miércoles, 23 de octubre de 2024

SOBRE LA PSICOPATOLOGÍA DE LA ESCRITURA (PILAR GONZALES; PRIMERA PARTE) DESDE EL JARDIN DE FREUD

 

Hace ya muchos años tuve la ocasión de trabajar con muchachas delincuentes recluidas en un centro de reeducación. Allí me sorprendió encontrar una gran inci­dencia de dificultades en el aprendizaje de la lecto-escritura, lo que técnicamente se llama dislexia, en estas jóvenes que estaban fuera de la ley. Eato me llevó a preguntar­me si existía una relación entre ser disléxico y estar fuera de la Ley (esta vez con ma­yúscula). A no ser que la primera condición se debiese a un factor hereditario o a la presencia de un gen específico, que hace pocas semanas dicen haber descubierto y que ya había sido postulado por Halgreen. El hecho de que la lecto-escritura sea un descubrimiento relativamente reciente en la historia de la humanidad me hace poner en duda dicho gen, pero principalmente esta hipótesis: la letra preexistiría en el in­consciente -donde no hay genes-a la escritura propiamente dicha. Ahora bien, en la medida en que el lenguaje es la condición del inconsciente y que éste es lo que caracteriza al ser humano, ¿podría decirse que existen seres huma­nos en los que no aparezca la letra, sin caer en una gran contradicción? ¿Habría seres humanos que no se caractericen por lo que caracteriza a los seres humanos? ¡Empecemos por definir la dislexia, término en el cual se incluyen tanto las dificul­tades en la adquisición de la lectura, como las de la escritura!  ortografía. Es obvio que si un niño en edad de aprender a hacerlo, sin daño cerebral que se lo impida, déficit telectual marcado o ausentismo escolar prolongado, no lo 10brra, hablaremos de disle­xia. Pero, inversamente, algunos acceden a la lecto-escritura a pesar de todos estos r inconvenientes, sumados incluso a la falta de estimulación familiar e institucional !. Centrándonos concretamente en los trastornos relativos a la escritura, encontra­ mos que los más frecuentes son: ¡ ~ , -Inversiones "verticales" (\;j) -Inversiones "horizontales" estáticas (p-q; b-d) o  kinéticas -Repeticiones de letras o sílabas, agregados, modificaciones (supresiones, reem­plazos o  mutilaciones de las mismas) -Confusión en el número -Confusión en el género -Confusión en el tiempo de los verbos -Confusión de mayúsculas y minúsculas -Confusión de fonemas sordos y sonoros (p-b; t-d; k-q/g) -Errores en la puntuación -Dificultades en la segmentación de las palabras.

