sábado, 21 de diciembre de 2024

QUERIDAS LECTORAS, QUERIDOS LECTORES (ANAGRAMA DICIEMBRE 13 DEL 2024)

 


«Muchos lo ignoran, pero en el infierno hay un lugar reservado para quienes empiezan sus artículos con una cita», escribió una vez Francisco Casavella. Nosotros, que no tenemos al infierno, nos permitimos comenzar esta newsletter con las inspiradas palabras que pronunció cuando recibió el Premio Nadal en 2008 por Lo que sé de los vampiros: «Que todo es terrible, pero nada es serio; que no hay demasiada esperanza, pero todo es una especie de broma; que nada es blanco o negro, sino que todo es blanco y negro... como algunos gatos, se me ocurre ahora».

Hoy queremos hablaros de este autor excelente, inalcanzable, ‘cazador de paradojas’, como definió a los novelistas en una ocasión; un autor maldito y apasionado, un escritor mítico y un mito escritural. Nacido en Barcelona el 15 de octubre de 1963 bajo el nombre de Francisco José García Hortelano, utilizó como pseudónimo el apellido de su abuelo materno, Casavella, para distinguirse de su admirado Juan García Hortelano, el autor de El gran momento de Mary Tribune. Francisco Casavella se dio a conocer en los años ochenta como articulista de prensa en revistas de cine y de música, aunque no fue hasta 1990 que sorprendió al público con El triunfo, su primera novela, ambientada en el Paralelo barcelonés y con la que ganaría el Premio Tigre Juan. Después llegarían sus novelas Quédate (1993), Un enano español se suicida en Las Vegas (1997), El secreto de las fiestas (1997) y, antes de Lo que sé de los vampiros (2008), su obra más reconocida: la trilogía El día del Watusi (2003), tres novelas colosales y fundacionales que retrataban una Transición repleta de escándalos políticos y financieros, así como una Barcelona «destruida, sonámbula, corrupta», una ciudad de bajos fondos, canalla, protagonizada por personajes picarescos y arribistas, y que sería un escenario recurrente en su escritura verborreica, divertida, tierna, aventurera y subversiva. En palabras de Kiko Amat, Casavella era «un submarinista nato del inframundo».


Poco podíamos imaginar, cuando pronunció el discurso de aceptación del Premio Nadal en 2008, que moriría en diciembre de ese mismo año, debido a un infarto, poniendo así un fin apresurado, doloroso e injusto a un talento y un oficio enorme.

Desde entonces, Casavella y su obra se han convertido en una figura icónica del malditismo –algo que, al parecer, siempre detestó–, y han vivido un proceso de recuperación que ha incluido la adaptación cinematográfica en 2010 de su novela El idioma imposible (la tercera parte de El día del Watusi, dirigida por Rodrigo Rodero); la exitosa adaptación teatral de la trilogía, el año pasado, por parte de Iván Morales, en un montaje protagonizado por Enric Auquer; así como la reedición de su obra por parte de Anagrama, comenzando por la publicación en 2016 de El día del Watusi en un solo volumen (con prólogos de Carlos Zanón y Kiko Amat y un epílogo de Miqui Otero) y continuando con sus otras novelas, hasta la recuperación reciente de Lo que sé de los vampiros, una obra ambientada en el siglo XVIII que nos invita a conocer los claroscuros de los grandes acontecimientos históricos.

Desconocemos si, en un rocambolesco juego de contrarios, acabar este texto con otra cita nos podría llevar de vuelta al cielo. Sea como fuere, nosotros queremos abrazar la paradoja y cerrar esta newsletter con sus palabras: «La mejor herencia que puede tener el ser humano es ir cogiendo lo mejor de alguien que ha desaparecido y transmitírselo a una generación venidera». Amén.

PILDORAS 

PARA ESTE DÍA

Fiesta de presentación de El triunfo en Nick Havanna

Cuando en 1990 Francisco Casavella publicó El triunfo, su editorial, Versal, organizó una fiesta rumbera en la sala Nick Havanna que contó con las actuaciones, entre otros, de Chipén, Estrellas de Gracia, Ramonet y Los Pocholos (llegaron a coincidir hasta veinte músicos en el escenario). Un verdadero fiestón, muy en consonancia con el espíritu del libro, y que quedó inmortalizado en este vídeo.

Anoxia, Libro del Año Región de Murcia

El escritor Miguel Ángel Hernández ha sido merecedor del premio Libro del Año Región de Murcia por Anoxia, publicado en 2023. La novela se pregunta cuál es nuestra relación con los muertos a partir de un excéntrico anciano obsesionado con recuperar la antigua tradición de fotografiarlos. El premio está dotado con 4.000 euros y se entregará el 19 de diciembre de 2024, a las 18.30 horas en el Hemiciclo de la Facultad de Letras de la UMU. ¡Muchas felicidades, Miguel Ángel!


Entrevista con Juan Tallón, por Elena Hevia

Invitamos al novelista Juan Tallón a charlar con la periodista Elena Hevia alrededor de El mejor del mundo, la última obra del escritor gallego, en el Bar Buenavista de Barcelona. En la conversación hablaron tanto de la nueva novela como del anterior libro de Tallón, Obra maestra, y también de otros temas como la lectura o la relación entre escritura y periodismo. Podéis ver el vídeo resultante aquí:  Se encuentra en yotube.

«El Watusi» de Ray Barretto

La vinculación de Francisco Casavella con la música es inmensa y prolífica, tanto en su vida personal –como melómano y crítico musical– como en su obra. En El día del Watusi las referencias son tan numerosas como colosal es la obra (hay más de ciento veinte canciones referenciadas, que podéis consultar aquí), pero hay una que sobresale por encima de todas las demás, y que es la que da nombre al título: «El Watusi» de Ray Barretto. En la misma novela se habla así de ella: «¿Cómo resumir la canción? No la transcribiré. El verdadero gancho es el ritmo contagioso, la alegría musical. Pero eso ya lo conocía. Lo inquietante, por ridículo, era el contenido, las frases que yo había estado buscando durante tantos años esperando un complemento, palabras para algo que sentía». Con ella os dejamos.

sábado, 7 de diciembre de 2024

DORIS PARA LA MEMORIA

Ana Bejarano, abogada de muchos kilates, excelente columnista, con una agudeza, rigor y honestidad excepcional, nos entrega desde la revista cambio, este merecido homenaje a la escultora colombiana Doris Salcedo, quien siempre nos sorprende por sus bellas, disientes y adoloridas instalaciones, que como catarsis nos recuerdan muchos de los eventos violentos desde el dolor de la victimas. Cesar H Bustamante.


 ¿Quién

dice que se nos murió todo

cuando se nos quebraron los ojos?

Todo despertó, todo comenzó.


Con todos los pensamientos me fui, Paul Celan.

 


El mundo premia de nuevo a la maestra Doris Salcedo. La familia imperial de Japón le otorga el Praemium Imperiale, el más importante reconocimiento de las artes en el mundo. Salcedo es una escultora que ha hecho historia y tristemente es en el extranjero en donde más se le ha aplaudido.


Imagen Doris Salcedo

La maestra Doris Salcedo es la primera colombiana en recibir el Praemium Imperiale y comparte el podio con artistas como Yo-Yo Ma, James Turrell, Martin Scorsese, Placido Domingo, Francis Ford Coppola, Judi Dench y Sofia Loren.

A su prolífica obra la entrelaza el ejercicio de empatía que impulsa cada instalación, acción colectiva o pieza intervenida. Su interés por escuchar, recoger, inspirarse y contaminarse del contexto se plasma en los centenares de trabajos de campo que desde hace décadas nutren su trabajo.


Ese deseo de sumergirse en el sujeto que la ocupa tal vez empezó con una serendipia que marcó su vida y la del país. Tras regresar de Nueva York, en donde se hizo maestra en Bellas Artes, trabajaba en la Biblioteca Luis Ángel Arango a tres cuadras del Palacio de Justicia. El 6 de noviembre de 1985, cuando empezó la toma, Doris escuchó las primeras balas y al bajar a la plaza encontró los tanques del Ejército.  


Devastada con lo que presenció, se sentó a recoger recortes de prensa. Eran pocos; nadie hablaba de eso. Desesperada con el silencio, buscó hacer una obra con los objetos que quedaron de la quema del Palacio, pero enfrentó la primera de varias censuras de su obra. Esa negación, según ella, fue el momento más importante de su carrera, porque la empujó a la calle.    


Calle que convirtió en lienzo en diferentes esquinas del mundo, como la de la once con carrera séptima en Bogotá desde donde descolgó 280 sillas, cada una en el minuto exacto en el que cada víctima perdió la vida durante “Noviembre 6 y 7”. Una obra que vivió por 53 horas, como el asalto.  


Con instalaciones imponentes u objetos microscópicamente intervenidos, la propuesta de Salcedo sobre el dolor que deja la violencia y sobre la justicia que esconde un proceso de memoria es una de las más potentes y originales en el mundo. Parece apenas justo que este país, tan presto a producir sufrimiento, también conciba a una de las artistas que mejor ha sabido pensarlo y reflejarlo. 


Tras décadas de premios y aplausos, la sigue moviendo la injusticia testimonial que busca reparar con su arte. Siempre vuelve a sentir incomodidad con la ausencia de relatos y reflexiones que permitan interpretar y tramitar la violencia. Una carrera artística dedicada al duelo: el vidrio quebrantado para nombrar a los líderes sociales asesinados, el “Palimpsesto”, que trasluce los migrantes que se pierden en el mar, “La casa viuda”, que deja el desplazamiento forzado, la “Shibboleth”, que parte el piso de la Tate Modern, la “Plegaria muda” por los ejecutados extrajudicialmente. 


