La clase intelectual latinoamericana y alguna vez muchos
escritores, sobre todo después de la revolución Cubana, por algunos momentos y
ante la grave crisis de nuestros países, vislumbraron proyectos políticos, quisieron
ser protagonistas directos del cambio, la necesidad ante lo que vivíamos parecía
no dejarles opción, esta es una muestra de tales propósitos. Muchos nunca
renunciaron a su labor crítica, a sus ensayos sobre nuestra realidad, otros se dedicaron
por entero a su obra creativa después de experiencias poco gratas en materia política. Este articulo publicado en “Letras Libres” es una muestra de ello, de
la mano de personajes tan importantes como Carlos Fuentes y Octavio Paz. CESAR
HERNANDO BUSTAMANTE
En el expediente de Octavio Paz que llevaba la Dirección
Federal de Seguridad hay un reporte de 1971 sobre la conferencia de prensa en
la que Paz, Castillo, Fuentes, entre otros, anuncian un proyecto político.
Guillermo Sheridan 18
octubre 2018
En el expediente de
Octavio Paz que llevaba la Dirección Federal de Seguridad (DFS) –que guarda el
Archivo General de la Nación y ahora puede leerse en línea gracias a la
iniciativa de Northwestern University, El Colegio de México, la ONG Artículo 19
y el Center for Research Libraries– hay un reporte fechado el 22 de septiembre
de 1971 sobre la conferencia de prensa en la que Paz, Castillo y Carlos
Fuentes, entre otros, anuncian un proyecto político.
La “Conferencia de
prensa”
Firma el informe el
capitán Luis de la Barreda Moreno, “Director Federal de Seguridad”, y lo titula
“Conferencia de prensa del Ing. Heberto Castillo Martínez”. Registra que el día
anterior, 21 de septiembre, en casa del ingeniero Castillo, un grupo formado
por él, Paz, Fuentes y los líderes estudiantiles Tomás Cervantes Cabeza de
Vaca, Salvador Ruiz Villegas y Manuel Santos, hicieron ante la prensa nacional
y extranjera un llamado:
A los sectores de
izquierda, intelectuales, profesionistas, obreros, estudiantes y campesinos y
mexicanos en general “que deseen una verdadera democracia en nuestro país”, a
fin de animarlos a que aporten sus ideas con el propósito de definir la
naturaleza, el programa y las metas de un organismo, movimiento o partido, que
sume los esfuerzos, constantes pero dispares de quienes luchan por la
independencia económica, la justicia social y la libertad política en
México.[1]
Los convocantes
“anhelan” que se respete “el voto individual y la voluntad popular para
oponerse al régimen político, económico y social” que consideran “al servicio
de los intereses extranjeros, concretamente de los norteamericanos” y que
convocan a elaborar una plataforma “que tiene como meta primordial obtener el
poder”. Aspiran a crear un “frente unido”, por lo que han hablado ya con
Demetrio Vallejo y Rafael Galván.
Interrogado por los
corresponsales extranjeros, Castillo dijo que “los vicios del régimen
oligárquico hicieron crisis en 1968, culminando en la masacre oficial” de Tlatelolco;
que el pueblo ya sale de la “enajenación mental”, cansado de recibir “las
migajas que la oligarquía les tiraba”; que la apertura que menciona Luis
Echeverría es resultado de la nueva conciencia; que la organización que buscan
“será estructurada de abajo hacia arriba sin imponer ideologías”.
Carlos Fuentes declaró
que el movimiento es “de izquierda en forma abierta y que sus filas se
fortalecerán con elementos de ideas avanzadas” y que la opción del gobierno es
“implementar el terrorismo sistematizado o luchar para robustecer la caricatura
de democracia que existe”.
A la pregunta sobre
dónde conseguirán financiamiento para su campaña, Octavio Paz respondió que “formar comités de
financiamiento es inoperante” y que por ello optan “por formar grupos de
simpatizantes en cada una de las ciudades en que darían conferencias” y que
esos grupos correrían con los gastos. Ello además servirá “para comprobar la
disciplina y espíritu de colaboración de estos sectores y en caso de que alguno
fallara, sería prueba evidente de que aún no estaban preparados activamente en
la lucha”.
A la pregunta de si se
inspiran en la revolución cubana, Fuentes
responde que cuando Castro desembarcó en Cuba llevaba doce hombres “que
encontraron la semilla revolucionaria totalmente germinada” y sólo la
cultivaron. El grupo mexicano quiere eso, “sembrar la semilla revolucionaria
para hacerla germinar, lo que era un método indispensable para la Revolución”,
pues crear un gran movimiento “a la vista del poder oligárquico era exponer a
los integrantes a ser barridos por el Ejército”.