Errores en el  sentido izquierda-derecha y arriba-abajo del texto -Disgrafía -Disortografía En la mayoría de estos errores incurren todos los niños que inician la lecto-escri­tura y los adultos bajo la  forma de lapsus calami. En cuanto los trastornos asociados con estas dificultades, los especialistas han hallado las siguientes: -Herencia -Factóressensoriales (oído, vista) -Disla teralidad .Esquemacorpciw .. -Desestruttura2i~ espai:io-temporal (ritmo) -Factor figura-fondO de&.: inteligencia -Lenguaje yarticulación'. -Factores afectivos Pero,co~ando los resultados de las diferentes investigaciones, parece que los factores que con mayor frecuencia se encuentran asociados con las dificultades de escritura son la dislateralidad y los trastornos de estructuración espado-temporal (ritmo)1, dificultades que ponen en evidencia la inadecuación del manejo del propio cuerpo en relación con el espacio-tiempo habitado. ¿No contrasta esto con la sensa­ción que producen los animales de habitar perfectamente su cuerpo, de estar en total armonía con él y con cada una de sus partes (como la falta de pudor en ellos lo atesti­gua, por ejemplo), con las destrezas que cada especie despliega sin inhibiciones neu­róticas que las entorpezcan? A no ser que se trate de un animal doméstico pervertido por el lenguaje humano (en estos casos se pueden observar embarazos fantasmas, dificultad de parir sin ayuda humana ...). Para establecer cuáles pueden ser las relaciones de la letra con el cuerpo, tene­mos que retrotraernos a la historia del individuo aún antes de su nacimiento, remitir­nos incluso a  las fantasías de su madre cuando ésta era una niña: entre aquellas forclusiones que todos los seres humanos compartimos, sin ser por ello psicóticos, está la  que concierne a la  diferencia de los sexos, descubrimiento que en el varón, al constatar la falta de pene en la mujer, lo lleva a atribuírsela al efecto de un castigo que puede sobrevenirle también a él. En la niña, "la envidia de pene" se vive como una injusticia cometida por la madre contra ella, al haberla "fabricado" en forma incom­pleta en comparación con el varón, con la consecuente decepción y rencor hacia la progenitora, pero abrigando la esperanza de que le crezca o le salga "eso" tan anhela­do, algún día. Establece entonces una ecuación entre el pene y el niño, que tendrá de mayor y que hará de ella una mujer completa, un andrógino tal como la madre lo fue para ella en su idealización. recurso al padre, que está condenado al fracaso, para la superación del Edipo, es el camino para la búsqueda de un hombre adulto diferen­te al padre cuando también ella sea adulta, fantaseando que podrá proporcionarle lo que a ella le falta. Las representaciones arqueológicas en el acto de dar a luz a un niño de forma fálica, dan fe de ello. En esas condiciones, el rujo de esa mujer, varón o  niña, en la medida en que se espera que ocupe un lugar en donde algo falta, va a simbolizar el falo, que es el signi­ficante de la falta y, por lo tanto, al ocupar ese vacío, se convierte en el vacío mismo. Así, paradójicamente, el deseo materno de que su hijo viva, veruculizado por la mira­da acogedora al nacer éste y los significantes que interpretan sus necesidades deter­minando un sentido, harán que el hijo pierda su ser en aras de colmar la demanda materna. Entonces será hablado antes de estar él mismo en capacidad de hablar y será objeto parcial antes de llegar a  ser sujeto. Es decir que esta madre vista como omnipotente es quien satisface todas las necesidades del hijo gracias a que otorga un sentido a las demandas de éste, formuladas a través del llanto y de los gritos, como "tienes hambre" o "frío" o "estás mojado", incluso a veces sin acertar con la neces.í­dad sentida, como en el caso estudiado por Spitz de los niños que sufrían de cólicos hasta los tres meses de edad, debido a que su llanto siempre era interpretado por la madre como hambre, cuando muchas veces se trataba de la necesidad de descarga de atención, para lo cual habría bastado mecerlo o un chupo2. Entonces, la madre, al satisfacer las necesidades del niño, exige de éste a cambio, supuestamente, que él satisfaga su deseo. De esta manera y en nombre, pues, del amor por su madre, el hijo sacrificará su forma corporal para parecerse a esa falta sin forma definida, es decir, se parecerá a la nada en esa primera identificación mortal. Para apropiarse de ese cuerpo, que por lo tanto no es suyo de entrada, el niño de­berá reconocerse gracias a las pulsiones escópicas en la superficie plana de un espejo, con la presencia de la madre, cuya imagen también responde a las mismas condicio­nes de reflexión, lo cual permite que él reconozca su propia imagen, después de ha­ber dejado de ser real o imagen de otro. Pero esa apropiación de su imagen no significa todavía la diferenciación del cuerpo de la madre que el contacto físico fre­cuente propicia, aunque sí plantea ya el dilema entre ser o no ser... el falo, por la ame­naza que la identificación con éste implica en tanto pérdida del ser. Esta situación exige una resolución y en esto el padre tiene un papel protagónico esencial al apare­cer como rival pero, principalmente, como aquel que rescatará al infante de la situa­ción de inminente peligro ante la cual se encuentra. Las ausencias de la madre son indicadoras de que el hijo no la  satisface totalmente, de que el deseo de ella está en otro lado y que el padre tiene mucho que ver en ello. El conflicto entre tener que re­nunciar a la madre devoradora para poner a salvo su cuerpo yla constatación doloro­sa de que el padre se ha interpuesto entre ellos 00 cual por otra parte es salvador), inicia la metaforización del Nombre-del-Padre que consiste en la sustitución del sig­nificante fálico o del deseo materno por el del Nombre-del-Padre, con lo cual se la cadena significante inconsciente. La entrada en el lenguaje es aquí determinante: "A partir de que habla, a partir de ese momento exactamente, no an­tes, entiendo que hay represión,,3. compromiso del niño con la lengua, que le va a permitir hacer ciertas diferenciaciones lingüísticas, cuyo prototipo es el famoso jort-da, hará al sujeto responsable de su inscripción en la neurosis, la psicosis o la perversión. En cuanto al deseo de ser el falo de la madre, si bien va a ceder su lugar al de te­nerlo o no, según que la opción sea masculina o femenina, hará que el objeto llamado "perdido", que no 10 está sino en la retroacción, en últimas, sea siempre la madre. Esto llevó a Lacan a postular que el deseo de retornar a la fusión simbiótica inicial mostraría cómo, al fin y al cabo, toda pulsión es pulsión de muerte. Esta asociación entre madre y muerte encuentra múltiples expresiones en el campo de la literatura y del arte en general y, dentro del psicoanálisis, el mismo autor afirmó que el sujeto tenta volver a encontrar la imago de la muerte en ciertas