La periodista mexicana Alma Guillermoprieto fue
galardonada este año con el premio
Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por
transmitir en sus textos "la compleja realidad de esta región". La
fundación con sede en Oviedo (norte) valoró "su larga trayectoria profesional y su profundo conocimiento
de la compleja realidad de Iberoamérica, que ha transmitido con enorme
coraje también en el ámbito de la comunicación anglosajona". Nacida en
México, dicta cátedra en los Estados Unidos de historia latinoamericana,
exponente del periodismo que ausculta nuestra realidad desde lo más profundo de
sus entrañas, interroga por las causas, atendiendo los hechos relevantes que
marcaron a nuestras naciones, lo que le hace importante, no solo para la prensa
sino para la propia literatura. Esta
entrevista aunque vieja deja ver su personalidad y su trabajo, y una del periódico
“El tiempo” de Colombia que es una especie de presentación que me parece muy
ajustada. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Nelson Fredy Padilla
Charla con una de las periodistas y escritoras más
reconocidas del continente.
¿De dónde sale el Alma?
A mis padres les gustó el nombre porque no aparecía en el
santoral. Se los agradezco, porque me parece un nombre bonito.
¿Qué le queda de bailarina profesional?
Espero que la disciplina.
Defina estos países que marcaron su carrera como narradora:
México: es el aire que respiro. Nicaragua: fue una revolución
alegre. El Salvador: es un país que no merece sufrir tanto. Estados Unidos:
tiene universidades maravillosas, donde me divierto mucho. Colombia: es el
mejor lugar para pensar.
¿Un ejercicio pedagógico en sus clases en la Universidad de
Chicago?
Doy un curso de historia contemporánea de América Latina. El
ejercicio mío cada semana es tratar de parecer más inteligente que los alumnos.
Fracaso en cada intento.
A propósito de Colombia, ¿qué opina de la guerrilla, los paramilitares,
los narcos?
Trato de no opinar. Trato de entender por qué son, y cómo
son, y es una tarea eternamente imposible y eternamente fascinante.
¿Cómo acabar con la mafia del narcotráfico? ¿Legalizar o no?
Creo que a estas alturas legalizar no acabará con los grupos
mafiosos que manejan el narcotráfico: han monopolizado ya demasiados negocios
clandestinos. Sin embargo, me parece que es imprescindible legalizar para poder
disminuir la violencia y la corrupción, y retomar un discurso racional acerca
de las drogas.
¿Su momento más cercano a la muerte?
Todavía no lo he tenido.
Usted le dijo hace poco a Juan Cruz, de ‘El País’ de España:
“siento que el oficio se está acabando”. ¿En qué sentido?
Ahora soy un poco más optimista. Pienso que la sociedad está
empezando a reconocer nuevamente que tiene necesidad de informarse y de
informarse bien. También siento que se está confirmando uno de mis peores
miedos con respecto a la información en internet: genera pequeñas comunidades
rabiosas y ayuda a polarizar el discurso político. Esto se notó particularmente
en las elecciones recientes en EE.UU.
¿Cuál es el futuro del periodismo narrativo?
Supongo que los seres humanos siempre tendrán necesidad de
contarse su propia vida, pero tal vez ni eso sea cierto en el futuro.
En la Babel que predijo Borges, ¿cómo leer buena literatura?
Soy gran fan de los libros electrónicos (Kindle). Cargo con
el mío a todas partes. Es un Aleph, un libro en que caben todos los libros, al
mismo tiempo el mejor libro del mundo.
¿Un libro con el que se quede?
¿Uno solo? No. Mil libros, tal vez, o diez mil. Uno por cada
fragmento de vida, todos los que alcance a leer de aquí hasta el fin.
¿Un escritor colombiano que recomienda?
Acabo de leer a Juan Carlos Garzón, que escribe con gran
lucidez sobre la etnobiología, por decirlo de alguna manera, de los grupos
mafiosos.
¿Y una autora mexicana?
Hasta no verte, Jesús mío, de Elena Poniatowska, es para mí
uno de los grandes libros del siglo XX latinoamericano, y no tiene ni
remotamente los lectores que se merece.
¿El escritor que la marcó?
Tolstói. Nunca entro en él sin maravillarme. Ve todo, siente
todo, entiende TODO.
¿Qué libro está leyendo?
La autobiografía de Keith Richards. Es como su autor, una
cosa demente e irresistible.
¿Una culpa que la persigue?
La lista eterna de correos-e sin contestar.
¿Un vicio que no puede dejar?
El pan. Sobre todo ahora que he aprendido a hacerlo tan bien.
¿Qué lleva en su bolso?
Las llaves de demasiados apartamentos. Vivo demasiado
repartida.
¿Un viaje por realizar?
Cuando inventen la máquina del tiempo, creo que será al
México de los años treinta. Una gran época que me hubiera gustado vivir.
¿Desde dónde me responde este cuestionario?
Por supuesto, desde un avión.
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EL DELICADO CORAJE DE
ALMA GUILLERMOPRIETO
Semblante de la
mexicana premiada con el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades
2018.