Es el esfuerzo por entender cómo viven las víctimas después. ¿Qué queda? Y advierte Doris: “Cuando a alguien le importa tu dolor, duele menos”. Es la solidaridad que la cambió y la sigue cambiando. Como su escultura, en constante transformación, ante los distintos rostros que la inspiran: la niña que se rehusó a quitarse el vestido que llevaba el día que presenció cómo mataban a su madre, la mujer que lavaba religiosamente las camisas del esposo asesinado, la enfermera torturada, todos los que ya no están y los que quedan. 


Y son esas historias sumadas a la maestría de una escultora brillante, meticulosa y obsesiva, que invitan a reflexiones conmovedoras. La precisión de sus propuestas, incluso o especialmente cuando son monumentales, es también reconocer que la belleza es una forma de devolver dignidad. Las vidas que se llevó la violencia ahora persisten enaltecidas por su arte: para eso sirve su remembranza. 


Por eso también es un trabajo colaborativo —tiene que serlo—, porque se ocupa de la movilización de otros, de despertar sus memorias. Los “Fragmentos” que armó con las víctimas de esclavización sexual en la guerra, los diez mil voluntarios que sumaron sus ausencias, el equipo de científicos, arquitectos, ingenieros, carpinteros y todo tipo de sabios que la asisten a materializar sus visiones. Es su invitación a una performance colectiva para evocar.   


Los muebles atiborrados de cemento, deformados con huesos, tejidos con pelo o con pasto que crece de sus grietas, el tapiz hilvanado con pétalos de rosa, las lágrimas que ocultan y develan nombres en el Palacio de Cristal, las camisas atravesadas por barras de acero, las armas fundidas para cubrir el piso: gestas poéticas para no olvidar. 


Salcedo es la voz de la conmoción que silenciamos. Tal vez por eso, a pesar de las ovaciones internacionales, está incondicionalmente atada a este lugar y su dolor, a las primeras balas que escuchó ese 6 de noviembre de 1985 y al silencio que vino después. Una mujer amable, solidaria, contestataria y prendada a una tierra llena de negacionistas e indolentes, que a veces parecieran empecinados en olvidarla a ella también.

viernes, 29 de noviembre de 2024

PEDRO PARAMO (1955)

 



Encontré este excelente artículo sobre Pedro Paramo en mi ordenador que creo amerita una divulgación especial. Cuando mis lectores lo lean entenderán esta afirmación que no es traída  de los cabellos, ni como prurito. Cesar H Bustamante.


Del Libro: Juan Rulfo, de Alberto Vidal


Con Pedro Páramo culmina el desarrollo literario de Rulfo, quien despliega allí todas las consecuencias de un totalitarismo como el cacicazgo.

Cuentan que el padre prometió a Rulfo llevarlo con el padrino, cura de Comala; esta población se ubica en las laderas occidentales de los volcanes de Colima, por la cara opuesta a la que se observa desde Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán) y Sayula. La muerte impidió que el padre cumpliera su promesa, pero en el hijo ésta quedó —junto con la imagen del pueblo natal al que volvió cuando ya estaba abandonado— como uno de esos impulsos que señalan hasta dónde una obra maestra pudo no haber existido o bien ser muy distinta de como se ha fijado, puesto que dichos impulsos se produjeron en un tiempo presente, abierto siempre a otras posibilidades, a otras realizaciones.

El hijo, entonces, viaja simbólicamente a Comala después de vencer numerosas resistencias, como los sacudimientos de la infancia, como el trasplante a la ciudad de México, como una inserción precaria en la creciente burocracia federal, como los fallidos intentos de escribir con temas urbanos y como el rechazo —entre algunos colegas— al código estético que daría sustento a su obra máxima, rechazo que se evidenció en las discusiones entre asesores y becarios cuando Juan Rulfo era uno de estos últimos en el Centro Mexicano de Escritores, hacia comienzos de los años cincuenta. Esas discusiones mostraban una oposición creciente, en representantes de las nuevas generaciones, a una visión de la literatura que volvía los ojos a escenarios conocidos y a problemas al parecer ya resueltos.

Y fue así como, para la existencia de El Llano en llamas y sobre todo de Pedro Páramo, el mencionado Centro cumplió un papel importante, ya que ofreció subsidio al escritor y le exigió defender su proyecto ante quienes poseían otras visiones acerca de cuanto debía ser la literatura en un país volcado hacia la modernidad.

Asimismo, algunas de las leyendas sobre la gestación y la fijación de Pedro Páramo provienen de los participantes de aquellas sesiones, como Juan José Arreola, quien comentó que en una sola tarde varias manos sellaron el orden definitivo de los fragmentos. Tal anécdota convertiría la novela en un producto hasta cierto punto colectivo, lo cual puede interpretarse como un deseo de figurar en la historia de una obra maestra y asimismo como un intento de restituir ésta a uno de sus orígenes, que es justamente la colectividad.

VOCES Y ÁNIMAS

Uno de los rasgos más poderosos en Pedro Páramo es la presencia de voces fantasmales y de ánimas en pena, y ello permite al autor exhibir la inmensa gravedad de la violencia y de la cerrazón propia del cacicazgo y la Iglesia.

Los muertos tienen voz en la literatura por lo menos desde la Odisea, cuando Ulises desciende al Hades y dialoga con sus antepasados. También la Eneida, de Virgilio, y, ejemplarmente, la Divina Comedia, de Dante Alighieri, rompen la barrera entre la vida y la muerte para extender los territorios de la ficción hasta los dominios de aquello que, siendo ignoto e inescrutable, resulta capital para resolver las preguntas decisivas de la existencia.

La literatura mexicana —esencialmente realista, como fruto de los imperativos de una nación convocada a conformarse, conocerse y orientarse— rencuentra en Pedro Páramo las ricas posibilidades del entrecruzamiento de los vivos y los muertos, a partir de uno de los datos representativos de la mentalidad mestiza en la región del país donde transcurre la obra: la creencia de que quienes mueren sin gracia divina se condenan a vagar por la tierra, hasta el día en que hallen el perdón y el descanso.

Ahora bien, las casas, los pueblos —en suma la arquitectura—, fortalecen y agravan dicha fe, con sus altos techos de viga, sus galerones propicios al eco, sus magnitudes fantasmales, sus densas paredes de piedra, adobe o ladrillo.

Y, si los muertos pesan siempre, su hondura en Pedro Páramo se adensa al punto de que usurpan el espacio de los vivos y acaban invirtiendo los órdenes naturales, del mismo modo que Pedro Páramo subvierte el devenir familiar despojando del apellido a su único hijo legítimo, Juan Preciado, y entregándoselo al más irracional, violento y pueril de sus vástagos, Miguel Páramo: en las casas deambulan muertos sonámbulos, aún anhelantes de existencia, mientras que en las tumbas descansan muertos conscientes de su situación.

Desde esa célebre abolición de las fronteras entre la vida y la muerte, Rulfo puede construir la imagen de un México profundo, paralizado por sus propias voces, atrapado por las mismas palabras y los actos que hubieran debido darle vida, petrificado entre impulsos contradictorios que, al chocar, desmoronan cuerpos después de haberles quitado precisamente la palabra y la vida.


Juan Rulfo según Rogelio Naranjo.

 Hilo conductor

La fragmentación del argumento en escenas aparentemente discontinuas es otro rasgo capital de Pedro Páramo, mismo que ha influido en la exitosa recepción de Rulfo conforme se ha constatado su pertinencia para la obra.

El hecho de que existan los argumentos narrativos revela hasta qué punto el ser humano es consciente de la sintaxis de la existencia, del encadenamiento —en la sucesión temporal— de los gestos, los actos, las causas y las consecuencias que tejen los destinos. De todos los discursos, sólo la narrativa y el drama tienen como tarea capital la exhibición de las tensiones entre distintas vidas en ese campo de batalla que es el suceder compartido por todos. La narrativa fiel a la cronología "realista" —donde el hecho anterior precede al posterior— se basa en la fuerza que posee la representación de la realidad cuando se sigue uno de los rasgos decisivos de ésta: justamente el de la cronología lineal.

Pedro Páramo rompe con tal cronología y presenta los acontecimientos en aparente desorden. Así, la primera escena, la llegada de Juan Preciado al pueblo, sólo puede haber sucedido más tarde que la última, la muerte del cacique. Este desorden y la célebre fragmentación de las escenas obedecen a un paradigma clásico de expresión —en las estructuras profundas— de un elemento fundamental para la existencia de aquel mundo que aparece descrito en la obra: la destrucción de los órdenes familiar, anímico y político como fruto del cacicazgo, esto es, del totalitarismo más primitivo. De esa forma, en la lectura se va asistiendo a un mundo que no se dice fragmentado, sino que se expresa y se presenta como tal: leer Pedro Páramo equivale a sumergirse en una realidad que no puede ser consciente de sí misma.

Aun así, es dable reconstruir un orden que, sin ser exactamente cronológico remite a la escena originaria en el libro, que sería la fuente de la tragedia total: el momento en que Susana San Juan, obligada por su padre, desciende a una tumba en busca de oro, como la única manera de capitalizarse. Susana enloquece después de que ha llevado simbólicamente la muerte a la superficie de la tierra —no da a su padre "ruedas redondas de oro", sino una "calavera de muerto"—, de modo que el cacique mismo es culpable de la locura y muerte de Susana, causa a su vez de la extinción de Comala, en virtud de que el pueblo, sin darse cuenta, celebra la muerte de la mujer, y Pedro Páramo jura vengarse por semejante ofensa.