formas de suicidios "no vio­lentos" como la anorexia mental, el "envenenamiento de algunas toxicomanías" por vía oral o el "régimen de hambre de las neurosis gástricas,,4. También ciertos rituales funerarios evidencian esta misma búsqueda: "Yo quiero que a mí me entierren como a mis antepasados, en el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro"s. Esta teorización era el preámbulo para llegar a nuestro tema: el de la escritura. represión de la significación fálica del propio cuerpo da lugar a la aparición de la ima­gen corporal que en los sueños y otras formaciones del inconsciente aparecerá en forma de letras; letras que son como las sucesoras en el inconsciente de los signifi­cantes del Otro materno. La predominancia de imágenes visuales en el sueño acentúa esa correspondencia con dicha imagen. Es como si cada noche, al dormír, tuviéramos que volver a satisfacer la demanda materna a la vez que nos regocijára­mos al volver a  formar parte de esa totalidad ilusoria, en esa ref,rresión mortaL como si "dormir fuera morir un poco". nombre de "letra" se debe a la posibilidad, que Freud entrevió por primera vez hacia 1900 en la Traumdeuttmg, de ser leída combinada con otras, a la manera de los jeroglíficos egipcios, a partir del relato de los sueños de los pacientes, para lo cual es operación indispensable el desprenderse de la imagen, visual en este caso. ~ :: ""';. :-­1 U....."11/1\\" ... •UN SOL DADO En este acertijo gráfico, comparable al jeroglífico, tenemos tres letras del saber inconsciente que pueden escribirse con nueve alfabéticas y que, para su lectura, re­quieren el paso de la imagen visual a la auditiva. Si un paciente sueña con un autómata, por ejemplo, el significado de lo que eso es nos va a conducir por un camino errado; la repetición de esta palabra por parte del analista puede llevar en cambio a que se escuche "auto" y "mata", por ejemplo, y re­mitir a un accidente automovilístico o a una idea de suicidio. Por esta vía puede irse comprendiendo por qué un niño en edad escolar puede encontrar dificultades para abordar la escritura, cuando otra escritura previa la está parasitando, por decirlo así, o por qué todos en algún momento cometemos lapsus calami cuando de esta actividad se trata. dibujo, del cual Cocteau decía que era escritura, pero anudada de otra manera, y que sin excepción ha precedido en todas las culturas a la escritura propiamente di­cha, es también la primera expresión gráfica en el infante y ofrece cierta uniformidad universal. "La imagen del cuerpo -antes del Edipo-puede proyectarse en toda representa­ción sea cual sea y no solamente en las representaciones humanas. Es así como un modelaje de cosa, de vegetal, de animal o de humano, es a la vez la imagen del que di­buja o  modela, y la imagen de aquellos que él dibuja o  modela tal como los quisiera conforme a lo que se permite esperar de elJos,,6. En este sentido, los dibujos de arte rupestre, que casi siempre se encuentran en lugares inaccesibles como grutas o sitios muy altos, ¿no nos están indicando que esa primera escritura que es el dibujo no tiene tanto la finalidad de comunicar algo a los otros, ni siquiera a los dioses, como mostrar que está habitada por lo sagrado, por el misterio que significa el sacrificio del propio cuerpo? ¿No es algo similar a lo que ocurre en el sueño, cuya finalidad no es portar un mensaje, al menos en primera ins­tancia, sino cifrarlo para preservar el cuerpo que, sin dormir, moriría? El disfrute de dibujar muestra entonces, para todos los niños, no la necesidad de comunicación sino la de autorrepresentarse ante todo, de demostrarse que son po­seedores de su cuerpo. A veces estos dibujos se tornan en regalos y, como las pintu­ras rupestres, son una ofrenda al Otro para pedir perdón por la deuda incumplida. Otras veces, inconsecuentes con el nivel que el sujeto ha alcanzado para desenvol­verse en la vida, se reducen a formas fálicas evidentes o a garabatos que apenas alcan­zan la abstracción de lo humano, como para congraciarse con esa figura idealizada. Antes de emprender la escritura propiamente dicha, las letras son dibujadas y, por lo tanto, antes de ser simbólicas lo que prima en eUas es la imagen y en esa medi­da evocarán la propia. Esto sucede durante un tiempo más o menos largo en todos niños, pero la persistencia de la imagen sobre lo simbólico caracterizará al disléxico. Para Pommier, "si el cuerpo de las letras aisladas tiene la misma significación que la del cuerpo, ¿su escritura no será la ocasión de un horror particular (el de la pesadi­lla por ejemplo), ligado a su formalización, independientemente de su uso? La posi­ción de la  letra en el saber inconsciente ¿no tendrá consecuencias cuando haya que leer o escribir efectivamente? efecto, habrá que representar de nuevo visualmen­te las leyes de composición del significante que fueron actividades en el momento de la entrada de la palabra. Si la letra reside primero en el inconsciente, a título de una re­presión ocasionada por la antiymodificación desde el punto de vista de su ubicación en el fantasma. Otra particula­ridad que la diferencia del síntoma es que no procede de la represión y en este senti­do puede presentarse en todas las estructuras, siendo fundamental en la psicosis como forma de enfrentar el vacío del Nombre, al anudarlo con los Nombres del Pa­dre, y para ello la firma de la obra es esenciaL Habría una homologia entre la literalidad, como escritura de las formaciones del inconsciente alrededor de un hueco, de un vacío, y la creación: "Todo arte se caracte­riza por un cierto modo de organización alrededor de este vado,,12. Vado que, re­cordémoslo, fue lo que primero habitamos y donde el espejo, con la mirada del Otro, nos pudo rescatar; es aquello que volvemos a encontrar en la hoja blanca que espera nuestra escritura o la pantalla del computador. De allí la angustia que nos embarga porque nos recuerda la  de la  castración. La sublimación, en la medida en que cons­truye una distancia que nos separa de la identificación posibilita recrear esa identificación pero desexualizándola, aunque siempre, de alguna manera, será antro­pomórfica. Cuando nuestra obra se presenta ante el espectador, en particular nues­tro escrito, ¿no sirve de que nos asegura que nuestra imagen corporal sigue alú? ¿No es ésta también la función del diario íntimo, de las cartas de amor que nos devuelve la libido que hemos colocado en el amado o amada? El amor a los libros, a su olor, el placer del tacto al recorrer su lomo y sus tapas, el deleite visual de sus ilus­traciones, ¿no nos devuelven nuestra imagen perdida? Otro apunte muestra cómo el libro es portador de erotismo: un espectador de ballet clásico comenta a su vecino de palco: "Esa bailarina es una maravilla haciendo elgrand écar/'. Su amigo le replica: "Es que los libros se abren mejor en las páginas más leídas". Para volver a ese vacío