Sobre si había contacto
con las regiones indígenas del país, Octavio Paz respondió que miembros del
movimiento, “maestros de historia y antropología” ya estaban haciendo contacto
con esas zonas para “intercambiar conocimientos” y para “enseñar a los
indígenas lo que es la dignidad humana y cómo se adquiere la libertad”. Dijo
que contra la opinión general, “ellos consideraban que los indígenas eran más
susceptibles de participar en un movimiento incluso armado que muchos otros
sectores que se dicen revolucionarios pero están indispuestos a comprometerse”.
El expediente anexa una
fotografía en la página 69 del expediente, con sus identificadores:
Salvador Ruiz Villegas
Rafael Hernández Tomás
Carlos Fuentes Macías
(escritor)
No identificado.
Luis Tomás Cervantes
Cabeza de Vaca
Manuel José Santos
(Líder minero)
Octavio Paz Lozano
(Escritor)
Heberto Castillo
Martínez
Hasta ahí el informe
que obra en el expediente.
Entre la espada y el
muro
Paz estaba entusiasmado
con el proyecto que, en esa primera etapa, se autonombró “Comité Nacional de
Auscultación y Coordinación”. En una carta del 25 de octubre de 1971 a
Jean-Clarence Lambert,[2] dice estar trabajando “por fundar un partido
político”, a pesar de sentirse acorralado entre “la espada del PRI y el muro
del PC” (el Partido Comunista), una izquierda que a su vez cuenta en su
izquierda con sus ruidosos extremistas a los que Paz llama las “ranas
trostkistas” y los “sapos maoístas”.
En una entrevista,
“Postdata”, fechada el 10 de enero de 1972 con Rita Guibert[3] se refiere al proyecto:
Rita Guibert: ¿ Ya han
formado el partido?
Octavio Paz: Todavía no.
Lo estamos organizando.
R. G.: ¿ Quiénes son
los que están participando?
O. P.: Uno es Heberto
Castillo,[4 profesor de matemáticas que estuvo preso por haber simpatizado con
el movimiento estudiantil del 68 . Es uno de los hombres más inteligentes y de
mejor corazón que he conocido. Otro es Cabeza de Vaca, un líder estudiantil que
conoce muy bien a los campesinos y que se ocupa de los asuntos agrícolas. Entre
los intelectuales está Carlos Fuentes. También tenemos un grupo de estudiantes,
obreros y campesinos. Muy cerca de nosotros está Vallejo, un líder ferroviario
que ha estado en la cárcel por mucho tiempo, un hombre ejemplar que ha dirigido
a la clase obrera y que es una cabeza lúcida. Y hay otras fuerzas dispersas que
tal vez podrán unirse a nosotros, como los obreros electricistas En general,
queremos crear una alianza popular: obreros, campesinos, clase media,
intelectuales, estudiantes.
R. G.: ¿ Será un
partido electoral?
O.P.: No. Por el
momento no será un partido electoral ni queremos hacer política electoral.
Queremos activar el nivel del sindicato, municipio, las formas sociales
básicas. Vamos a la realidad con un mínimo de ideología. En general, en México
los partidos han sido formados por un pequeño grupo, con un programa que han
tratado de imponer de arriba para abajo. Nuestra idea es proceder en forma
contraria.
R.G.: ¿Porqué?
O. P.: Porque creemos
que atravesamos por una época de crisis de las ideologías. Creemos que el
«socialismo» de tipo cesarista y burocrático ha fracasado, lo mismo que la
democracia parlamentaria burguesa. Por eso queremos encontrar nuevas formas de
relación democrática que correspondan a las realidades del país. Queremos ser
realistas y partimos de la idea de que los programas políticos son para servir
a la gente y no para que la gente sirva a los programas políticos. En la Unión
Soviética la gente está al servicio del plan, y nosotros creemos que el plan
debe estar al servicio de la gente. Esto significa que tenemos una actitud
crítica frente a los modelos de desarrollo que nos ofrecen el neocapitalismo
del Oeste, principalmente los Estados Unidos, y el «socialismo» burocrático de
la Unión Soviética. Este es, al menos, mi modo de pensar y el de muchos de mis
amigos.
R. G.: ¿ Qué es lo que
están haciendo ahora?