Sin duda, uno de los mejores regalos que ha podido tener el
periodismo latinoamericano fue el rechazo que le dio en su juventud la escuela
de danza de Marta Graham, en Nueva York, a la mexicana Alma Guillermoprieto.
Ese día comenzó a afinarse la mirada particular y la pluma sensible de una de las periodistas y cronistas más importantes de la región, que este jueves fue reconocida con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2018.
Desde Oviedo (España), el jurado otorgó el galardón a la
cronista, una mujer que en las conversaciones cotidianas exhibe en su trato
siempre una extrema sensibilidad, “por su larga trayectoria profesional y su
profundo conocimiento de la compleja realidad de Iberoamérica, que ha
trasmitido con enorme coraje también en el ámbito de la comunicación
anglosajona, tendiendo de este modo puentes en todo el continente americano”.
En efecto, aunque su lengua materna es el español, sus
grandes reportajes los ha escrito para medios en inglés, idioma que domina a la
perfección. En su acta, el jurado agrega que “con una escritura clara, rotunda
y comprometida, Alma Guillermoprieto representa los mejores valores del
periodismo en la sociedad contemporánea”.
Al enterarse de la noticia, la periodista se declaró “sorprendida” y lo recibió como un reconocimiento “inmenso” para su carrera profesional.
Alguna vez, Guillermoprieto le comentó a este diario que llegó al periodismo “por despecho” luego de ese rechazo que tuvo para ser bailarina. Sin embargo, de esa práctica conserva la finura en sus ademanes y su hablar pausado, siempre pensando cada palabra.
De eso dan cuenta decenas de periodistas que la admiran y han tenido la oportunidad de pasar por sus talleres, en Cartagena, en la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), de la cual es colaboradora muy cercana. Junto con el argentino Tomás Eloy Martínez, ella jugó un papel determinante en los primeros años de creación de esta escuela.
Al enterarse de la noticia, la periodista se declaró “sorprendida” y lo recibió como un reconocimiento “inmenso” para su carrera profesional.
Alguna vez, Guillermoprieto le comentó a este diario que llegó al periodismo “por despecho” luego de ese rechazo que tuvo para ser bailarina. Sin embargo, de esa práctica conserva la finura en sus ademanes y su hablar pausado, siempre pensando cada palabra.
De eso dan cuenta decenas de periodistas que la admiran y han tenido la oportunidad de pasar por sus talleres, en Cartagena, en la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), de la cual es colaboradora muy cercana. Junto con el argentino Tomás Eloy Martínez, ella jugó un papel determinante en los primeros años de creación de esta escuela.
“Es un justo reconocimiento a la trayectoria y obras de Alma
Guillermoprieto, que ha investigado y narrado con gran maestría periodística,
en crónicas de larga extensión, las pequeñas y grandes historias que nos ayudan
a entender mejor las sociedades de la América Latina contemporánea”, comenta
Jaime Abello Banfi, director de la FNPI.
Al pie de un volcán
Parece casi una paradoja que esa mujer fina y elegante haya
sido una de las reporteras más disciplinadas del conflicto social y armado,
como corresponsal de medios de habla inglesa como The Guardian y The Washington
Post, entre otros diarios, en la segunda mitad del siglo XX. Son ya más de 40
años en un oficio que respira por sus poros.
Desde allí, Guillermoprieto ha palpado de primera mano la realidad violenta de América Latina. Así dan cuenta libros icónicos y de culto entre las nuevas generaciones de periodistas como 'Al pie de un volcán te escribo' y 'Las guerras en Colombia'.
No solo la situación de su natal México, en donde nació en el 27 de mayo de 1949, sino prácticamente todos los países de la región están siempre presentes en su trabajo.
Por estos días, le preocupa la situación que vive Nicaragua, en donde precisamente comenzó su carrera de reportera, pero también el drama cotidiano de Venezuela o la encrucijada que atraviesa Colombia con su proceso de paz.
Son famosos los ejemplos que ella suele poner tanto en sus talleres como en sus conversaciones en eventos periodísticos, que dan cuenta de esa capacidad de observación única, sobre los acontecimientos periodísticos.
Alguna vez, al inicio de una conversación, pidió a los asistentes que levantaran la mano los que conocían a Pablo Escobar. El auditorio la levantó de inmediato. “Ahora, ¿quiénes saben quién es Gregory Pincus?”, preguntó. Silencio entre el público. Cuando reveló que Pincus era uno de los inventores de la píldora anticonceptiva anotó: “A ver, ¿quién cambió más el mundo?”.
Así, con la misma versatilidad e ímpetu con los que se le
mete a un tema de orden público o de violencia, Guillermoprieto ha querido en
los últimos años apostarle a la divulgación de hechos científicos, con la que
—según ella— el periodismo tiene una deuda.
Esa mirada original, capaz de ‘sacarle punta’ a un tema por el lado menos común, es la misma que usa para definir su percepción sobre el doloroso proceso que ha caminado Colombia, al que ella le encuentra su lado positivo, como se lo comentó alguna vez a este diario.