central que evoca la castración, ésta resulta la represión sucesiva de la imagen visual de la letra al pasar al sonido del significante en la escritu­ra y de éste a la unión por lo visual cuando se ligan las letras, ya que palabras escritas. al alm"  no son m totalmente  acústicas . castración reviste modalidades: la castración del Otro, a que nos hemos referido hasta ahora, que lleva al sujeto a obturar esa falta sacrificando su propio cuerpo, y la  castración del sujeto, que tiene lugar cuando éste renuncia a ser el falo materno para pasar a identificarse, en el caso del varón, con el padre, su supuesto po­seedor. La niña, dentro de la modalidad del no tenerlo, elige el camino de la identificación con su progenitora   o sustituta. de castración, antes de ser representada en la es­critura, podrá explicarse la existencia de un horror de la letra equivalente a la angustia de castración Su trazado en la hoja blanca podrá ser la fuente de angustia, porque las letras de escritura tienen el mismo valor que las del sueño desde el punto de vista de su formalización. Algunos niños no podrán esbozarlas como tampoco memorizar sin terror a sus hermanas nocturnas. En su trabajo con niños, M. Klein encontró ciertos fantasmas en las letras según su forma. Entre ellas recojo varios ejemplos relativos a la "i": así, para Fritz, "las representan el pene y su camino Oas lineas) el coito. Para Ernst, igualmente la 1 es el pene grande que 'quiere estar solo entre mamá y que él no tiene, y, por lo tanto, debe quitárselo a su papá'. Lisa, por su parte, también ve en la i al pene, un banqui tonto' "s. un chiste, en fin, encontramos el mismo papel de esta vocal. -Me acabo de comprar un Ferrar. -Un Ferrari, querrás decir. que aún me falta pagar la última letra. tanto la i es una letra que mejor que todas evoca una forma fálica, es la más adecuada para remitir a la castración del Otro que exige el sacrificio del cuerpo del hijo, que al escaparse (y no "caparse'') de esta exigencia queda en deuda (la letra por pagar). En la confusión entre el signo gráfico y la letra del sueño vemos el sueño de muchos, es decir, la confusión de registros nos pone en presencia de un síntoma en este chiste, si se puede decir si, cuando la posesión del auto representa la satisfacción de un deseo (el de ser el poderoso falo, el Yo ideal) y el castigo por ello, la muti­lación peniana. En su calidad de vocal, la i está más predispuesta a manifestar el goce que las consonantes; de ahí su prohibición en ciertas épocas de la historia. Renunciar a lo imaginario de las letras y a ser el falo imaginario de la madre pare­ce ser entonces una condición para acceder a la escritura. Parafraseando a Tajan y Volard, es como si "escribir fuera traicionar a la madre. Se diría incluso que cierta dosis de odio es necesaria para poder tomar distancia de las formas y lograr la unión de las letras y de las palabras entre sí, el significado y la lectura, en tanto que la preva­lencia de las formas aisladas favorece el goce y el retorno de lo reprimido. La sexuali­zación de las letras en el síntoma muestra cómo lo reprimido es simultáneo al retorno de lo reprimido, esto es, la significación fálica del cuerpo. Otro destino de la pulsión, esta vez desexualizado, es la sublimación. Aunque "síntoma" y "sublimación", según Pommier10 no se recubren y lo único común que presentan es la hipótesis de que hay un sujeto y su deseo, puede decirse que tampoco se oponen completamente. En efecto, el síntoma puede implicar la sublimación cuando el goce que le es inherente logra establecer un la:w social. Sería el caso de la escritura precisamente. Otro punto en común que señala el mismo autor1 ! entre sín­toma y sublimación, o acto creativo, es que la pulsión, al introducirse eros, crea nue­vas tensiones difiriendo la cita que todos tenemos con la muerte, a  lo que toda tiende a  fin de cuentas. Pero mientras que el síntoma es pasivo, la sublima­ción es activa y su resultado, la obra creativa artística o intelectual, puede firmarse. Desde el punto de vista lacaniano ya diferencia de Freud, para quien la sublima­ción tiene que ver con el fin inhibido, en tanto que el objeto tiene que ver con la idea­lización, la sublimación implicaría a ambos; particularmente el objeto sufre una modificación desde el punto de vista de su ubicación en el fantasma. Otra particula­ridad que la diferencia del síntoma es que no procede de la represión y en este senti­do puede presentarse en todas las estructuras, siendo fundamental en la psicosis como forma de enfrentar el vacío del Nombre, al anudarlo con los Nombres del Pa­dre, y para ello la firma de la obra es esencial Habría una homología entre la literalidad, como escritura de las formaciones del inconsciente alrededor de un hueco, de un vacío, y la creación: "Todo arte se caracte­riza por un cierto modo de organización alrededor de este vado,,12. Vado que, re­cordémoslo, fue lo que primero habitamos y donde el espejo, con la mirada del Otro, nos pudo rescatar; es aquello que volvemos a encontrar en la hoja blanca que espera nuestra escritura o la pantalla del computador. De allí la angustia que nos embarga porque nos recuerda la de la castración. La sublimación, en la medida en que cons­truye una distancia que nos separa de la identificación posibilita recrear esa identificación, pero desexualizándola, aunque siempre, de alguna manera, será antro­pomórfica. Cuando nuestra obra se presenta ante el espectador, en particular nues­tro escrito, ¿no sirve de que nos asegura que nuestra imagen corporal sigue alú? ¿No es ésta también la función del diario íntimo, de las cartas de amor que nos devuelve la libido que hemos colocado en el amado o amada? El amor a los libros, a su olor, el placer del tacto al recorrer su lomo y sus tapas, el deleite visual de sus ilus­traciones, ¿no nos devuelven nuestra imagen perdida? Otro apunte muestra cómo el libro es portador de erotismo: un espectador de ballet clásico comenta a su vecino de palco: "Esa bailarina es una maravilla haciendo elgrand écar/'. Su amigo le replica: "Es que los libros se abren mejor en las páginas más leídas". Para volver a ese vacío central que evoca la castración, ésta resulta la represión sucesiva de la imagen visual de la letra al pasar al sonido del significante en la escritu­ra y de éste a la unión por lo visual cuando se ligan las letras, ya que palabras. al alma" no son m totalmente tot ente acústicas . Castración reviste modalidades: la castración del Otro, a que nos hemos referido hasta ahora, que lleva al sujeto a obturar esa falta sacrificando su propio cuerpo, y la  castración del sujeto, que tiene lugar cuando éste renuncia a ser el falo materno para pasar a identificarse, en el caso del varón, con el padre, su supuesto po­seedor. La niña, dentro de la modalidad del no tenerlo, elige el camino de la identifi­cación con su progenitora o sustituta.

