La economía política no dejará de tener vigencia. Frente a la inequidad galopante
del mundo, los debates sobre historia económica siempre enriquecerán nuestros
conocimientos y ayudan indudablemente a dilucidar temas tan delicados y controversiales alrededor suyo, ejemplo la pobreza. Las ópticas para entender el desarrollo económico son muchas y en ocasiones
contradictorias. Leí el texto de Pikete, elogie sus puntos de vista, la refutación de sus tesis, constituye
un bocado de cardenal, que esperaré digerir y por su puesto escribiré mi
humilde opinión. El artículo que transcribo, de Carlos Gustavo Rodríguez Salcedo, del diario “La
república” de Colombia es una buena apertura para adentrarse en la discusión académica.
CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Según la economista, “la riqueza no se construyó apilando ladrillo sobre ladrillo, sino apilando idea sobre idea”
Carlos Gustavo Rodríguez Salcedo.
20 de julio 2018
ARTÍCULO RELACIONADO
El problema no es solucionar la desigualdad, sino la pobreza
defiende McCloskey, un libro valiente, pero equivocado. Esa es la conclusión a
la que la economista Deirdre Nansen McCloske[1] y
llegó al analizar al fenómeno en ventas de Thomas Piketty: El capital en el
siglo XXI. McCloskey critica las ideas de su colega francés en su ensayo
Pesimismo medido, no medido, mal medido e injustificado. A continuación, LR
realiza un resumen conectando las principales ideas que escribió en este texto,
traducido del inglés por la Fundación para el Progreso, en el que defiende la
hipótesis de que el capitalismo, o el ‘trade-tested betterment’, como lo llama
ella, no es el origen de los problemas, sino al contrario, la causa del
desarrollo económico:
“La lectura del libro de Piketty es una buena oportunidad
para entender la preocupación de la izquierda sobre el capitalismo y ayuda a
poner a prueba su fortaleza económica y filosófica. La inquietud de Piketty de
que los ricos se vuelvan cada vez más ricos es una más de una larga lista que
lleva hasta las ideas de Malthus, Ricardo y Marx. Desde esos tiempos, el
‘trade-tested betterment’ (concepto que es mejor al del capitalismo, que
implica que lo que nos hace más ricos es la acumulación de capital, y no la
innovación) ha enriquecido a la humanidad. Sin embargo, la izquierda olvida
sistemáticamente esto y comienza a preocuparse hasta el punto que concluyen que
el capitalismo está condenado, excepto si se le introduce el monopolio de la
violencia del gobierno, o con dinero para industrias incipientes o, como lo
propone Piketty, con un impuesto para gravar al capital que causa la
desigualdad.
Sin embargo, estos economistas rara vez consideran necesario
demostrar que sus propuestas de intervención estatal funcionarán como deben.
Así, el gran número de imperfecciones, que jamás han sido medidas, llevan a los
economistas jóvenes a creer que el ‘trade-tested betterment’ ha funcionado mal,
pese a que todo demuestra que desde 1800 ha funcionado muy bien.
Todas las dudas, desde Malthus a Piketty, comparten un
pesimismo que vende, porque a la gente le gusta escuchar que el mundo se está
yendo al infierno, pese a que somos mucho más ricos de lo que éramos dos siglos
atrás. La idea central de Piketty es que el retorno sobre el capital excede la
tasa de crecimiento de la economía, por lo que el resto estamos condenados a
que los capitalistas ricos se enriquezcan, mientras nosotros nos quedamos
atrás. Sin embargo, esta idea podría ser cierta si sus supuestos lo fueran: es
decir, que solo la gente rica posee capital y que el capital humano no existe.
Al final, la preocupación ética recae solo sobre el
coeficiente de Gini y no sobre la condición de la clase trabajadora. La
preocupación de Piketty es que los ricos se enriquezcan más, así los pobres
también lo hagan. Su preocupación radica exclusivamente en una diferencia, en
un coeficiente de Gini.
Por lo tanto, la única esperanza para él es que el gobierno
ponga un impuesto mundial progresivo sobre el capital que grave a los ricos, a
pesar de que sus mismos datos demuestran que únicamente en Canadá, Estados
Unidos y Reino Unido ha aumentado la desigualdad del ingreso.
En general, los errores técnicos en sus argumentos se pueden
encontrar. Uno de estos es la definición de Piketty de que la riqueza no
incluye el capital humano, la principal fuente de ingresos en los países ricos.
El mundo ha sido transformado desde 1848 por esto y la única razón por la que
se excluye en el texto pareciera ser forzar la conclusión de Piketty, porque si
se incluye el capital humano son los trabajadores quienes poseen la mayor parte
del capital de la nación.
Pero, al final, si se profundiza en el texto, su pensamiento
‘estructural’ caracteriza a la izquierda y el problema ético fundamental del
libro es que no ha reflexionado sobre las razones de por qué la desigualdad es
mala. La condición de los pobres ha mejorado sustancialmente y el hecho de que
los ricos actúen de manera vergonzosa no implica automáticamente que el
gobierno deba intervenir para detener esto. Si a cada gobernante se le asignara
la tarea de mantenernos a todos dentro de un comportamiento ético, el gobierno
podría tener nuestras vidas bajo su tutela tal como sucede ahora en Corea del
Norte.
Lo cierto es que en las últimas décadas no ha habido un
estancamiento total de los ingresos reales, por lo que no sirve proponer
derrocar el sistema, cuando el sistema en la práctica está enriqueciendo a los
pobres en el largo plazo. La ira envidiosa hacia el consumo de los ricos no
significa una mejora para los pobres.
Si se mide el capital de una forma más exhaustiva, incluyendo
el capital humano, el rendimiento del ingreso sobre el capital está distribuido
de una forma más igualitaria. El consumo de necesidades básicas es más
equitativo a medida en que la historia de los países que se enriquecen sigue su
curso, por más que el crecimiento económico acumule la riqueza de forma
desigual . No importa si los pobres tienen el mismo número de brazaletes de
diamantes, lo que importa es si tienen las mismas oportunidades para votar o
aprender a leer. El coeficiente de Gini es irrelevante para el propósito de
elevar a los pobres a una condición de dignidad.
Por esto, no se puede explicar el mundo solo con la
acumulación de capital, pues la riqueza no se construyó apilando ladrillo sobre
ladrillo, sino apilando idea sobre idea. Lo importante fueron las ideas, no los
ladrillos. Unas ideas que se desencadenaron por una ideología conocida como
liberalismo. Gravar a los ricos con impuestos para ayudar a los pobres parece
una buena idea, pero la redistribución no ha sido el principal sustento de
estos.
Los economistas de izquierda están obsesionados con cambios
que no ayudan a los pobres y con una envidia por el consumo de los ricos. En
síntesis, están más dispuestos a asfixiar con impuestos a los ricos del
‘trade-tested betterment’ que ha sido lo que más ha ayudado a los pobres. Los
trabajadores del mundo se tienen que unir, exigir progreso, bajo un régimen de
propiedad privada y con fines de lucro. El tema social del libro de Pikkety es
una restrictiva ética de la envidia, su política supone que los gobiernos
pueden hacer lo que quieren, y su economía tiene fallas. Es un libro valiente,
pero equivocado”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario