Pese, a que el gobierno colombiano dice atender el problema de los
asesinatos de líderes sociales, estos no cesan. Paradójicamente, esta semana se
han incrementado en el Departamento de Cauca, al noroccidente del país, al sur
del Valle del Cauca. Es tierra de indígenas, de líderes sociales y de un
conflicto eterno. Está columna es de el exfical Gomez Mendez. Empiezo por decir. Nuestra historia es un glosario perverso de estos hechos, desde la conquista. excluir mediante el sicariato, el asesinato, al adversario político, es una costumbre vieja de nuestra clase política. El doctor Méndez en su columna hace un análisis muy riguroso de lo que está sucediendo en el Departamento del Cauca en Colombia. Casi nunca estoy de acuerdo con sus análisis, pese a que lo leo hace mucho tiempo. Es abogado de mucha trayectoria, exprocurador, fue ministro de justicia, juez, magistrado, nació en Chaparral,
Tolima. Su preocupación es cierta y habla por si sola. Es evidente, el problema
de violencia y la falta de atención en el Departamante del Cauca viene desde la Colonia. Se
creyó que, con la independencia se solucionaba. Para nada, vana ilusión de estos
pueblos. Hablamos del departamento más esclavista. Puede que Paloma Valencia se
le haya olvidado esto. Tomas Mosquera traslado los esclavos a Ecuador, cuando José Hilario López, declaró el cese total de la esclavitud. Dicho esto, Murillo el español, el estratega, en plena reconquista después de
1810, capturó al Caldas muy cerca de Popayán, venía de Bogotá de montar el
primer telescopio y el primer observatorio astronómico, fue el padre de esta
ciencia en Colombia. Fue discípulo del sabio Mutis, el padre de la expedición Botánica,
proyecto de ciencia hasta hoy insuperable. A francisco José Caldas, lo
capturaron en Cauca, esa era su tierra, él pudo huir, no lo hizo o su indecisión ño condenó a un oprobioso pelotón de fusilamiento de Soldados Españoles. Fué muy grande, científico, el primer hombre de ciencia. Por razones que se desconocen, no salió a tiempo y fue visto
saliendo al sur, lo apearon para decirlo en términos coloquiales. Al final se produjo su captura. Murillo fue a fusilarlo, un
soldado le expresó: Es un sabio. Y él respondió: España no necesita sabios.
Pareciera que Colombia no necesita al Departamento del Cauca. Menos a la clase
social dirigente y los líderes y presidentes de las juntas de acción comunal y los Indígenas. Después del
conflicto se ha incrementado los asesinatos, desaparecidos y el desplazamiento.
Está es una excelente columna. CESAR H
BUSTAMANTE
Por: Alfonso
Gómez Méndez 12 de mayo 2020, 07:28 p.m.
Hace unos
meses escribí sobre la crítica situación social y de orden público vivida en el
departamento del Cauca, región por la que guardo especial afecto dado que fue
la patria chica de mi padre, Federico, natural de Miranda y quien de allí salió
al Tolima, donde nací.
Hoy lo hago
de nuevo al ver que, casi con generalizada indiferencia, la violencia se ensaña
contra gentes humildes, líderes sociales, indígenas, laboriosos campesinos,
desmovilizados que entregaron armas y donde como escribió el compositor Jorge
Villamil, “no se respetan ancianos, las mujeres y los niños”. Nada más en los
últimos días los relatos son escalofriantes.
La revista
'Semana', en un completo informe, cuenta cómo fue el crimen de Álvaro Narváez
Daza. Los asesinos –al parecer disidentes de las Farc– le “cobraron” ser líder
en la sustitución de cultivos, y lo atacaron en su vereda, en Mercaderes, junto
a su esposa, su hijo y una nieta de quince años. De milagro se salvaron un hijo
y dos niños de 4 y 7 años.
'Noticias
Uno' y 'El Espectador', informaron del asesinato de Armando Muñoz de 35 años y
su hija de 9 meses en Suárez (Cauca), supuestamente porque los grupos
criminales querían hacer respetar la “cuarentena”.!!! Y días antes fue
asesinado, igualmente en Suárez, Eduardo Medina, Comunero indígena. La cadena
criminal no cesa.
El gobernador
del Cauca, Elías Larrahondo, se declara impotente frente a la feroz arremetida.
El alcalde de Mercaderes dice que siente temor. Alarmado, el defensor del
Pueblo (DP), Carlos Negret, le dice a Cecilia Orozco que “los criminales no
respetan toque de queda (TQ)”.
Y ese es el
punto. ¿Qué explica que a un departamento donde –como hoy se dice– ha aumentado
exponencialmente la Fuerza Pública, criminales de todos los pelambres –elenos,
disidentes ‘farianos’, narcos, o todos juntos– lo azoten de tal manera y el
Estado no sea capaz de ponerles tatequieto?
Si el Estado
moderno existe esencialmente para preservar la seguridad y la vida de los
ciudadanos, ¿qué falta para que recupere el sosiego y la tranquilidad en el
Cauca, ante todo en el norte? ¿Y cómo entender que mientras todos estamos
encerrados por temor al contagio, para los criminales no rijan ni el pico y
cédula, ni el pico y género, ni el TQ? La indiferencia, en parte porque el
coronavirus se “trague” la agenda pública, no puede ser la respuesta.
La máquina
criminal de que vengo hablando tampoco para en el bajo Cauca antioqueño, el
Catatumbo o la costa Pacífica nariñense. Es inconcebible que el ‘encierro’ rija
para los ciudadanos de bien y no para los delincuentes de toda laya. Y no se
entiende cómo el miedo al coronavirus y sus fatales consecuencias imponga que
debamos aceptar el recorte de libertades individuales para salvar vidas.
Años atrás,
cuando se sugirió una medida como el empadronamiento que rige en los países
civilizados y en virtud del cual el ciudadano debe reportar a la policía todo
cambio de residencia, hubo tal reacción en contra que el debate se ahogó en la
cuna. Hoy, sin desconocer la necesidad de muchas de las medidas, la situación
ha sacado a relucir el pequeño corazoncito autoritario de algunos mandatarios
regionales.
El TQ se usó
durante la Violencia por motivos de orden público. De niño lo viví en
Chaparral, y nunca pensé volverlo a ver. Si de evitar aglomeraciones se trata,
¿por qué pensar que estas se dan en las noches? Encerrar a la gente entre 6 m.
y 5 a. m. no parece la mejor forma de lograrlo: el Viernes Santo, a puerta
cerrada, 40 personas estaban reunidas en un burdel en Villavicencio. Encerrar a
la gente da sensación de poder, propicia para torpes alcaldadas.
Y en cuanto a
los mayores de 70, Felipe Zuleta, en su estilo, y Daniel Samper Pizano, con su
humor cachaco que nos recuerda su 'Dejémonos de vainas', acaban de dar un
enfoque divertido y menos tétrico al asunto.
Atender la
pandemia –hasta ahora bien manejada– debe ser compatible con la preservación
del orden público, la acción implacable contra el asesinato de líderes sociales
y hasta, por qué no, con el respeto a las libertades individuales, solo
afectables en casos absolutamente necesarios.
Alfonso Gómez
Méndez
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