Tecnologías nuevas y
extrañas gobiernan Los mantras modernos de Martín Felipe Castagnet, novela en
la que conviven vertiginosamente el costumbrismo y la ciencia ficción.
Kit Maude
Literatura Argentina
Cuando un escritor argentino, por más joven que sea, escribe
una novela sobre ‘desaparecidos’, uno no espera que incluya
bindi-comunicadores, monitores inflables o un buscador-adivino, pero eso es
exactamente lo que ocurre en la segunda novela de Martín Felipe Castagnet, Los
mantras modernos.
La verdad es que el uso de un término tan cargado de
asociaciones trágicas presenta un problema para el lector: por supuesto que
ningún término ni tema debería estar vedado a un escritor pero tampoco puede
permanecer ajeno a las resonancias del lenguaje que decide emplear. Aquí,
efectivamente, es una distracción cuya ventaja es difícil de detectar,
especialmente cuando se podría haber evitado muy fácilmente con un leve toque
al vocabulario. Una distracción como esa es, por otra parte, la última cosa que
necesita el lector de Los mantras modernos; ya tiene bastante para asimilar.
Primero están las desapariciones; muchos de los residentes de
la ciudad de Embarcación –una urbe del futuro próximo con fuerte sabor
argentino– han descubierto, más o menos de manera voluntaria, cómo desaparecer.
Esta transición tiene varios niveles (el parecido con un videojuego no es
casual). El más básico es el de hacerse invisible pero quedando del lado del
mundo conocido. Lo sigue un nivel más profundo, en el que se viaja a un futuro
en el que los humanos ya no están más pero se pueden robar sus objetos para
venderlos en el presente. Y el nivel de fondo: la misteriosa fosforescencia.
Después viene toda la nueva tecnología: bindis, botoncitos
enterrados en la frente que comunican pensamientos, buscadores en un Internet
omnipresente que pueden predecir el futuro con cierta precisión, y equipos para
ver otras realidades, los más efectivos de los cuales son los ‘guantes
hápticos’ (de los que surge la pregunta de la contratapa: “¿Y si fuera el
tacto, y no la inteligencia, lo único que nos mantiene humanos?”).
Finalmente, hay una nueva fauna –la “vida exótica”– invisible
para ojos comunes, que invade desde el otro lado (les resultará familiar a los
seguidores de la serie Stranger Things), objetos y mascotas parlantes. Además,
como si eso no fuera suficiente, se acerca el fin del mundo.
Siguiendo el modelo clásico de la ciencia ficción, Castagnet
combina sus altos conceptos con un relato costumbrista, y como con la mayoría
de la ciencia ficción, la escritura brilla más cuando está en el primer
territorio. Los mantras modernos nos presenta a Masita, que tiene que encontrar
a su hermano Rapo, un adicto de la desaparición. En eso lo ayuda su abuelo,
después de la fuga del anciano de un geriátrico.
En la búsqueda van encontrándose con varios miembros de la
familia extendida, que incluye la de la ex novia de Masita. Casi todos sufren,
en mayor o menor grado, del mismo vicio que Rapo, y el autor empieza a saltar
con sumo virtuosismo de una perspectiva a otra, de la segunda a la tercera
persona.
Todo esto suena un poco vertiginoso, y lo es, pero vale la
pena: la mezcla estrafalaria de elementos va borboteando de manera atrapante,
hasta llegar a un punto exhilarante y rarísimo que revela las influencias
subversivas de escritores como Marcelo Cohen o César Aira, aunque es poco
probable que uno de estos maestros hubiera caído en la trampa o error
mencionada al principio.
Los mantras modernos, Martín Felipe Castagnet. Sigilo, 208
págs.
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