miércoles, 16 de septiembre de 2020

EL NATALICIO DE MARIO BENEDETTI

 


Mario me recuerda a Julio Flores un poeta colombiano, son escritores populares que están por encima de criterios académicos y el juicio implacable de los críticos, mucha gente recita sus poemas sin tener idea quien es el autor. El libro de poemas “Inventario” era imprescindible para cualquier universitario de los 70 del siglo pasado. Además de la música de Silvio y Pablo Milanés y por supuesto“Cien años de soledad” de Gabo.

Mario fue un excelente escritor comprometido, militante. Nunca renunció a la política, a sus posiciones ideológicas de izquierda, a la denuncia de la inequidad y las falsedades históricas con que somos levantados los latinos, al saqueo permanente de nuestras riquezas. Su compromiso en la línea de Martí, fue parte de su obra, en todo caso esta es de una calidad indiscutible y se encumbra por encima de la crítica, el canon y la academia. Nunca he despreciado el valor de la crítica y los aportes de la misma en el desciframiento de la literatura y en su comprensión, pero en en el caso concreto se hizo popular por encima de sus designios.

Montevideo fue la ciudad emblemática del escritor. Amo esta ciudad y la describió como el que más, basta leer la “Tregua” su novela para sentir las calles y las plazas que enalteció con una prosa y poesía sin arabescos lejos de todo barroquismo. “En 1970 aparece publicado el disco Cielo del 69 del grupo de canto popular uruguayo Los Olimareños. El título del álbum se corresponde con una de las canciones que lo integran, escrita por Mario Benedetti que, de esta forma, se adentra en un campo artístico hasta entonces por él inexplorado, el de letrista de canciones”[1]. La canción, como la poesía popular son un género importante para la divulgación de su obra, que trata de las cosas simples de la vida con que cualquier mortal se encuentra. La poesía nació de la canción: La Ilíada y La odisea, para solo citar las más importantes. “Durante el Siglo XX, y en relación con el auge de la comunicación audiovisual, el proceso de dignificación artística de la canción, que venía anunciándose desde el siglo XIX, cobra un impulso decisivo y la canción empieza a abrirse camino en los círculos culturales, sin dejar de aspirar por ello al contacto con las clases populares”[2].

Su obra es de corte existencialista, pesimista, describe los avatares de una clase media atribulada por arribismos, perteneciente a una burocracia decadente y sin futuro, enredada entre los privilegios de una elite a las que añora pertenecer, pero que nunca alcanza, pese a todos los esfuerzos e hipocresías para lograrlo. El primer volumen de cuentos: “Esta Mañana” (1949) donde se decanta las influencias de Foulkner, Henry James, Proust y Kafka; “Quien de Nosotros” (1959) obra que sigue fiel a estas prevalencias, siempre refleja una sociedad des-corazonada.  Más tarde publica “Cuentos Montevideanos”, con este libro llega a su madurez literaria, al dominio de la forma que le permite describir la sociedad arribista y decadente de la clase media, las contradicciones del capitalismo con la descripción de las dictaduras en el sur, en una prosa rigurosa, hilvanada, desde la cual describe sus inconformidades sin caer en los defectos de la literatura militante.

Pocos conocen sus dotes como ensayista. Hay un ensayo sobre Gabo que lo describe en su totalidad. Se llama: Gabriel García Márquez o la vigilia del sueño:

Casi todos los relatos de García Márquez transcurren en Macondo, un pueblo prototípico, tan inexistente como el faulkneriano condado de Yoknapatawpha o la Santa María de nuestro Onetti, y sin embargo tan profundamente genuino como uno y otra. No obstante, de esos tres puntos claves de la geografía literaria americana, tal vez sea Macondo el que mejor se imbrica en un paisaje verosímil, en un alrededor de cosas poco menos que tangibles, en un aire que huele inevitable­mente a realidad; no, por supuesto, a la literal, foto­gráfica, sino a la realidad más honda, casi abismal, que sirve para otorgar definitivo sentido a la primera y embustera versión que suelen proponer las apariencias. En Yoknapatawpha y en Santa María las cosas son meras referencias, a lo sumo cándidos semáforos que regulan el tránsito de los complejos personajes; en Ma­condo, por el contrario, son prolongaciones, excrecen­cias, involuntarios anexos de cada ser en particular. El paraguas o el reloj del coronel (en El coronel no tiene quien le escriba), las bolas de billar robadas por Dámaso (en En este pueblo no hay ladrones), la jaula de turpiales construida por Baltazar (en La prodigiosa tarde de Baltazar), los pájaros muertos que asustan a la viuda Rebeca (en Un día después del sábado), el clarinete de Pastor (en La mala hora), la bailarina a cuerda (en La hojarasca), pueden ser obviamente to­mados como símbolos, pero son mucho más que eso: son instancias de vida, datos de la conciencia, repro­ches o socorros dinámicos, casi siempre testigos impla­cables”.