Pero para que la intromisión del padre tenga un valor estructurante, la palabra de la madre es fundamental: "[...] no es únicamente de la manera en que la madre se aco­moda con la persona del padre que convendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, digamos el término, de su autoridad, es decir del lugar que ella reserva al Nombre-dei-Padre en la promoción de la ley,,14. En el varón, quien sufre en una proporción mucho mayor de dificultades en el aprendizaje de la lecto-escritura, la asunción de la castración no deja de ir asociada con angustias relacionadas con la pérdida de su miembro viril, debido a una confu­sión de registros simbólico/imaginario y, en esa medida, el acatamiento de la Ley que prolube el incesto, la fusión con la madre, tendrá entonces lugar a nivel de las nor­mas que rigen la escritura y si, inicialmente, las letras evocaban el cuerpo desdibujado por la significación fálica y más adelante el horror a la castración, la escritura final­mente puede, en el mejor de los casos, transformarse en objeto de amor como el que, alIado del odio rival por el padre, se ha dedicado a por haber sido quien protegió al hijo del amor devorador de la madre.

Identificarse con el padre es diferente de imitarlo; el asesinato simbólico del pa­dre habrá tenido lugar cuando el hijo pueda desprenderse de él y de su feminización, lo que en el plano de la escritura se evidenciará porque las letras o  sílabas dejarán de estar invertidas horizontalmente, en tanto que la inversión vertical remite a algo más primitivo, a un transitivismo en donde el niño no es aún "yo", es decir que no ha eli­dido su nombre del sujeto del inconsciente, llamándose a sí mismo "Carlitas" o da", "él" o "la niña"; su cuerpo no le pertenece, se ve desde el Otro y la letra ha sido trazada para verla desde el frente. Cuando las letras se pueden ubicar al derecho, pue­de inferirse que el sujeto ya se ubica ante sí mismo con respecto al espejo y al espacio que habita, lo que la utilización arriba/ abajo e izquierda/derecha de la hoja, propias de nuestra escritura, también demostrará. Sin que se trate de manera alguna de una especie de diccionario, salvo si se trata del que tiene el propio paciente, las interpretaciones que siguen deben ser el fruto de sus propias verbalizaciones, tal como se hace con los dibujos, en donde el trazado y las asociaciones son complementarias, dentro de una serie. Por lo tanto, las termina­ciones a/o, que corresponden al género, remiten a la identificación sexual, confusa en estos pacientes. En cuanto a la confusión singular/plural, Bettelheim considera que "uno es uno mismo o  un familiar, dos es otra persona importante ...,,15. La pregunta es ¿hasta qué punto el sujeto ha logrado diferenciarse de los otros?