Hallazgos

El prestigio de Pedro Páramo se sustenta —entre otros rasgos— en la suma de sus aportaciones a una nueva concepción de la literatura, que superaba los límites del regionalismo y de otras corrientes puramente realistas.

Los escritores pueden buscar, en el mundo de la vida, a las personas que mejor encarnen las tensiones de la modernidad, para convertirlas en modelos de aquellos personajes que sabrán alzarse como paradigmas de los conflictos fundamentales de nuestro tiempo. Ahora bien, Rulfo buscó a personas tan arcaicas que se hallan en las antípodas del ser contemporáneo, y aun así halló capas profundas de la psique.

En el plano estilístico, Rulfo otorgó a la brevedad un carácter clásico, recordando que, aunque parezca paradójico, es posible aumentar el sentido de un texto si se disminuye el número de sus palabras: esa límpida tarea de contención, de concreción y concisión representa una de las cimas de la literatura en lengua española y tiene antecedentes en las orfebrerías verbales de fray Luís de León, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, José Gorostiza y Alfonso Reyes, entre otros, todos ellos dueños de una aguda conciencia de la complejísima relación entre la palabra y el mundo y entre cada elemento de la lengua: los sonidos, la sintaxis, la morfología, los yacimientos semánticos. De hecho, si varios novelistas nacionales podrían recibir el titulo de "Balzac mexicano", el jalisciense merecería el de "Flaubert", aun cuando en su caso falten esos documentos sobre la ardua composición de una obra maestra que son las cartas del autor de Madame Bovary. Por cierto, es más bien poco cuanto se sabe sobre la manera de escribir del jalisciense y sobre su conciencia de la composición, lo cual ha hecho creer, equivocadamente, que ésta no existió.

Otro de los hallazgos de Rulfo consiste en resumir grandes corrientes literarias en unas cuantas líneas, sin hacer referencia explícita a ellas: el regionalismo muere al final de Pedro Páramo, con la muerte de la región misma —una extinción similar ocurrirá al término de Cien años de soledad— la novela de la Revolución se sintetiza en las pocas páginas dedicadas al levantamiento armado. Ahora bien, esa labor de acendrada sinopsis provoca una doble pulsión: se percibe como una cúspide insuperable y a la vez como un estímulo, al punto de que la novela de la Revolución encontró un nuevo auge, perceptible en pasajes de La región más transparente (1958) y en La muerte de Artemio Cruz (1962), de Carlos Fuentes, antes de encontrar una parodia en Los relámpagos de agosto (1964), de Jorge Ibargüengoitia.

Interpretaciones

Una obra muestra su importancia en la suma y la repercusión de sus interpretaciones. toda lectura es un ejercicio de apropiación, recirculación y transformación de los textos, pues siempre es un replanteamiento del conjunto desde una nueva subjetividad.

El texto literario se manifiesta como un campo de batalla cuando de él se desgranan las interpretaciones que buscan apropiárselo: cada una responde a las inquietudes y a los intereses espirituales, culturales y políticos de quien la formula. Pedro Páramo y, en general, la obra rulfiana han recibido las más diversas exégesis, y éstas hablan tanto de dicha obra como de los propósitos de cada lectura.

Las apropiaciones más influyentes de la novela han combinado elementos mitológicos e ideológico-políticos, como un intento de dar cuenta de su inconmensurable sustrato primitivo-universal y a la vez de su contexto histórico-mexicano (o regional o, desde otra perspectiva, latinoamericano): la obra, gracias a su carácter paradigmático —trágico-absoluto y asimismo narrativo-particular— incita intensamente esta tensión oscilante entre la tendencia a practicar la mitologización generalizadora y el deseo de reactivar los problemas del México posrevolucionario por medio de un contraste entre los datos ya existentes y la imagen en sinécdoque que Rulfo transmite de ese México. 

Otras interpretaciones abstraen de las dos anteriores el problema del tiempo, con el fin de presentar las distintas figuras geométricas subyacentes en Pedro Páramo: para unas, el tiempo es un círculo como el del eterno retorno —devenir que convierte a Comala en un infierno infinito— para otras, predomina una línea descendente: la de la decadencia sin término.

También existen las interpretaciones que destacan el papel del género —la mujer, el hombre— dentro del mundo rulfiano; en este punto, el autor se incorpora a una tradición en la cual la mujer juega un papel a tal punto decisivo que es ella quien determina hasta dónde puede llegar un individuo; eso ocurre en Margarita de niebla (1927), de Jaime Torres Bodet, y en La Señorita Etcétera (1922), de Arqueles Vela: el impulso rebelde e iconoclasta se apaga en el primer caso y se intensifica en el segundo (de allí el sentido de Etcétera: vivir incluso más allá del discurso) por las respectivas presencias de una mujer conservadora y otra vanguardista. Igualmente, Susana será quien, pese a su locura, libere a Comala del cacique, aun cuando pague —como el pueblo— con la vida. 

Alberto Vital (ciudad de México, 1958), obtuvo licenciatura y maestría en letras por la UNAM y se doctoró en Philosofie por la Universidad de Hamburgo, Alemania; su tesis de doctorado, El arriero en el camino (UNAM, 1994), analiza exhaustivamente la recepción de la obra de Rulfo en aquel país. Asímismo es autor de Lenguaje y poder en Pedro Páramo (CNCA, 1993) y de Conjeturas verosímiles (UNAM, 1996), entre otros títulos.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

QUERIDOS LECTORES QUERIDAS LECTORAS (ANAGRAMA NOVIEMBRE 2024)

 



El «eterno retorno» es una idea que aparece en Occidente por primera vez de la mano de los estoicos: una concepción filosófica del tiempo en la que el mundo se extingue repetidamente para volver a crearse. Se trata de una visión que puede leerse como una condena a revivir los mismos actos (como Sísifo) o, tal y como lo entiende la filosofía Oriental, pensarse como un resurgimiento que implica una oportunidad de mejora. Muchos siglos más tarde, Nietzsche exploraría esta idea en La gaya ciencia, y le serviría para deducir un principio ético: debemos obrar como si la vida se repitiese infinitamente, y amarla tanto como para llegar a desear esta eternidad.


El «eterno retorno» está en la base de las narraciones que abordan el tema del bucle temporal, un motivo propio de la ciencia ficción convertido casi en un subgénero en sí mismo. Uno de los primeros ejemplos lo encontramos en la novela rusa de 1915, La vida extraña de Iván Osokin, de P. D. Ouspenksy, en la que un hombre se dedica a enmendar sus errores cuando se le presenta la posibilidad de revivir su pasado. El tema se expandiría a partir de entonces, y sería abordado por numerosos autores, como Kurt Vonnegut, que en Cronomoto planteaba un fallo en el espacio-tiempo que obligaba a la humanidad a revivir una década; o el Premio Nobel Mo Yan, quien en La vida y la muerte me están desgastando presenta un inesperado ciclo de vidas, muertes y transmigraciones del protagonista en distintos animales.




La danesa Solvej Balle se suma ahora al listado de autores que tratan el bucle temporal con un ambicioso proyecto titulado El volumen del tiempo, compuesto por siete libros. En el primero, que acabamos de publicar también en catalán bajo el título El volum del temps, Tara Selter, una librera anticuaria especializada en libros ilustrados del siglo XVIII, se acuesta en su hotel de París, ciudad a la que ha viajado por trabajo, un 18 de noviembre; al despertarse por la mañana no tarda en descubrir que, por alguna extraña razón, sigue siendo 18 de noviembre. Cuando regresa a su casa se da cuenta de que su marido, Thomas, así como el resto de las personas que la rodean, no son conscientes de estar atrapados en un día que se repite: solo ella recuerda que ayer también fue el mismo día. Así, la pareja intentará comprender la mecánica de un tiempo lleno de enigmas y superar la distancia cada vez más insalvable que los separa: Thomas, el fantasma condenado a la amnesia; Tara, el monstruo condenado a su consciencia.


El deslumbrante primer tomo de El volumen del tiempo se inscribe claramente en el género del bucle y, por ende, explora temas tan diversos como el existencialismo, la alienación del hombre, el determinismo y el libre albedrío, todo dispuesto para trazar una bellísima indagación sobre el tiempo y la memoria, la soledad, la propia existencia y el amor. Pero el libro entronca con toda una literatura de orden más filosófico, en la que la reflexión sobre la temporalidad ocupa un espacio central, como es el caso de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust –una monumental indagación en la memoria del protagonista, en la que una madalena se convierte en el resorte para un viaje al pasado–; de Orlando, de Virginia Woolf, en la que un personaje transita entre siglos y géneros, presentando así el tiempo como una percepción, una forma maleable y fluida; o del mítico relato de Herman Melville, Bartleby, el escribiente, que aborda la historia de un empleado alienado que parece atrapado en una oficina.





NOVEDADES



Esta semana publicamos en «Panorama de narrativas» la novela a la que le dedicamos esta newsletter, El volumen del tiempo I, de Solvej Balle, con traducción de Victoria Alonso, el primer tomo de un ambicioso proyecto literario y de un bellísimo viaje por el tiempo, que fue merecedor en 2022 del Premio de Literatura del Consejo Nórdico. Lo publicamos también en catalán, con el título El volum del temps I y con traducción de Maria Rosich, y en formato audiolibro, narrado por Isa Puchol.


En «Argumentos» tenemos Ecos de la melancolía, de Roger Bartra, un viaje delicioso que busca las huellas de la melancolía en la música clásica, desde el Renacimiento hasta nuestros días. Un ensayo que demuestra la inmensa erudición y la inteligencia del sociólogo y antropólogo mexicano, y que aborda la obra de compositores como Händel, Beethoven, Debussy o Sibelius. 