O. P.: En este momento
pasamos por un período de investigación. Queremos saber: 1) si el pueblo quiere
que exista un partido y 2) cómo quiere que exista ese partido. De esa primera
consulta popular, de esa realidad mexicana surgirá un programa. Pienso que sobre
todo en el primer momento ese programa va a operar en el nivel más elemental:
el de los sindicatos obreros, y las organizaciones de los campesinos y de la
clase media. Todas esas organizaciones están controladas por la burocracia
política del PRI, de modo que el primer punto de nuestro programa y de nuestra
acción será el de la democracia interna y la libertad en las uniones populares
obreras y campesinas. Creo además que es fundamental romper con el centralismo
mexicano, ya sea el político o el de los monopolios económicos.
R. G.: ¿ Quiénes son
los enemigos de ese partido?
O. P.: En primer lugar,
el partido oficial, y con él toda la derecha, es decir el PRI. El PRI quisiera
poder absorbemos pero no ha podido. También están en contra nuestra los partidos
de izquierda tradicionales, como el Partido Comunista.
R. G.: ¿ Quiénes son
los que los apoyarán?
O. P.: Mucha gente que
todavía está en el PRI: obreros, campesinos y burócratas, y también mucha gente
del Partido Comunista y de grupos de izquierda.
R. G.: ¿ Cómo
solucionan el problema económico?
O. P.: Por ahora no
tenemos dinero y pienso que el pueblo mexicano, que es muy pobre, va a tener
que pagar a un partido pobre. Pero esto tiene una ventaja: no tendremos un gran
aparato administrativo. Nosotros queremos tener el mínimo de organización, el
mínimo de ideología y el máximo de movilidad.
R. G.: ¿ Y el gobierno?
O. P.: El gobierno,
debido a las condiciones del régimen, según he explicado en Postdata, ha
iniciado una «apertura» democrática que, incluso, si es incompleta es
saludable, y que nosotros debemos aprovechar para organizarnos.
R. G.: ¿Se podría
comparar la situación mexicana con la chilena?
O. P.: La situación de
Chile es muy distinta. Ellos tienen una tradición democrática que México no
tiene, pero en cambio México tiene una tradición social mucho más avanzada que
la chilena.
R. G.: ¿ Considera la
posibilidad de llegar a ser el presidente de México?
O. P.: No, yo odio la
autoridad.
R. G.: Su participación
en este movimiento político le ha valido algunas críticas; por ejemplo, me
dicen que García Márquez lo ha acusado de ser un hombre del sistema...
O. P.: García Márquez
se hizo el vocero de un grupito de pseudoextremistas que predican, sin tener
las fuerzas ni la posibilidad de hacerla, «¡la revolución ahora mismo!». García
Márquez es un oportunista de la izquierda, un hombre sin ideas políticas, sin
ideas tout court.
Desatadas las
habituales discordias y consecuentes escisiones de la izquierda unida en
México, ante la “idea” de hacer la revolución ahora, Paz comenzó a sentirse no
sólo incómodo, sino inútil.
“Ranas y grillos”
Muchos de sus
comentarios del periodo lamentan la esterilidad de esas disputas. El principal
quizás sea su carta del 19 de enero de 1972 a Adolfo Gilly (preso político en
Lecumberri), que apareció en la revista Plural[5]. En la carta –que es una
teoría del partido político, un denuesto del PRI, un ensayo histórico sobre la
izquierda mexicana y una reseña del libro de Gilly La Revolución interrumpida–
Paz argumenta en favor del proyecto político en cuestión con las mismas ideas
que se citan en el relato de la DFS. Se pregunta –y a Gilly– si será factible
crear una “alianza popular” y afirma que sí: una alianza popular que Paz
identifica con el modelo del presidente Cárdenas (en una nota posterior, de
1992, se arrepiente de haber escrito eso, pues el modelo de Cárdenas implementó
“el carácter corporativo del partido gubernamental”). Pero en la carta a Gilly
aún cree que menospreciar la herencia de Cárdenas y desear “comenzar todo de
nuevo” es insensato y conducirá a un ridículo peor que el que lograron los
comunistas en tiempos de Cárdenas, cuando acabaron como “furgón de cola del
lombardismo”.
A unos meses de haber
propuesto la consulta popular, es obvio en la carta que Paz se harta velozmente
de “la minúscula orquesta crepuscular de ranas y grillos que toca una delirante
musiquita en las afueras de la realidad” cuyo sonsonete es el mismo de García
Márquez, “¡la revolución ahora mismo!” si bien “su verdadero significado, lo
que llaman los psicoanalistas el contenido latente, es el suicidio político”.
En septiembre de 1972,
en “El escritor y el poder”, también en Plural, parece referirse de nuevo al
proyecto:
Pensar en una
transformación revolucionaria es quimérico y suicida dentro de la perspectiva
nacional e internacional. La otra posibilidad —la violencia reaccionaria— no es
nada remota aunque, todavía, no es inmediata. Todos debemos luchar contra ella.