El tiempo de los verbos, según Schilder, pone en evidencia las dificultades con la propia identificación y obviamente situarse en el tiempo, en tanto que las mayús­culas y las minúsculas parecen evocar respectivamente las relaciones adulto/niño y la ubicación dentro del parentesco; ambos son logros a partir de la superación del Edipo. La confusión de fonemas sordos y sonoros puede estar ligada a dificultades con el esquema corporal, concretamente laríngeo y son "herencia" de otras a nivel de la voz. En cuanto a la puntuación, Porge dice que "el signo de puntuación es una verda­dera historia sin palabras [ ...] No está tomado en una cadena lineal y tiene un papel de escenificación. La conclusión de los lingüistas es clasificarlo como un ideograma. Ciertas modificaciones, la supresión, el reemplazo por un signo "inofensivo" y la mutilación, son los mismos que Lacan18 encontró en los sarcófagos egipcios y que relaciona con el fantasma de "entre-do s-muertes", que halló en sus análisis de dislé­xicos. Al respecto, Allouch recuerda que, dentro de la teología egipcia. la imagen puede albergar al Ka (que se ha asimilado al espíritu), susceptible de cautivar al muer­to19, De al1í que ciertos signos, como el  del león, aparezcan cortados en dos o  tapo­nados de nuevo con yeso, como diciendo: "vé esta imagen trunca, decapitada, tachada, untada de un montón de yeso. ¡Cómo podrías decidirte a venir a habitarla! ¡Hay otras imágenes para ti y no te equivoques sobre el valor de éstas, no están en la pared de esta tumba sino como signos de escritura!" De su lado, Pommier cree que el tachamiento del león como objeto fobígeno de­muestra además que la fobia de la imagen es el primer paso hacia la escritura alfabéti­ca, al borrarse el valor figurativo para aislar la letra como ta120• La segmentación de las palabras puede relacionarse con la puntuación en el  sen­tido que se utiliza en la técnica psicoanalitica, ya que un texto puede prestarse a diver­sas interpretaciones pues no es fijo (ver el texto de la cigarra y la hormiga). Así, en el conocido texto "San Cayetano era un santo. Comía como vestía, pobremente. Dormía sobre una vieja estera. La vida de San Cayetano ...". El desplazamiento de los signos de puntuación, el corte de las palabras en de­terminados lugares, cambia totalmente su sentido, así: "San Cayeta no era un santo. Comía como bestia. ¡Pobre mente! Dormía sobre una vieja. Est'era la vida de San ...". 