En la montaña, del reportero y cineasta Diego Enrique Osorno, mezcla entrevista, testimonio y diario personal para ofrecernos una mirada iluminadora sobre el zapatismo en México, desde sus inicios a la actualidad. Una obra merecedora del 5.º Premio Anagrama de Crónica / Fundación Giangiacomo Feltrinelli 2023 y que publicamos en la colección «Crónicas».



PILDORAS

PARA ESTAR AL DÍA


La «paradoja de la predestinación»


El «bucle causal» o la «paradoja de la predestinación» es un recurso habitual en la ciencia ficción sobre viajes en el tiempo, y se produce cuando un viajero se queda atrapado en una sucesión de eventos, creando así un bucle infinito. Un ejemplo sería el del viajero en el tiempo que se da cuenta de que él mismo es su propio abuelo. Algunas de las narrativas más famosas que han usado este recurso son Doce monos, Terminator, Donnie Darko o Interstellar. Un estudio reciente llevado a cabo por ETH Zurich y la Universidad de York, en Reino Unido, demostraba que este tipo de bucles podrían ser matemáticamente posibles en universos paralelos. Estad atentos, también, a la digresión sobre el tiempo de Carlo Rovelli en Agujeros blancos, que publicaremos en «Argumentos» a mediados de mes.





En «La Bella Varsovia» publicamos Música para los muertos y los resucitados, de Valzhyna Mort, con traducción de la poeta Claudia González Caparrós. Aclamado por The New York Times como uno de los mejores libros de poesía de 2020, ganador del International Griffin Poetry Prize y el UNT Rilke Prize, este es un poemario que escribe en verso la gran novela bielorrusa, desde las masacres de la Segunda Guerra Mundial a la educación ideológica de los noventa, pasando por los campos de trabajo soviéticos y la lluvia radioactiva de Chernóbil.

Vanessa Centelles, un caso real

La premisa de El volumen del tiempo no parece tan alejada de la realidad. Lo demuestra el caso de Vanesa Centelles, una joven navarra cuyo cerebro, debido a un ictus, se quedó anclado en 2010. Desde entonces no puede retener recuerdos por más de cuarenta y ocho horas: pasado ese tiempo su cerebro regresa al 2010. Su marido Miguel Ángel, tal y como cuentan en una entrevista que hicieron juntos, tiene solo dos días para reconstruir toda su vida en pareja: «Ella me pregunta todos los días cómo es esto, dónde hemos estado, con quién hemos ido o quién es esta persona». Tanto su caso como el de Tara y Thomas nos hacen preguntarnos si la distancia temporal puede suponer o no una frontera para el amor.


«I Got you Babe», de Sonny & Cher

Phil, el meteorólogo encarnado por Bill Murray en Atrapado en el tiempo, se ve condenado a despertarse un 2 de febrero en la localidad de Punxsutawney durante la celebración anual del Día de la Marmota, en la que este animal aparentemente predice cuánto durará el invierno. Esta simpática comedia, dirigida en 1993 por Harold Ramis –guionista de títulos como Los cazafantasmas o Mejor… imposible–, subrayaba la repetición del bucle temporal a través de la canción que suena en el despertador de Phil cada mañana: «I Got you Babe», de Sonny & Cher. Os dejamos con la actuación del dúo en el programa Top of the Pops en 1965:









miércoles, 23 de octubre de 2024

SOBRE LA PSICOPATOLOGÍA DE LA ESCRITURA (PILAR GONZALES; PRIMERA PARTE) DESDE EL JARDIN DE FREUD

 

Hace ya muchos años tuve la ocasión de trabajar con muchachas delincuentes recluidas en un centro de reeducación. Allí me sorprendió encontrar una gran inci­dencia de dificultades en el aprendizaje de la lecto-escritura, lo que técnicamente se llama dislexia, en estas jóvenes que estaban fuera de la ley. Eato me llevó a preguntar­me si existía una relación entre ser disléxico y estar fuera de la Ley (esta vez con ma­yúscula). A no ser que la primera condición se debiese a un factor hereditario o a la presencia de un gen específico, que hace pocas semanas dicen haber descubierto y que ya había sido postulado por Halgreen. El hecho de que la lecto-escritura sea un descubrimiento relativamente reciente en la historia de la humanidad me hace poner en duda dicho gen, pero principalmente esta hipótesis: la letra preexistiría en el in­consciente -donde no hay genes-a la escritura propiamente dicha. Ahora bien, en la medida en que el lenguaje es la condición del inconsciente y que éste es lo que caracteriza al ser humano, ¿podría decirse que existen seres huma­nos en los que no aparezca la letra, sin caer en una gran contradicción? ¿Habría seres humanos que no se caractericen por lo que caracteriza a los seres humanos? ¡Empecemos por definir la dislexia, término en el cual se incluyen tanto las dificul­tades en la adquisición de la lectura, como las de la escritura!  ortografía. Es obvio que si un niño en edad de aprender a hacerlo, sin daño cerebral que se lo impida, déficit telectual marcado o ausentismo escolar prolongado, no lo 10brra, hablaremos de disle­xia. Pero, inversamente, algunos acceden a la lecto-escritura a pesar de todos estos r inconvenientes, sumados incluso a la falta de estimulación familiar e institucional !. Centrándonos concretamente en los trastornos relativos a la escritura, encontra­ mos que los más frecuentes son: ¡ ~ , -Inversiones "verticales" (\;j) -Inversiones "horizontales" estáticas (p-q; b-d) o  kinéticas -Repeticiones de letras o sílabas, agregados, modificaciones (supresiones, reem­plazos o  mutilaciones de las mismas) -Confusión en el número -Confusión en el género -Confusión en el tiempo de los verbos -Confusión de mayúsculas y minúsculas -Confusión de fonemas sordos y sonoros (p-b; t-d; k-q/g) -Errores en la puntuación -Dificultades en la segmentación de las palabras.