Ahora el régimen intenta la reforma del PRI y del sistema. Tampoco es una
verdadera solución. La solución consiste en el nacimiento de un movimiento
popular independiente y democrático que agrupe a todos los oprimidos y
disidentes de México en un programa mínimo común. Como ciudadano soy partidario
de ese movimiento. Como escritor mi posición no es distinta ni contraria sino,
valga la paradoja, otra. Como escritor mi deber es preservar mi marginalidad
frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma. Contra el
poder y sus abusos, contra la seducción de la autoridad, contra la fascinación
de la ortodoxia. Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el
capítulo de los doctores de las Santas Escrituras revolucionarias[6].
Aún más tarde, en 1973,
aporta un resumen tajante del problema: “hay un anquilosamiento intelectual de
la izquierda mexicana, prisionera de fórmulas simplistas y de una ideología
autoritaria no menos sino más nefasta que el burocratismo del PRI y el
presidencialismo tradicional de México” (a la facción derechista la despacha
más rápido: “no tiene ideas, sólo intereses”)[7]. Otros amigos –sobre todo
Fuentes y Fernando Benítez– se habían sumado a la “apertura democrática” de
Luis Echeverría. Así pues, Paz decidió irse con su música a otra parte, es
decir a su trabajo intelectual y a la revista Plural (que había aparecido en
octubre de 1971); a ganarse la vida enseñando –tenía que pasar seis meses al
año en Harvard– y, finalmente, a poner en práctica su convicción de que era
necesario abrir la televisión a los intelectuales.
Dejó de asistir a las
reuniones de Castillo y habrá observado, con fastidio, que se cumplía el
sonsonete: el tradicional llamado a “la unidad de la izquierda” se desbarató en
alaridos; el Partido Comunista agravió a Castillo llegando a insinuar que trabajaba
para Echeverría[8]; otros desunidos fundaron el Partido Socialista de México,
los trostkistas crearon su PRT y los maoistas el MOS y sus disidentes el MAUS
(es en serio), y un largo ferrocarril de acrónimos infecundos. Y luego el mismo
Castillo decidió que el partido –al que llamo en 1974 el Partido Mexicano de
los Trabajadores (PMT)– sería un
“partido de masas”…
No hay –hasta donde sé–
una historia completa del episodio, si bien en su libro Octavio Paz en su siglo
(México: Aguilar, 2014), Christopher Domínguez Michael aporta una lectura
pertinente en el capítulo 10, “El ogro y el peregrino”, (páginas 379-380).
Cuenta que todavía en marzo de 1974, en Plural, una nota sin firma en las
sección “Letras, letrillas, letrones” (que escribía Paz) encomiaba la creación
de un movimiento democrático “que recoja lo que todavía está vivo de la doble
herencia del socialismo internacional y de la Revolución mexicana” y saludaba
–agrega Domínguez Michael– “los sanos esfuerzos que realizaban Castillo y
Vallejo”.
La ira de Castillo
El ingeniero no parece
haber perdonado a Paz su decisión de distanciarse del proyecto. En un iracundo
comentario de 1990 titulado “La experiencia de la libertad” (el título –con
ánimo paródico– del “Primer encuentro de Vuelta” que Paz había convocado en
1990 y que se transmitió por televisión[9]) Castillo censuró la –según él--
convicción de Paz en el sentido de que “las izquierdas en el mundo no tienen
otra cosa que hacer que abjurar de su fe en el socialismo y en las ideas y los
ideales de Carlos Marx”. Lo acusó de haber olvidado “su efímera participación
en ese esfuerzo por construir un nuevo partido” y de no haber explicado nunca
por qué se retiró. Lo acusó también de haber hecho a un lado su teoría de que
el intelectual debe estar lejos del Príncipe: “su cercanía y su permanente
elogio de Carlos Salinas lo hacen aparecer ante los ojos del pueblo cerca y al
lado del Príncipe.” Luego cita in extenso el proyecto del nuevo partido en
1971, en el que se exigía democracia, libertad política y justicia social, y
acusa a Paz de haber dejado de criticar al “imperialismo norteamericano”, al
Fondo Monetario Internacional, a la desigualdad y a la injusticia, y de creer
que la solución del mundo subdesarrollado “está en entregarse a quienes saben manejar
la economía desde la iniciativa privada”.
