
aunque impliquen el aplazamiento de los aranceles, no hacen más que aumentar la
incertidumbre sobre si hará o dejará de hacer algo, lo cual está llevando a las
empresas a aplazar las inversiones.
Entonces,
¿qué va a pasar a continuación? Trump podría cambiar de rumbo y hacer lo que la
mayoría de la gente esperaba hace un año, que es alcanzar un acuerdo con China
que más o menos restablezca el statu quo. Pero eso equivaldría de hecho a
admitir la derrota y, a estas alturas, no está claro que los chinos se fíen de
que vaya a cumplir ese acuerdo después del día de las elecciones. Lo cierto es
que, en lo que respecta a la política económica, Trump se ha metido él sólito
en un buen atolladero.
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