Errores en el  sentido izquierda-derecha y arriba-abajo del texto -Disgrafía -Disortografía En la mayoría de estos errores incurren todos los niños que inician la lecto-escri­tura y los adultos bajo la  forma de lapsus calami. En cuanto los trastornos asociados con estas dificultades, los especialistas han hallado las siguientes: -Herencia -Factóressensoriales (oído, vista) -Disla teralidad .Esquemacorpciw .. -Desestruttura2i~ espai:io-temporal (ritmo) -Factor figura-fondO de&.: inteligencia -Lenguaje yarticulación'. -Factores afectivos Pero,co~ando los resultados de las diferentes investigaciones, parece que los factores que con mayor frecuencia se encuentran asociados con las dificultades de escritura son la dislateralidad y los trastornos de estructuración espado-temporal (ritmo)1, dificultades que ponen en evidencia la inadecuación del manejo del propio cuerpo en relación con el espacio-tiempo habitado. ¿No contrasta esto con la sensa­ción que producen los animales de habitar perfectamente su cuerpo, de estar en total armonía con él y con cada una de sus partes (como la falta de pudor en ellos lo atesti­gua, por ejemplo), con las destrezas que cada especie despliega sin inhibiciones neu­róticas que las entorpezcan? A no ser que se trate de un animal doméstico pervertido por el lenguaje humano (en estos casos se pueden observar embarazos fantasmas, dificultad de parir sin ayuda humana ...). Para establecer cuáles pueden ser las relaciones de la letra con el cuerpo, tene­mos que retrotraernos a la historia del individuo aún antes de su nacimiento, remitir­nos incluso a  las fantasías de su madre cuando ésta era una niña: entre aquellas forclusiones que todos los seres humanos compartimos, sin ser por ello psicóticos, está la  que concierne a la  diferencia de los sexos, descubrimiento que en el varón, al constatar la falta de pene en la mujer, lo lleva a atribuírsela al efecto de un castigo que puede sobrevenirle también a él. En la niña, "la envidia de pene" se vive como una injusticia cometida por la madre contra ella, al haberla "fabricado" en forma incom­pleta en comparación con el varón, con la consecuente decepción y rencor hacia la progenitora, pero abrigando la esperanza de que le crezca o le salga "eso" tan anhela­do, algún día. Establece entonces una ecuación entre el pene y el niño, que tendrá de mayor y que hará de ella una mujer completa, un andrógino tal como la madre lo fue para ella en su idealización. recurso al padre, que está condenado al fracaso, para la superación del Edipo, es el camino para la búsqueda de un hombre adulto diferen­te al padre cuando también ella sea adulta, fantaseando que podrá proporcionarle lo que a ella le falta. Las representaciones arqueológicas en el acto de dar a luz a un niño de forma fálica, dan fe de ello. En esas condiciones, el rujo de esa mujer, varón o  niña, en la medida en que se espera que ocupe un lugar en donde algo falta, va a simbolizar el falo, que es el signi­ficante de la falta y, por lo tanto, al ocupar ese vacío, se convierte en el vacío mismo. Así, paradójicamente, el deseo materno de que su hijo viva, veruculizado por la mira­da acogedora al nacer éste y los significantes que interpretan sus necesidades deter­minando un sentido, harán que el hijo pierda su ser en aras de colmar la demanda materna. Entonces será hablado antes de estar él mismo en capacidad de hablar y será objeto parcial antes de llegar a  ser sujeto. Es decir que esta madre vista como omnipotente es quien satisface todas las necesidades del hijo gracias a que otorga un sentido a las demandas de éste, formuladas a través del llanto y de los gritos, como "tienes hambre" o "frío" o "estás mojado", incluso a veces sin acertar con la neces.í­dad sentida, como en el caso estudiado por Spitz de los niños que sufrían de cólicos hasta los tres meses de edad, debido a que su llanto siempre era interpretado por la madre como hambre, cuando muchas veces se trataba de la necesidad de descarga de atención, para lo cual habría bastado mecerlo o un chupo2. Entonces, la madre, al satisfacer las necesidades del niño, exige de éste a cambio, supuestamente, que él satisfaga su deseo. De esta manera y en nombre, pues, del amor por su madre, el hijo sacrificará su forma corporal para parecerse a esa falta sin forma definida, es decir, se parecerá a la nada en esa primera identificación mortal. Para apropiarse de ese cuerpo, que por lo tanto no es suyo de entrada, el niño de­berá reconocerse gracias a las pulsiones escópicas en la superficie plana de un espejo, con la presencia de la madre, cuya imagen también responde a las mismas condicio­nes de reflexión, lo cual permite que él reconozca su propia imagen, después de ha­ber dejado de ser real o imagen de otro. Pero esa apropiación de su imagen no significa todavía la diferenciación del cuerpo de la madre que el contacto físico fre­cuente propicia, aunque sí plantea ya el dilema entre ser o no ser... el falo, por la ame­naza que la identificación con éste implica en tanto pérdida del ser. Esta situación exige una resolución y en esto el padre tiene un papel protagónico esencial al apare­cer como rival pero, principalmente, como aquel que rescatará al infante de la situa­ción de inminente peligro ante la cual se encuentra. Las ausencias de la madre son indicadoras de que el hijo no la  satisface totalmente, de que el deseo de ella está en otro lado y que el padre tiene mucho que ver en ello. El conflicto entre tener que re­nunciar a la madre devoradora para poner a salvo su cuerpo yla constatación doloro­sa de que el padre se ha interpuesto entre ellos 00 cual por otra parte es salvador), inicia la metaforización del Nombre-del-Padre que consiste en la sustitución del sig­nificante fálico o del deseo materno por el del Nombre-del-Padre, con lo cual se la cadena significante inconsciente. La entrada en el lenguaje es aquí determinante: "A partir de que habla, a partir de ese momento exactamente, no an­tes, entiendo que hay represión,,3. compromiso del niño con la lengua, que le va a permitir hacer ciertas diferenciaciones lingüísticas, cuyo prototipo es el famoso jort-da, hará al sujeto responsable de su inscripción en la neurosis, la psicosis o la perversión. En cuanto al deseo de ser el falo de la madre, si bien va a ceder su lugar al de te­nerlo o no, según que la opción sea masculina o femenina, hará que el objeto llamado "perdido", que no 10 está sino en la retroacción, en últimas, sea siempre la madre. Esto llevó a Lacan a postular que el deseo de retornar a la fusión simbiótica inicial mostraría cómo, al fin y al cabo, toda pulsión es pulsión de muerte. Esta asociación entre madre y muerte encuentra múltiples expresiones en el campo de la literatura y del arte en general y, dentro del psicoanálisis, el mismo autor afirmó que el sujeto tenta volver a encontrar la imago de la muerte en ciertas formas de suicidios "no vio­lentos" como la anorexia mental, el "envenenamiento de algunas toxicomanías" por vía oral o el "régimen de hambre de las neurosis gástricas,,4. También ciertos rituales funerarios evidencian esta misma búsqueda: "Yo quiero que a mí me entierren como a mis antepasados, en el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro"s. Esta teorización era el preámbulo para llegar a nuestro tema: el de la escritura. represión de la significación fálica del propio cuerpo da lugar a la aparición de la ima­gen corporal que en los sueños y otras formaciones del inconsciente aparecerá en forma de letras; letras que son como las sucesoras en el inconsciente de los signifi­cantes del Otro materno. La predominancia de imágenes visuales en el sueño acentúa esa correspondencia con dicha imagen. Es como si cada noche, al dormír, tuviéramos que volver a satisfacer la demanda materna a la vez que nos regocijára­mos al volver a  formar parte de esa totalidad ilusoria, en esa ref,rresión mortaL como si "dormir fuera morir un poco". nombre de "letra" se debe a la posibilidad, que Freud entrevió por primera vez hacia 1900 en la Traumdeuttmg, de ser leída combinada con otras, a la manera de los jeroglíficos egipcios, a partir del relato de los sueños de los pacientes, para lo cual es operación indispensable el desprenderse de la imagen, visual en este caso. ~ :: ""';. :-­1 U....."11/1\\" ... •UN SOL DADO En este acertijo gráfico, comparable al jeroglífico, tenemos tres letras del saber inconsciente que pueden escribirse con nueve alfabéticas y que, para su lectura, re­quieren el paso de la imagen visual a la auditiva. Si un paciente sueña con un autómata, por ejemplo, el significado de lo que eso es nos va a conducir por un camino errado; la repetición de esta palabra por parte del analista puede llevar en cambio a que se escuche "auto" y "mata", por ejemplo, y re­mitir a un accidente automovilístico o a una idea de suicidio. Por esta vía puede irse comprendiendo por qué un niño en edad escolar puede encontrar dificultades para abordar la escritura, cuando otra escritura previa la está parasitando, por decirlo así, o por qué todos en algún momento cometemos lapsus calami cuando de esta actividad se trata. dibujo, del cual Cocteau decía que era escritura, pero anudada de otra manera, y que sin excepción ha precedido en todas las culturas a la escritura propiamente di­cha, es también la primera expresión gráfica en el infante y ofrece cierta uniformidad universal. "La imagen del cuerpo -antes del Edipo-puede proyectarse en toda representa­ción sea cual sea y no solamente en las representaciones humanas. Es así como un modelaje de cosa, de vegetal, de animal o de humano, es a la vez la imagen del que di­buja o  modela, y la imagen de aquellos que él dibuja o  modela tal como los quisiera conforme a lo que se permite esperar de elJos,,6. En este sentido, los dibujos de arte rupestre, que casi siempre se encuentran en lugares inaccesibles como grutas o sitios muy altos, ¿no nos están indicando que esa primera escritura que es el dibujo no tiene tanto la finalidad de comunicar algo a los otros, ni siquiera a los dioses, como mostrar que está habitada por lo sagrado, por el misterio que significa el sacrificio del propio cuerpo? ¿No es algo similar a lo que ocurre en el sueño, cuya finalidad no es portar un mensaje, al menos en primera ins­tancia, sino cifrarlo para preservar el cuerpo que, sin dormir, moriría? El disfrute de dibujar muestra entonces, para todos los niños, no la necesidad de comunicación sino la de autorrepresentarse ante todo, de demostrarse que son po­seedores de su cuerpo. A veces estos dibujos se tornan en regalos y, como las pintu­ras rupestres, son una ofrenda al Otro para pedir perdón por la deuda incumplida. Otras veces, inconsecuentes con el nivel que el sujeto ha alcanzado para desenvol­verse en la vida, se reducen a formas fálicas evidentes o a garabatos que apenas alcan­zan la abstracción de lo humano, como para congraciarse con esa figura idealizada. Antes de emprender la escritura propiamente dicha, las letras son dibujadas y, por lo tanto, antes de ser simbólicas lo que prima en eUas es la imagen y en esa medi­da evocarán la propia. Esto sucede durante un tiempo más o menos largo en todos niños, pero la persistencia de la imagen sobre lo simbólico caracterizará al disléxico. Para Pommier, "si el cuerpo de las letras aisladas tiene la misma significación que la del cuerpo, ¿su escritura no será la ocasión de un horror particular (el de la pesadi­lla por ejemplo), ligado a su formalización, independientemente de su uso? La posi­ción de la  letra en el saber inconsciente ¿no tendrá consecuencias cuando haya que leer o escribir efectivamente? efecto, habrá que representar de nuevo visualmen­te las leyes de composición del significante que fueron actividades en el momento de la entrada de la palabra. Si la letra reside primero en el inconsciente, a título de una re­presión ocasionada por la antiymodificación desde el punto de vista de su ubicación en el fantasma. Otra particula­ridad que la diferencia del síntoma es que no procede de la represión y en este senti­do puede presentarse en todas las estructuras, siendo fundamental en la psicosis como forma de enfrentar el vacío del Nombre, al anudarlo con los Nombres del Pa­dre, y para ello la firma de la obra es esenciaL Habría una homologia entre la literalidad, como escritura de las formaciones del inconsciente alrededor de un hueco, de un vacío, y la creación: "Todo arte se caracte­riza por un cierto modo de organización alrededor de este vado,,12. Vado que, re­cordémoslo, fue lo que primero habitamos y donde el espejo, con la mirada del Otro, nos pudo rescatar; es aquello que volvemos a encontrar en la hoja blanca que espera nuestra escritura o la pantalla del computador. De allí la angustia que nos embarga porque nos recuerda la  de la  castración. La sublimación, en la medida en que cons­truye una distancia que nos separa de la identificación posibilita recrear esa identificación pero desexualizándola, aunque siempre, de alguna manera, será antro­pomórfica. Cuando nuestra obra se presenta ante el espectador, en particular nues­tro escrito, ¿no sirve de que nos asegura que nuestra imagen corporal sigue alú? ¿No es ésta también la función del diario íntimo, de las cartas de amor que nos devuelve la libido que hemos colocado en el amado o amada? El amor a los libros, a su olor, el placer del tacto al recorrer su lomo y sus tapas, el deleite visual de sus ilus­traciones, ¿no nos devuelven nuestra imagen perdida? Otro apunte muestra cómo el libro es portador de erotismo: un espectador de ballet clásico comenta a su vecino de palco: "Esa bailarina es una maravilla haciendo elgrand écar/'. Su amigo le replica: "Es que los libros se abren mejor en las páginas más leídas". Para volver a ese vacío central que evoca la castración, ésta resulta la represión sucesiva de la imagen visual de la letra al pasar al sonido del significante en la escritu­ra y de éste a la unión por lo visual cuando se ligan las letras, ya que palabras escritas. al alm"  no son m totalmente  acústicas . castración reviste modalidades: la castración del Otro, a que nos hemos referido hasta ahora, que lleva al sujeto a obturar esa falta sacrificando su propio cuerpo, y la  castración del sujeto, que tiene lugar cuando éste renuncia a ser el falo materno para pasar a identificarse, en el caso del varón, con el padre, su supuesto po­seedor. La niña, dentro de la modalidad del no tenerlo, elige el camino de la identificación con su progenitora   o sustituta. de castración, antes de ser representada en la es­critura, podrá explicarse la existencia de un horror de la letra equivalente a la angustia de castración Su trazado en la hoja blanca podrá ser la fuente de angustia, porque las letras de escritura tienen el mismo valor que las del sueño desde el punto de vista de su formalización. Algunos niños no podrán esbozarlas como tampoco memorizar sin terror a sus hermanas nocturnas. En su trabajo con niños, M. Klein encontró ciertos fantasmas en las letras según su forma. Entre ellas recojo varios ejemplos relativos a la "i": así, para Fritz, "las representan el pene y su camino Oas lineas) el coito. Para Ernst, igualmente la 1 es el pene grande que 'quiere estar solo entre mamá y que él no tiene, y, por lo tanto, debe quitárselo a su papá'. Lisa, por su parte, también ve en la i al pene, un banqui tonto' "s. un chiste, en fin, encontramos el mismo papel de esta vocal. -Me acabo de comprar un Ferrar. -Un Ferrari, querrás decir. que aún me falta pagar la última letra. tanto la i es una letra que mejor que todas evoca una forma fálica, es la más adecuada para remitir a la castración del Otro que exige el sacrificio del cuerpo del hijo, que al escaparse (y no "caparse'') de esta exigencia queda en deuda (la letra por pagar). En la confusión entre el signo gráfico y la letra del sueño vemos el sueño de muchos, es decir, la confusión de registros nos pone en presencia de un síntoma en este chiste, si se puede decir si, cuando la posesión del auto representa la satisfacción de un deseo (el de ser el poderoso falo, el Yo ideal) y el castigo por ello, la muti­lación peniana. En su calidad de vocal, la i está más predispuesta a manifestar el goce que las consonantes; de ahí su prohibición en ciertas épocas de la historia. Renunciar a lo imaginario de las letras y a ser el falo imaginario de la madre pare­ce ser entonces una condición para acceder a la escritura. Parafraseando a Tajan y Volard, es como si "escribir fuera traicionar a la madre. Se diría incluso que cierta dosis de odio es necesaria para poder tomar distancia de las formas y lograr la unión de las letras y de las palabras entre sí, el significado y la lectura, en tanto que la preva­lencia de las formas aisladas favorece el goce y el retorno de lo reprimido. La sexuali­zación de las letras en el síntoma muestra cómo lo reprimido es simultáneo al retorno de lo reprimido, esto es, la significación fálica del cuerpo. Otro destino de la pulsión, esta vez desexualizado, es la sublimación. Aunque "síntoma" y "sublimación", según Pommier10 no se recubren y lo único común que presentan es la hipótesis de que hay un sujeto y su deseo, puede decirse que tampoco se oponen completamente. En efecto, el síntoma puede implicar la sublimación cuando el goce que le es inherente logra establecer un la:w social. Sería el caso de la escritura precisamente. Otro punto en común que señala el mismo autor1 ! entre sín­toma y sublimación, o acto creativo, es que la pulsión, al introducirse eros, crea nue­vas tensiones difiriendo la cita que todos tenemos con la muerte, a  lo que toda tiende a  fin de cuentas. Pero mientras que el síntoma es pasivo, la sublima­ción es activa y su resultado, la obra creativa artística o intelectual, puede firmarse. Desde el punto de vista lacaniano ya diferencia de Freud, para quien la sublima­ción tiene que ver con el fin inhibido, en tanto que el objeto tiene que ver con la idea­lización, la sublimación implicaría a ambos; particularmente el objeto sufre una modificación desde el punto de vista de su ubicación en el fantasma. Otra particula­ridad que la diferencia del síntoma es que no procede de la represión y en este senti­do puede presentarse en todas las estructuras, siendo fundamental en la psicosis como forma de enfrentar el vacío del Nombre, al anudarlo con los Nombres del Pa­dre, y para ello la firma de la obra es esencial Habría una homología entre la literalidad, como escritura de las formaciones del inconsciente alrededor de un hueco, de un vacío, y la creación: "Todo arte se caracte­riza por un cierto modo de organización alrededor de este vado,,12. Vado que, re­cordémoslo, fue lo que primero habitamos y donde el espejo, con la mirada del Otro, nos pudo rescatar; es aquello que volvemos a encontrar en la hoja blanca que espera nuestra escritura o la pantalla del computador. De allí la angustia que nos embarga porque nos recuerda la de la castración. La sublimación, en la medida en que cons­truye una distancia que nos separa de la identificación posibilita recrear esa identificación, pero desexualizándola, aunque siempre, de alguna manera, será antro­pomórfica. Cuando nuestra obra se presenta ante el espectador, en particular nues­tro escrito, ¿no sirve de que nos asegura que nuestra imagen corporal sigue alú? ¿No es ésta también la función del diario íntimo, de las cartas de amor que nos devuelve la libido que hemos colocado en el amado o amada? El amor a los libros, a su olor, el placer del tacto al recorrer su lomo y sus tapas, el deleite visual de sus ilus­traciones, ¿no nos devuelven nuestra imagen perdida? Otro apunte muestra cómo el libro es portador de erotismo: un espectador de ballet clásico comenta a su vecino de palco: "Esa bailarina es una maravilla haciendo elgrand écar/'. Su amigo le replica: "Es que los libros se abren mejor en las páginas más leídas". Para volver a ese vacío central que evoca la castración, ésta resulta la represión sucesiva de la imagen visual de la letra al pasar al sonido del significante en la escritu­ra y de éste a la unión por lo visual cuando se ligan las letras, ya que palabras. al alma" no son m totalmente tot ente acústicas . Castración reviste modalidades: la castración del Otro, a que nos hemos referido hasta ahora, que lleva al sujeto a obturar esa falta sacrificando su propio cuerpo, y la  castración del sujeto, que tiene lugar cuando éste renuncia a ser el falo materno para pasar a identificarse, en el caso del varón, con el padre, su supuesto po­seedor. La niña, dentro de la modalidad del no tenerlo, elige el camino de la identifi­cación con su progenitora o sustituta.

