Para mi amigo Simon con mucho cariño
Para no terminar como el embajador de la novela "Bajo el volcán"(1947) de Malcon Lowry, llevada al cine con mucho éxito, de una intensidad tenaz, lúcida y en parte autobiográfica, escrita por John OBrien estando muy joven, proceso que duro diez años, o en otro caso, como Ben Samderson, en la película "Adiós a las Vegas" dirigida Maki Figges y protagonizada por Nicolas Cage y Elisabeth Shue, que le mereció el Oscar al primero y la nominación a su coprotagonista. Cinta que narra lo ocurrido al exconsul, el Británico Geoffry Firmin (1938) en Cuernavaca México, alcoholizado, quien siempre en los hechos estuvo acompañado con Ivonne, su mujer, en una tragedia pasada por mucho alcohol, ímpetu, locura y arrogancia. Hace unos días, tomé la decisión personal de dejar de beber y abandoné de súbito el parque de los iconoclastas en los Alcazares Medellín Colombia.
La historia es variopinta, hablo de mi historia, Cualquier día hace dos años conocí a un grupo de amigos, super especiales, profesionales, con carisma, de un humor como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos (García Lorca). Todos los sábados nos reuníamos en unas tertulias que nos enseñaban que la vida es algo más que trabajar y cumplir. Siempre estaba Simon, Wey, Omar, Mario, Alina, Keny, Esteban, David, Armando, Ana, Sebastián, J y quien nos llegase de visita, lo que era una constante. De los temas baladíes pasábamos a la literatura, la actualidad o cualquier chisme político y por supuesto a los acontecimientos del barrio. El día pasaba ligero en medio de risas y apuntes sin ninguna pretensión racional, era un refresco difícil de olvidar y una tregua a las servidumbres de la vida.
La amistad con mis parceros se consolidó, con Omar, armamos una hermandad y empezamos a compartir los bemoles de la vida, en el caso mío lidiando con un escepticismo persistente, como ha sido la constante en la vida. El circulo se fue ampliando, llegaron los viejos, Orlando, Henry, Juan David, Jovanni, Torres, Morgan. Comencé a bajar con más constancia, entre semana, después todos los días, tomé desde bolsa, un trago casero que se llama New York, hasta el famoso pescol. Lo importante era el alcohol y no las personas, menos los temas. Durante semanas dejé de escribir, mis hijos se fueron de mi casa y la vida se cargo de una soledad insostenible.
Siempre he bebido, algunas veces con moderación, otras, como cosaco y marinero recién desembarcado. Mis constantes en la vida son la lectura y la escritura, el conocimiento en su más amplio espectro. En este mundo caótico e injusto, creo que la vida a palo seco es una tortura. Mi madre murió hace un mes y cinco días. Fue en Bogotá. La noticia pese a que la esperábamos desde hace algunos días me impacto, socavo lo más intimo de mi ser pues fue perder el cordón umbilical de mi vida, la atadura y el sentido más profundo. Estaba bebiendo en el parque, no sabía que hacer y no quería verla en esa condición. Lo cierto es que hay compromisos ineludibles y a este que era el más importante de mi existencia lo incumplí, entre muchas razones para no entrar en análisis psicoanalíticos, que terminan siendo pretextos, fue por el alcohol, la botella, que todo lo domina cuando nos coge ventaja, pese a ser un elixir encantador.
Este evento me generó un inventario de las decisiones de los últimos seis meses. El insomnio insoportable, los compromisos fallidos, el duelo y la soledad me hicieron hacer un alto en el camino. La decisión no tiene que ver con las patologías, sino con el daño que uno se infringe intencionalmente, Con todo esto, quedé impertérrito y de pronto en esas decisiones en donde participa el inconsciente, con todo el lastre de una vida trágica, dije por ahora no bebo más. Aquí estoy en el dulce encanto de la sobriedad, escribiendo para poder paliar con una realidad inmodificable que parece una espada de corsario.
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