Según Castillo, Paz y
otros participantes en el encuentro han dejado atrás “esas ideas que hablan de
la explotación del hombre por el hombre” y creen que “el socialismo ha
fracasado y llevado a la ruina las economías de las naciones donde se
instauró”. Le molestó particularmente que Paz borre “los logros económicos” de
China, que ha “superado un atraso feudal que hacia que sus habitantes no
pudieran comer una vez siquiera al día.” Castillo no menciona la “Gran
Hambruna” que mató a 50 millones de personas entre 1958 y 1961, ni la
“Revolución Cultural” que entre 1966 y 1976 mató a 3 millones, ni tampoco la
matanza de Tiananmén del año anterior, 1989. Más que esos reveses, para
Castillo lo importante era
la educación elemental,
los servicios médicos para la mayoría, el trabajo productivo para casi todos,
la ausencia de pordioseros, el desarrollo del deporte, el mejor nivel
intelectual de los niños y jóvenes nacidos en esas naciones, alimentados
suficientemente, todo eso es nada. El fracaso absoluto. La alternativa es el
capitalismo moderno. La reprivatización de todas las empresas estatales. Así de
simple.
Su conclusión fue que
el hombre que en 1971 había participado en el “Comité Nacional de Auscultación
y Coordinación” ya no entendía la libertad: “la libertad para Paz es su
libertad, no la de los demás.”
Hasta donde sé, Paz no
le contestó, o por lo menos no directamente, pero unos meses más tarde, en
noviembre de 1991, evocaría la atmósfera de veinte años atrás:
Tampoco era alentadora
la situación política, moral e intelectual de México en 1971. Aunque la
revuelta de los estudiantes, tres años antes, fue reprimida con saña, había
estremecido al sistema político mexicano. Para los líderes juveniles y para sus
maestros, los intelectuales filomarxistas, el sacudimiento era el anuncio de
una transformación revolucionaria. Unos tenían los ojos puestos en Cuba, otros
en Moscú y otros en Pekín. Para nosotros, en cambio, era un signo de la madurez
de la nación y anunciaba el comienzo de la descomposición del sistema político
mexicano, instaurado en 1929 con la fundación del Partido Nacional
Revolucionario (hoy PRI).
La opción por la que se
inclinó, escribe[10], fue la revista Plural en la que “iniciamos la crítica del
partido hegemónico y de las taras y mentiras que corrompen a nuestra vida
política” desde la óptica independiente de cada colaborador, pues “no somos un
partido político”, pero unidos en “la convicción de asistir a un proceso, largo
y sinuoso, encaminado hacia la democracia y el pluralismo”. Claro, tal conducta
no complació a todos:
Nuestra actitud nos atrajo la doble enemistad de los
jerarcas del PRI y de los intelectuales de izquierda, los primeros empeñados en
defender el statu quo, los segundos empecinados en su programa revolucionario.
Unos y otros han cambiado; mejor dicho, la realidad los ha cambiado: los
dirigentes del PRI hoy aceptan que su partido, so pena de desaparecer o
provocar estallidos, tiene que transformarse, romper sus lazos con el Estado y
democratizarse radicalmente; por su parte, los intelectuales de izquierda
declaran con ostentación y a veces con intolerancia sus convicciones
democráticas y pluralistas, aunque todavía abundan entre ellos los defensores
de Castro y de su tiranía. Nos satisfacen estas declaraciones pero nos
repetimos, con cautela, el refrán: del dicho al hecho hay mucho trecho.
[1] Hay consenso de los
estudiosos en el sentido de que el redactor del “llamamiento” fue Carlos
Fuentes.
[2] Recogida en su
correspondencia, Jardines errantes, p. 214.
[3] Se recoge en
Miscelánea III, volumen 15 de las Obras completas, p. 472 y ss.
[4] En la edición –que
ya no alcanzó a revisar Paz– dice Heberto Padilla.
[5] “Burocracias celestes y terrestres”. La
recogió en Miscelánea II, volumen 14 de las Obras completas, p. 296 y ss.
[6] En El peregrino en su patria, volumen 8 de
las Obras completas, p. 549 y ss.
[7] “Presente fluido”,
ibid, p. 334 y ss.
[8] “PMT: Treinta años
después”, después sin autor, en la revista Proceso (12 de septiembre de 2004).
[9] Véase la crónica
del encuentro que escribió Christopher Domínguez Michael: En Miscelánea II,
volumen 14 de sus Obras completas, Paz recogió su discurso inaugural y un
balance final (p. 369 y ss).
[10] “Repaso” (en el
número 180 de la revista Vuelta), noviembre de 1991. Se recoge en El peregrino
en su patria , volumen 8 de sus Obras completas, pp.571-575.
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