Pero para que la intromisión del padre tenga un valor estructurante, la palabra de la madre es fundamental: "[...] no es únicamente de la manera en que la madre se aco­moda con la persona del padre que convendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, digamos el término, de su autoridad, es decir del lugar que ella reserva al Nombre-dei-Padre en la promoción de la ley,,14. En el varón, quien sufre en una proporción mucho mayor de dificultades en el aprendizaje de la lecto-escritura, la asunción de la castración no deja de ir asociada con angustias relacionadas con la pérdida de su miembro viril, debido a una confu­sión de registros simbólico/imaginario y, en esa medida, el acatamiento de la Ley que prolube el incesto, la fusión con la madre, tendrá entonces lugar a nivel de las nor­mas que rigen la escritura y si, inicialmente, las letras evocaban el cuerpo desdibujado por la significación fálica y más adelante el horror a la castración, la escritura final­mente puede, en el mejor de los casos, transformarse en objeto de amor como el que, alIado del odio rival por el padre, se ha dedicado a por haber sido quien protegió al hijo del amor devorador de la madre.

Identificarse con el padre es diferente de imitarlo; el asesinato simbólico del pa­dre habrá tenido lugar cuando el hijo pueda desprenderse de él y de su feminización, lo que en el plano de la escritura se evidenciará porque las letras o  sílabas dejarán de estar invertidas horizontalmente, en tanto que la inversión vertical remite a algo más primitivo, a un transitivismo en donde el niño no es aún "yo", es decir que no ha eli­dido su nombre del sujeto del inconsciente, llamándose a sí mismo "Carlitas" o da", "él" o "la niña"; su cuerpo no le pertenece, se ve desde el Otro y la letra ha sido trazada para verla desde el frente. Cuando las letras se pueden ubicar al derecho, pue­de inferirse que el sujeto ya se ubica ante sí mismo con respecto al espejo y al espacio que habita, lo que la utilización arriba/ abajo e izquierda/derecha de la hoja, propias de nuestra escritura, también demostrará. Sin que se trate de manera alguna de una especie de diccionario, salvo si se trata del que tiene el propio paciente, las interpretaciones que siguen deben ser el fruto de sus propias verbalizaciones, tal como se hace con los dibujos, en donde el trazado y las asociaciones son complementarias, dentro de una serie. Por lo tanto, las termina­ciones a/o, que corresponden al género, remiten a la identificación sexual, confusa en estos pacientes. En cuanto a la confusión singular/plural, Bettelheim considera que "uno es uno mismo o  un familiar, dos es otra persona importante ...,,15. La pregunta es ¿hasta qué punto el sujeto ha logrado diferenciarse de los otros?