Técnica que tanto humoristas como paranoicos o analistas utilizamos en idénti­ca forma, si con finalidades De la disgrafia tan frecuente en los disléxicos, podría decirse que la pintura de­muestra su unión con la letra, muy exactamente en la forma de caligrafía"z ,algo de la alienación del propio cuerpo en su representación estaría mostrándose allí, en lo que seguramente se basa la grafología, ante la cual, por otra parte, Freud era escéptico. La disortografía, en fin, o infracciones de la ortografía usual, es lo que mente se relaciona con la rebeldía ante la Ley paterna y al respecto puede anotarse que Chassagny encontró en los disléxicos perturbaciones en la lámina IV del Rors­chach, que representa al padre. Lobrot, en sus propias investigaciones, detectó en estos mismos pacientes actitudes oposicionistas Gunto con sentimientos de inferio­ridad e inestabilidad e incluso zurdera), que relacionó con el fracaso estadísticamente significativo en pruebas de repeticiones de series (de ritmos, musicales, de cifras ...); repeticiones sobre las que cabría preguntarse si se relacionan con la compulsión a la repetición de la  búsqueda de su propia identidad, a partir del nombre propio, de su propia unidad en virtud del borramiento originario de la Cosa, de la  madre. De allí que para llegar a escribir habría primero que ... borrar a la madre y después borrar al padre. De donde se deduce que el acceso a la escritura sólo tendría lugar después de intensas luchas cuyo resultado final sería la independencia del medio parental, lo que la situaría como una especie de prueba de iniciación, comprobando así que la asun­ción de la castración ha tenido lugar. Primer caso clínico trata de una mujer adulta que en su infancia nunca accedió a la lecto-escritura, pa­sando esto inadvertido en el colegio en donde estudió primaria y secundaria, ya que la mayoría de las lecciones se daban oralmente y porque su prodigiosa memoria le permitía prescindir de las ayudas escritas. Otro síntoma que la acompañó por muchos años fue el apetito voraz, que pro­en ella, a partir de la adolescencia, una obesidad bastante notoria. Sin haberlo hallado nunca en psicoanálisis, el cual emprendió por otros asuntos aparentemente como su sentimiento de minusvalía, de vacuidad, de "no ocupar ningún lugar importante en la vida", el síntoma disléxico desapareció, pero muchos años después, incluso cuando había adquirido cierto "apetito" por lo escrito, la muerte de una figura paterna muy admirada por ella en el plano intelectual la volvió de nuevo "anoréxica de la letra" transitoriamente, no pudiendo escribir más que cartas dicta­das por su jefe, que éste firmaba. En una retoma de su análisis, retrotrae sus dificultades con la letra a la vida de su abuela materna, persona muy inteligente y aficionada a los libros, incluso aquéllos prohibidos que aparecían en el Índice y que ella escondía entre otros más "inocen­tes" para no ser descubierta. Este esfuerzo fue vano, pues lo temido sucedió: fue descubierta y esto no sólo le valió la reprobación familiar sino que también vino la censura pública desde el  púlpito del cura del pueblo, por lo cual tuvo que irse a otra ciudad donde nadie la reconociera. Su hija, o sea la madre de la paciente, heredó esta afición por la lectura e incluso ocupó el lugar de maestra de su marido en la iniciación literaria, algo lejano a la carrera de él. Como esa actividad se ejercía en pijama, en la cama, ello sin duda contribuyó en buena parte a su erotización para la paciente, de tal forma que leer se convirtió en fuente de una gran excitación sexual que acaba por impedírselo pues se tornaba en un temor de quedar atrapada por las letras, en un goce insoportable que la llevaría incluso a perder a su familia. Retomando algunos puntos teóricos anotados anteriormente para anudarlos con este caso, encontramos aquí la oposición de dos destinos de la pulsión, uno se­xualizado (la bulimia) y otro desexualizado (la sublimación). En cuanto al primero, si aceptar la comida es una forma de dar satisfacción a la madre, a su anhelo de tener una niña "hermosa", en su doble sentido de "bonita" y "gordita", ¿esta niña no estaría encarnando el falo en todo el  esplendor y volumen que la madre desea pero a cambio de su auto aniquilación, pues, al ocupar un espacio hueco no puede ser más que vacío, lo que corresponde exactamente al sentimiento de esta paciente en la vida, sin que por otra parte, esto sea un obstáculo para desem­peñar el papel de matrona en su medio familiar amplio, participando así de la omni­potencia atribuida al Otro materno? La represión de la pulsión oral, su desexualización después de varios años de análisis, posibilitó una salida sublimatoria que, como siempre ocurre, no se efectuó de una vez por todas, sino que era esporádica: se dedicó al diseño del vestuario típico de unas muñecas sumamente estilizadas y en un par de ocasiones, sin que la arquitec­tura fuera su vocación, elaboró los planos de la casa de campo y de la ciudad de sus padres con gran acierto. Si el arte "se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de [un] va­cío", como dijimos, tanto los trajes como las casas corresponden a esta definición: el traje como segunda piel de nuestro primer hábitat, el cuerpo, en tanto atravesado por el significante. Sobre la casa, citaré a Freud: "La escritura es originalmente el len­guaje del ausente, la vivienda, un sustituto del seno materno, esa primera morada, siempre añorada probablemente, en la que uno estuvo seguro y se sentia tan bien,,24. Esto nos conduce al síntoma transitorio que sufrió la paciente ante la muerte de esa figu­ra paterna. la medida en que evoca el síntoma de la paciente, la ínterpretaremos a tra­vés de un acertijo, relativo a la pérdida de una letra que traduciremos a continuación ,. francés: •  