Esa mirada original, capaz de ‘sacarle punta’ a un tema por el lado menos común, es la misma que usa para definir su percepción sobre el doloroso proceso que ha caminado Colombia, al que ella le encuentra su lado positivo, como se lo comentó alguna vez a este diario.
LA IDENTIDAD DE COLOMBIA
“Voy a decir una cosa un poquito escandalosa, pero creo que
esos años tan duros de aislamiento que pasó Colombia obligaron —por
ejemplo— a los artistas colombianos a una creatividad propia, y de ahí
que la música, la arquitectura y el diseño colombianos que han surgido de estos
últimos 30 años sean tan originales y tan fuertes, porque salieron de una
máquina de presión. Salieron también de un aislamiento que obligó a buscar
raíces e identidad muy profunda”, anota.
La periodista Patricia Lara, quien conoció a su colega mexicana en la década de
los años 80 como corresponsal de algún medio de Estados Unidos, siempre ha
admirado su capacidad para “retratar la realidad haciendo gala de tanto
detalle”.
El vínculo de las dos periodistas se estrechó en las épocas en que Lara dirigía la revista Cambio 16 Colombia, que solía contar con dos cupos para que sus periodistas viajaran a Cartagena a tomar los talleres de la FNPI.
“Recuerdo que alguna vez, a raíz de un taller que dictó sobre
reportaje, Alma dijo que a los colombianos les costaba mucho trabajo ponerse en
el pellejo del otro y tomaban una cierta distancia. No lograban llegar al fondo de ese
ser humano que es el otro. Tal vez eso explica muchas cosas en este país y por
qué a la gente le importa poco que se muera la otra”, comenta Lara.
Precisamente, Abello Banfi resalta la generosidad de
Guillermoprieto con sus alumnos y el cariñoso trabajo de edición que pone en
los textos que ellos le entregan, a lo largo de “memorables talleres”,
dice. “Son talleres que han dejado un duradero impacto educativo en
nuevas generaciones de cronistas latinoamericanos”, comenta.
Sobre el quehacer del oficio, ella contaba alguna vez que en una oportunidad tuvo una discusión de dos horas con uno de sus jefes de una de las revistas estadounidenses, por una sola palabra del texto que había escrito. Anotaba que eso daba cuenta de la rigurosidad con la que debía ser tomada la labor de la edición.
Sobre el quehacer del oficio, ella contaba alguna vez que en una oportunidad tuvo una discusión de dos horas con uno de sus jefes de una de las revistas estadounidenses, por una sola palabra del texto que había escrito. Anotaba que eso daba cuenta de la rigurosidad con la que debía ser tomada la labor de la edición.
Nadie más indicado que ella, precisamente, para analizar la
difícil situación que atraviesa el periodismo como oficio, tan amenazado en la
denominada era de la posverdad y tan diferente del que ella ha hecho en las últimas
cuatro décadas.
“El oficio que yo he ejercido se está acabando, falta ver qué
inventan los jóvenes. Pero yo creo que el periodismo siempre hace falta en
todas las sociedades, porque necesitan información de alguna manera subversiva,
información no condicionada, que vea lo que nadie más está viendo. Y eso me
hace pensar que la reportería y el periodismo sobreviven en una sociedad
moderna de una manera o de otra”, le dijo a este diario hace un tiempo en una
entrevista.
Sobre los desafíos que enfrenta este oficio para su reinvención, Guillermoprieto es consciente de que se trata de un negocio que tiene que ser rentable.
Sobre los desafíos que enfrenta este oficio para su reinvención, Guillermoprieto es consciente de que se trata de un negocio que tiene que ser rentable.
“En Latinoamérica y Estados Unidos, uno no se cansa de ver cosas nuevas, interesantes. Hay gente joven que sabe aprovechar la posibilidad de internet”, dijo.
Miembro honoraria de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, Alma Guillermoprieto inició su trayectoria como periodista cubriendo la insurrección nicaragüense de finales de los 70 para The Guardian y fue una de las dos reporteras que desvelaron, en su caso en The Washington Post, la masacre de civiles en El Mozote (El Salvador), con la muerte de unas mil personas en 1981.
Guillermoprieto también es autora de La Habana en un espejo (2005), en el que describe la vida cotidiana con la revolución castrista.
Este Princesa de Asturias se une a un gran número de reconocimientos que ha recibido a lo largo de su trayectoria vital, como el Ortega y Gasset a la trayectoria profesional que el diario El País le otorgó el pasado año.
Su candidatura, propuesta por el escritor Antonio Lucas, se impuso en las últimas votaciones del jurado a otras dos reporteras americanas, y con su elección se ha convertido en la tercera mujer que en 38 años consigue este galardón, después de la filósofa española María Zambrano (1981) y la fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz (2013).
Por segundo año consecutivo, esta categoría del premio cae en un representante latinoamericano. El año pasado fue reconocido con el galardón el grupo de músicos y humoristas argentinos Les Luthiers.
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