El tiempo de los verbos, según Schilder, pone en evidencia las dificultades con la propia identificación y obviamente situarse en el tiempo, en tanto que las mayús­culas y las minúsculas parecen evocar respectivamente las relaciones adulto/niño y la ubicación dentro del parentesco; ambos son logros a partir de la superación del Edipo. La confusión de fonemas sordos y sonoros puede estar ligada a dificultades con el esquema corporal, concretamente laríngeo y son "herencia" de otras a nivel de la voz. En cuanto a la puntuación, Porge dice que "el signo de puntuación es una verda­dera historia sin palabras [ ...] No está tomado en una cadena lineal y tiene un papel de escenificación. La conclusión de los lingüistas es clasificarlo como un ideograma. Ciertas modificaciones, la supresión, el reemplazo por un signo "inofensivo" y la mutilación, son los mismos que Lacan18 encontró en los sarcófagos egipcios y que relaciona con el fantasma de "entre-do s-muertes", que halló en sus análisis de dislé­xicos. Al respecto, Allouch recuerda que, dentro de la teología egipcia. la imagen puede albergar al Ka (que se ha asimilado al espíritu), susceptible de cautivar al muer­to19, De al1í que ciertos signos, como el  del león, aparezcan cortados en dos o  tapo­nados de nuevo con yeso, como diciendo: "vé esta imagen trunca, decapitada, tachada, untada de un montón de yeso. ¡Cómo podrías decidirte a venir a habitarla! ¡Hay otras imágenes para ti y no te equivoques sobre el valor de éstas, no están en la pared de esta tumba sino como signos de escritura!" De su lado, Pommier cree que el tachamiento del león como objeto fobígeno de­muestra además que la fobia de la imagen es el primer paso hacia la escritura alfabéti­ca, al borrarse el valor figurativo para aislar la letra como ta120• La segmentación de las palabras puede relacionarse con la puntuación en el  sen­tido que se utiliza en la técnica psicoanalitica, ya que un texto puede prestarse a diver­sas interpretaciones pues no es fijo (ver el texto de la cigarra y la hormiga). Así, en el conocido texto "San Cayetano era un santo. Comía como vestía, pobremente. Dormía sobre una vieja estera. La vida de San Cayetano ...". El desplazamiento de los signos de puntuación, el corte de las palabras en de­terminados lugares, cambia totalmente su sentido, así: "San Cayeta no era un santo. Comía como bestia. ¡Pobre mente! Dormía sobre una vieja. Est'era la vida de San ...". 

Técnica que tanto humoristas como paranoicos o analistas utilizamos en idénti­ca forma, si con finalidades De la disgrafia tan frecuente en los disléxicos, podría decirse que la pintura de­muestra su unión con la letra, muy exactamente en la forma de caligrafía"z ,algo de la alienación del propio cuerpo en su representación estaría mostrándose allí, en lo que seguramente se basa la grafología, ante la cual, por otra parte, Freud era escéptico. La disortografía, en fin, o infracciones de la ortografía usual, es lo que mente se relaciona con la rebeldía ante la Ley paterna y al respecto puede anotarse que Chassagny encontró en los disléxicos perturbaciones en la lámina IV del Rors­chach, que representa al padre. Lobrot, en sus propias investigaciones, detectó en estos mismos pacientes actitudes oposicionistas Gunto con sentimientos de inferio­ridad e inestabilidad e incluso zurdera), que relacionó con el fracaso estadísticamente significativo en pruebas de repeticiones de series (de ritmos, musicales, de cifras ...); repeticiones sobre las que cabría preguntarse si se relacionan con la compulsión a la repetición de la  búsqueda de su propia identidad, a partir del nombre propio, de su propia unidad en virtud del borramiento originario de la Cosa, de la  madre. De allí que para llegar a escribir habría primero que ... borrar a la madre y después borrar al padre. De donde se deduce que el acceso a la escritura sólo tendría lugar después de intensas luchas cuyo resultado final sería la independencia del medio parental, lo que la situaría como una especie de prueba de iniciación, comprobando así que la asun­ción de la castración ha tenido lugar. Primer caso clínico trata de una mujer adulta que en su infancia nunca accedió a la lecto-escritura, pa­sando esto inadvertido en el colegio en donde estudió primaria y secundaria, ya que la mayoría de las lecciones se daban oralmente y porque su prodigiosa memoria le permitía prescindir de las ayudas escritas. Otro síntoma que la acompañó por muchos años fue el apetito voraz, que pro­en ella, a partir de la adolescencia, una obesidad bastante notoria. Sin haberlo hallado nunca en psicoanálisis, el cual emprendió por otros asuntos aparentemente como su sentimiento de minusvalía, de vacuidad, de "no ocupar ningún lugar importante en la vida", el síntoma disléxico desapareció, pero muchos años después, incluso cuando había adquirido cierto "apetito" por lo escrito, la muerte de una figura paterna muy admirada por ella en el plano intelectual la volvió de nuevo "anoréxica de la letra" transitoriamente, no pudiendo escribir más que cartas dicta­das por su jefe, que éste firmaba. En una retoma de su análisis, retrotrae sus dificultades con la letra a la vida de su abuela materna, persona muy inteligente y aficionada a los libros, incluso aquéllos prohibidos que aparecían en el Índice y que ella escondía entre otros más "inocen­tes" para no ser descubierta. Este esfuerzo fue vano, pues lo temido sucedió: fue descubierta y esto no sólo le valió la reprobación familiar sino que también vino la censura pública desde el  púlpito del cura del pueblo, por lo cual tuvo que irse a otra ciudad donde nadie la reconociera. Su hija, o sea la madre de la paciente, heredó esta afición por la lectura e incluso ocupó el lugar de maestra de su marido en la iniciación literaria, algo lejano a la carrera de él. Como esa actividad se ejercía en pijama, en la cama, ello sin duda contribuyó en buena parte a su erotización para la paciente, de tal forma que leer se convirtió en fuente de una gran excitación sexual que acaba por impedírselo pues se tornaba en un temor de quedar atrapada por las letras, en un goce insoportable que la llevaría incluso a perder a su familia. Retomando algunos puntos teóricos anotados anteriormente para anudarlos con este caso, encontramos aquí la oposición de dos destinos de la pulsión, uno se­xualizado (la bulimia) y otro desexualizado (la sublimación). En cuanto al primero, si aceptar la comida es una forma de dar satisfacción a la madre, a su anhelo de tener una niña "hermosa", en su doble sentido de "bonita" y "gordita", ¿esta niña no estaría encarnando el falo en todo el  esplendor y volumen que la madre desea pero a cambio de su auto aniquilación, pues, al ocupar un espacio hueco no puede ser más que vacío, lo que corresponde exactamente al sentimiento de esta paciente en la vida, sin que por otra parte, esto sea un obstáculo para desem­peñar el papel de matrona en su medio familiar amplio, participando así de la omni­potencia atribuida al Otro materno? La represión de la pulsión oral, su desexualización después de varios años de análisis, posibilitó una salida sublimatoria que, como siempre ocurre, no se efectuó de una vez por todas, sino que era esporádica: se dedicó al diseño del vestuario típico de unas muñecas sumamente estilizadas y en un par de ocasiones, sin que la arquitec­tura fuera su vocación, elaboró los planos de la casa de campo y de la ciudad de sus padres con gran acierto. Si el arte "se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de [un] va­cío", como dijimos, tanto los trajes como las casas corresponden a esta definición: el traje como segunda piel de nuestro primer hábitat, el cuerpo, en tanto atravesado por el significante. Sobre la casa, citaré a Freud: "La escritura es originalmente el len­guaje del ausente, la vivienda, un sustituto del seno materno, esa primera morada, siempre añorada probablemente, en la que uno estuvo seguro y se sentia tan bien,,24. Esto nos conduce al síntoma transitorio que sufrió la paciente ante la muerte de esa figu­ra paterna. la medida en que evoca el síntoma de la paciente, la ínterpretaremos a tra­vés de un acertijo, relativo a la pérdida de una letra que traduciremos a continuación ,. francés: •  

"Cher i (ehén)) depuís que tu es partí) mon orthographe est earrément nulle".

 "Querido i (querido), desde que te marchaste, mi ortografía es decididamente nula".

Este fue un síntoma histórico que le ocurrió por un error de imprenta a la pala­bra orthographie, escritura antigua de la actual orthogaphie y que no por casualidad reca­yó exactamente sobre la palabra que remite al arte de escribir correctamente, en la i como vimos, representa imaginariamente al pene. De otro lado, esta pérdida evoca a su vez el mito egipcio de Osiris, a  quien su enemigo desmembró en quince pedazos que su esposa Isis logró recuperar para ar­marlo de nuevo, salvo uno: su miembro viril.

La pérdida en lo real de esa persona, en cuyo nombre aparecían dos íes, produce en la paciente el efecto de repetir o hacerle revivir la ausencia del padre como agente de la castración, ya que en su relación con su esposa y madre de la paciente el padre hacía las veces de hijo de esta quien llamaba "mamita". Al no poder representar la Ley no sólo afecta lo escrito en la paciente, sino que la de, resuelve a la significación fáli­ca aniquilando su deseo de ser (goce del cuerpo como tal, es decir como asexuado) al perderse de nuevo en el Otro, no siendo, no naciendo. El síntoma, que sería la tran­sacción entre el goce de satisfacer a la madre completándola y el castigo por ello a través la imposibilidad de acceder a la letra, era para la paciente su rechazo a leer que no era deseada, a leer el deseo de muerte de sus padres hacia ella. La muerte del "otro padre", inversamente, remitía inevitablemente a la lectura.

SEGUNDO CASO CLÍNICO 

No entraré en detalles en este caso, sólo diré que sufría de insomnio o, si lograba dormir, de atroces pesadillas cuando antes de acostarse no se había dedicado al tra­bajo intelectual, esto es, a leer y producir algún escrito. Pero la concentración en este tipo de trabajo a veces se le hacía imposible, debido a ideas de tipo persecutorio que lo agobiaban; sin embargo, cuando era capaz de neutralizarlas dedicándose a escri­bir, por ejemplo, podia incluso sacrificar sin mayores consecuencias varias horas de sueño durante las cuales las pesadillas estaban ausentes. Este descubrimiento lo llevó a hacer esfuerzos para, a pesar de todo, defender su trabajo intelectual fuera del se sentía presa del total sin sentido. La escritura en la psicosis tiene como función ser un síntoma, una prótesis que anude lo simbólica, lo real y lo imaginario; pero también poderse hacer un nombre, como en el caso de Joyce (cuyo padre no ejerció su función), poder "hacer obra de la letra, lo que lleva a que su nombre pueda escribirse "Yo-hice".