"Cher i (ehén)) depuís que tu es partí) mon orthographe est earrément nulle".

 "Querido i (querido), desde que te marchaste, mi ortografía es decididamente nula".

Este fue un síntoma histórico que le ocurrió por un error de imprenta a la pala­bra orthographie, escritura antigua de la actual orthogaphie y que no por casualidad reca­yó exactamente sobre la palabra que remite al arte de escribir correctamente, en la i como vimos, representa imaginariamente al pene. De otro lado, esta pérdida evoca a su vez el mito egipcio de Osiris, a  quien su enemigo desmembró en quince pedazos que su esposa Isis logró recuperar para ar­marlo de nuevo, salvo uno: su miembro viril.

La pérdida en lo real de esa persona, en cuyo nombre aparecían dos íes, produce en la paciente el efecto de repetir o hacerle revivir la ausencia del padre como agente de la castración, ya que en su relación con su esposa y madre de la paciente el padre hacía las veces de hijo de esta quien llamaba "mamita". Al no poder representar la Ley no sólo afecta lo escrito en la paciente, sino que la de, resuelve a la significación fáli­ca aniquilando su deseo de ser (goce del cuerpo como tal, es decir como asexuado) al perderse de nuevo en el Otro, no siendo, no naciendo. El síntoma, que sería la tran­sacción entre el goce de satisfacer a la madre completándola y el castigo por ello a través la imposibilidad de acceder a la letra, era para la paciente su rechazo a leer que no era deseada, a leer el deseo de muerte de sus padres hacia ella. La muerte del "otro padre", inversamente, remitía inevitablemente a la lectura.

SEGUNDO CASO CLÍNICO 

No entraré en detalles en este caso, sólo diré que sufría de insomnio o, si lograba dormir, de atroces pesadillas cuando antes de acostarse no se había dedicado al tra­bajo intelectual, esto es, a leer y producir algún escrito. Pero la concentración en este tipo de trabajo a veces se le hacía imposible, debido a ideas de tipo persecutorio que lo agobiaban; sin embargo, cuando era capaz de neutralizarlas dedicándose a escri­bir, por ejemplo, podia incluso sacrificar sin mayores consecuencias varias horas de sueño durante las cuales las pesadillas estaban ausentes. Este descubrimiento lo llevó a hacer esfuerzos para, a pesar de todo, defender su trabajo intelectual fuera del se sentía presa del total sin sentido. La escritura en la psicosis tiene como función ser un síntoma, una prótesis que anude lo simbólica, lo real y lo imaginario; pero también poderse hacer un nombre, como en el caso de Joyce (cuyo padre no ejerció su función), poder "hacer obra de la letra, lo que lleva a que su nombre pueda escribirse "Yo-hice".

CONCLUSIONES 

"El autoanálisis de Freud era una writing-cure y creo que es por eso que falló. Escribir es diferente de hablar. Leer es diferente de oír. La writing-cure, no creo en ella. ¿Qué es lo que quiere decir tener que escribir? Literatura, seguramente ... una chifladura", de­cía Lacan en la conferencia en Yale.

 Quizás escribir, como en el caso del paciente de las pesadillas, no sea la pana­cea, pero no cabe duda. de que la actividad sublimatoria implícita en la escritura, que el psicoanálisis propicio sin que éste sea su objetivo ni sea necesario para que tenga lugar, es un freno contra el goce que amenaza con la disolución del propio cuerpo que, el Otro voraz exige, cuando se convierte en presa de lo real sin senti­do de lo sexual. Y en el caso concreto de la psicosis, la actividad sublimatoria, val­ga por caso la escritura, ¡al facilitar el anudamiento imaginario con lo simbólico y lorea!, asegura nada menos que la existencia. La firma, indispensable, de la obra, viene a subsanar el vacío del nombre, tal como lo dice Pommier. En 10 que concierne al síntoma, si puede ser leído, es porque está inscrito en un proceso de escritura; inversamente, la escritura sería un síntoma en que la letra, como se vio, ya que es una formación del inconsciente, es goce cifrado. El neurótico viene a octurar con su síntoma  real no simbolizable, separándose de ese real y lle­gando a identificarse con él, modificado, mientras que para el psicótico el síntoma es una suplencia que le permite.fundonar, logrando un final de análisis aceptable si, tanto el neurótico como el psicótico, logran acceder a la modesta pero no siempre sencilla meta que Lacan propone para el  psicoanálisis: "cuando el analizante piensa que es feliz por vivir, es suficiente . 

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA  




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