Habla de aquellas atmósferas que van mucho más allá de los academicismos o los desciframientos de la crítica estructuralista, miremos el efecto en el análisis que hace de Gabo:

“Por otra parte, el novelista crea elementos de nivelación (el calor, la lluvia) para emparejar o medir seres y cosas. (Por lo menos el primero de esos rasgos ha sido bien estudiado por Ernesto Volkening [3]. En La hojarasca, en El coronel, en alguno de los cuentos, el calor aparece como un caldo de cultivo para la violencia; la lluvia, como un obligado aplazamiento del destino. Pero calor y lluvia sirven para inmovilizar una miseria viscosa, fantasmal, reverberante. El calor, especialmente, hace que los personajes se muevan con lentitud, con pesadez. Por objetiva que resulte la actitud del narrador, hay situaciones que, reclutadas fuera de Macondo o quizá del trópico, se volverían inmediata­mente explosivas; en el pueblo inventado por García Márquez son reprimidas por la canícula. (Quizá valdría la pena comparar el machismo urgente de las novelas mexicanas con el machismo sobrio de García Márquez). Claro que, entonces, la parsimonia de esas criaturas pasa a tener un valor alucinante, un aura de delirio, algo así como una escena de arrebato proyectada en cámara lenta”[3].

Mario Benedetti desde su novelas y cuentos busca narrar la verdad elusiva de su país y Latinoamérica, entidades que no son capaces de superar sus vicios, los repiten en una paranoia absoluta, sin tregua, en medio siempre de violencias a granel y con total irrespeto de los derechos humanos.

Quiero hablar ahora de su poesía, la más popular de Hispanoamérica. “Poemas de oficina” lo popularizó como poeta. En este libro están todos los elementos esenciales de su poesía. Cabo Borda dice de su poesía: “Emotiva, simple, conversacional, no alcanza grandes alturas, y el mismo llegó a considerarse un poeta menor, pero había logrado sintonizar con un talante de despojo, pocas y preguntas cotidianas”[4].

 

Hay un poema de “Inventario”,” Hagamos un trato” que me encanta por su elemental fascinación:

HAGAMOS UN TRATO

Compañera                  

usted sabe         

que puede contar                 

conmigo             

no hasta dos                

o hasta diez                 

sino contar                  

conmigo             

 

si alguna vez                

advierte              

que la miro a los ojos           

y una veta de amor              

reconoce en los míos           

no alerte sus fusiles             

ni piense qué delirio            

a pesar de la veta                 

o tal vez porque existe                  

usted puede contar             

conmigo             

 

si otras veces               

me encuentra              

huraño sin motivo               

no piense qué flojera           

igual puede contar               

conmigo             

 

pero hagamos un trato                 

yo quisiera contar                

con usted           

      es tan lindo            

saber que usted existe                  

uno se siente vivo                

y cuando digo esto               

quiero decir contar              

aunque sea hasta dos          

aunque sea hasta cinco                

no ya para que acuda          

presurosa en mi auxilio                 

sino para saber           

a ciencia cierta            

que usted sabe que puede           

contar conmigo.         

 

Sencillo, sabio, con ritmo y de grata recordación. Otro es “Ustedes y nosotros”:

 

USTEDES Y NOSOTROS

Ustedes cuando aman

exigen bienestar

una cama de cedro

y un colchón especial

 

nosotros cuando amamos

es fácil de arreglar

con sábanas qué bueno

sin sábanas da igual

 

ustedes cuando aman

calculan interés

y cuando se desaman

calculan otra vez

 

nosotros cuando amamos

es como renacer

y si nos desamamos

no la pasamos bien

 

ustedes cuando aman

son de otra magnitud

hay fotos chismes prensa

y el amor es un boom

 

nosotros cuando amamos

es un amor común

tan simple y tan sabroso

como tener salud

 

ustedes cuando aman

consultan el reloj

porque el tiempo que pierden

vale medio millón

 

nosotros cuando amamos

sin prisa y con fervor

gozamos y nos sale

barata la función

 

ustedes cuando aman

al analista van

él es quien dictamina

si lo hacen bien o mal

 

nosotros cuando amamos

sin tanta cortedad

el subconsciente piola

se pone a disfrutar

 

ustedes cuando aman

exigen bienestar

una cama de cedro

y un colchón especial

 

nosotros cuando amamos

es fácil de arreglar

con sábanas qué bueno

sin sábanas da igual.

 

 

A Mario Benedetti en este momento se la hacen homenajes en su país y en toda Hispanoamérica, es el poeta popular del continente, el más cantado y por supuesto un excelso novelista. Todo lo que se haga en su honor es justo.  Mire esta síntesis crítica magistral sobre su poesía de manos de Gustavo Cobo Borda: “Emotiva, simple, conversacional, su poesía no alcanzaba grandes alturas, y él mismo llego a definirse como un poeta menor, pero había logrado sintonizar con un talante de despojo, pocas cosas y preguntas cotidianas. De sencillísimo aprendido en el poeta argentino Baldomero Fernández Moreno. Tácticas y estrategias para amar, conciencia del paso del tiempo, llanto fraterno por torturados y desaparecidos y las amargas lecciones del exilio, en soledad y distancia. Haber expresado ese momento histórico y luego el des-exilio, con su retorno a un país que ya nunca sería el mismo, hizo que sus poemas, cuentos, novelas, ensayos y teatro configuraran la sensibilidad de muchas y muchos que con su muerte vieron desaparecer un amigo de sueños y optimismos históricos, que luego el mismo Benedetti termino por reconocer como excesivo y distante de la realidad. Una de las muchas lecciones válidas de este libro justo y capaz de brindarnos una imagen coherente de este escritor tan popular, tal como lo ha perfilado Hortensia Campanella en su muy lograda biografía”[5]. Me une a este homenaje con total agradecimiento para quien me dio las mejores lecturas.

 

 

CESAR HERNANDO BUSTAMANTE HUERTAS


    



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