CONCLUSIONES 

"El autoanálisis de Freud era una writing-cure y creo que es por eso que falló. Escribir es diferente de hablar. Leer es diferente de oír. La writing-cure, no creo en ella. ¿Qué es lo que quiere decir tener que escribir? Literatura, seguramente ... una chifladura", de­cía Lacan en la conferencia en Yale.

 Quizás escribir, como en el caso del paciente de las pesadillas, no sea la pana­cea, pero no cabe duda. de que la actividad sublimatoria implícita en la escritura, que el psicoanálisis propicio sin que éste sea su objetivo ni sea necesario para que tenga lugar, es un freno contra el goce que amenaza con la disolución del propio cuerpo que, el Otro voraz exige, cuando se convierte en presa de lo real sin senti­do de lo sexual. Y en el caso concreto de la psicosis, la actividad sublimatoria, val­ga por caso la escritura, ¡al facilitar el anudamiento imaginario con lo simbólico y lorea!, asegura nada menos que la existencia. La firma, indispensable, de la obra, viene a subsanar el vacío del nombre, tal como lo dice Pommier. En 10 que concierne al síntoma, si puede ser leído, es porque está inscrito en un proceso de escritura; inversamente, la escritura sería un síntoma en que la letra, como se vio, ya que es una formación del inconsciente, es goce cifrado. El neurótico viene a octurar con su síntoma  real no simbolizable, separándose de ese real y lle­gando a identificarse con él, modificado, mientras que para el psicótico el síntoma es una suplencia que le permite.fundonar, logrando un final de análisis aceptable si, tanto el neurótico como el psicótico, logran acceder a la modesta pero no siempre sencilla meta que Lacan propone para el  psicoanálisis: "cuando el analizante piensa que es feliz por vivir, es suficiente . 

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA  




martes, 15 de octubre de 2024

QUERIDAS LECTORAS, QUERIDOS LECTORES (ANAGRAMA)

 


Moito Conto es una preciosa librería situada en la calle San Andrés de A Coruña, que lleva más de diez años acompañando a lectores y lectoras de Galicia. La regenta Esther Gómez, que además de librera también colabora como periodista cultural en la Cadena SER, y que ha tenido la amabilidad de responder a nuestro «Cuestionario librero:


- ¿Cómo se forjó tu pasión por los libros?

En mi casa había muy pocos libros, pero cuando era adolescente unos tíos míos abrieron una librería-papelería en la que fui encontrando un mundo para mí. Cuando tenía catorce años alguien puso en mis manos La ciudad y los perros de Vargas Llosa y ese libro me cambió. Fue la puerta a la literatura, nunca más quise cerrarla.

- ¿Cuál es el último libro que te has leído?

Triste tigre de Neige Sinno, una historia de gran potencia en lo que cuenta y su estilo narrativo. La violencia y sus consecuencias en una historia dura pero bella.

- ¿Rosalía de Castro o Emilia Pardo Bazán?

En este momento me quedo con Pardo Bazán. En los últimos años he descubierto facetas desconocidas de su obra creativa que la convierten en una mujer y una escritora valiente y llena de fuerza. 


El diablo dijo que no dirigida por ]Ernes Lubitsch


- ¿Qué libro tiene el mejor título del mundo?

Me encantan los títulos de los libros, cuando son bonitos siguen resonando en mí tiempo después de su lectura, por ejemplo: De noche, bajo el puente de piedra de Leo Perutz.

- ¿Qué autor o autora galega crees que no está suficientemente reivindicado?

Xosé Luis Méndez Ferrín creo que tiene una obra literaria de gran calidad que no ha llegado a todo el público que la podría valorar.

- Un guilty pleasure que no te importe confesarnos....

Asocio mis placeres culpables al tiempo de crianza. Cuando mis hijos eran pequeños fueron varios mis placeres culpables, confesables sin arrepentimiento alguno: Los ojos amarillos de los cocodrilos de Katherine Pancol es uno de ellos.

- ¿Cuál es tu libro de Anagrama de cabecera?

Tengo que mencionar dos: El adversario de Emmanuel Carrère y El amigo de Sigrid Nunez.




- ¿Nos podrías decir alguna petición extraña que te hayan hecho en la librería?


Las peticiones más extrañas suelen estar relacionadas con la zona de literatura infantil, como una ocasión en que una señora me preguntó por un libro de armas para un niño de cuatro años porque le gustaban mucho y le interesaba cómo estaban hechas.


También hay gente que piensa que las editoriales están para publicar temas que a ellos les interesan muchísimo, como un señor que entró en la librería y preguntó dónde estaba la sección de libros de extracción de petróleo.


- Si no hubieses sido librera, ¿a qué crees que te dedicarías?


Cuando era adolescente decía que quería ser médica o periodista, me gustaban por igual las ciencias y las letras, pero llevo tantos años en el mundo del libro que ya no puedo imaginarme haciendo otra cosa. Lo único que tengo claro es que cualquier otra dedicación sería en relación con las personas.


- ¿Cuál es el mejor final de un libro que recuerdas y por qué?


Hay grandes finales en algunos clásicos, como El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, que es bellísimo e inquietante, pero me gustaría citar el final de un libro titulado La brecha de Mercedes Valdivieso recientemente recuperado por Editorial Firmamento. Esta obra de 1961 está considerada la novela fundacional del feminismo en Latinoamérica, me ha encantado su lectura y ese final que abre una puerta a la libertad y dice así: «Pongo más leños al fuego y pienso que soy como un recluso que hizo saltar la cerradura de su calabozo y a quien, después de ciertas escaramuzas, le está permitido pasearse por la enorme cárcel, conversar con los presos en sus celdas y luego sentarse a esperar frente a la puerta. Porque allí fuera es donde está la libertad»

NOVEDADES



Tras ocho años de la publicación de su última novela, regresa Alessandro Baricco a «Panorama de narrativas» con Abel. Un western excepcional y trascendente en el que el amor, el miedo y la muerte se conjugan para crear una pieza experimental, con traducción de Xavier González Rovira.

Publicamos en «Narrativas hispánicas» El exclaustrado, de Álvaro Pombo; una deslumbrante novela sobre la fe, las dudas, los engaños, los autoengaños y los deseos inconfesables. Tras ganar el Premio Francisco Umbral con Santander, 1936, el autor cántabro vuelve a demostrar su virtuosismo para retratar el alma humana.

La razón de la oscuridad de la noche, escrita por John Tresch y traducida por Damià Alou, es una innovadora biografía de Edgar Allan Poe que pone de relieve la relación de amor y odio con la ciencia de este poeta melancólico, ensayista cosmológico y narrador detectivesco. Aparece en «Biblioteca de la memoria».

Por último, incorporamos dos clásicos contemporáneos a sus respectivas bibliotecas en la colección «Compactos»: por un lado, Niños en el tiempo, en la «Biblioteca Ian McEwan», una novela con traducción de Javier Fernández de Castro en la que la desaparición de una hija quiebra un matrimonio; y por el otro, El ojo, en la «Biblioteca Vladimir Nabokov», una inquietante novela corta ambientada en el universo cerrado de la emigración rusa en la Alemania prehitleriana, con traducción de Juan Antonio Masoliver Ródenas.


PILDORAS


Berta García Faet y Pau Luque charlan sobre «Definiciones móviles»

La versión que hizo Soleá Morente de una canción de Leonard Cohen es el punto de partida de la conversación que la poeta Berta García Faet y el filósofo Pau Luque mantienen en el nuevo episodio de Tema libre, el podcast de Anagrama. Desde allí, los dos autores se plantean la existencia de las verdades morales para reivindicar la necesidad de construir historias que den sentido a nuestra vida. Lo puedes escuchar aquí:


Lola López Mondéjar gana el Premio Anagrama de Ensayo con Sin relato

El pasado 7 de octubre se anunció el fallo del Premio Anagrama de Ensayo 2024, que recayó en Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad, de Lola López Mondéjar. Un libro entre la filosofía y el psicoanálisis en el que la autora despliega una cartografía de la pérdida de la capacidad narrativa del individuo posmoderno, que ve agudizada la dificultad para contarse a sí mismo y elaborar relatos. El jurado, compuesto por Jordi Gracia, Pau Luque, Daniel Rico, Remedios Zafra, Silvia Sesé e Isabel Obiols, destacó que la obra trata «sobre la complejidad de un mundo que anima a hablar de uno mismo todo el rato y que paralelamente boicotea la lógica narrativa y creativa que requiere todo sujeto para construirse como tal». ¡Felicidades, Lola!


Emilia, Pardo y Bazán
Cerramos esta newsletter dedicada a Moito Conto con «Preocúpate mañana», tema de la banda Emilia, Pardo y Bazán, cuyo nombre es un claro homenaje a la autora gallega, («una mujer y una escritora valiente y llena de fuerza», según Esther Gómez). El cuarteto de Talavera de la Reina confiesa que su nombre surge de su interés por Pardo Bazán, autora que «entraña mucha controversia y era amada tanto por la aristocracia como por el pueblo; y por otro lado nos interesaba la sonoridad del nombre que suena como las alineaciones de fútbol o los escritores de zarzuela y de copla como Quintero, León y Quiroga y cosas así».