Este artículo es
escrito por una de las personas más conocedoras del medio ambiente en Colombia
y en el mundo, es una científica, que nos da una visión de la biodiversidad y
el desarrollo sostenible, más coherente y de acuerdo a presupuestos sólidos, por
fuera de esnobismos. Es directora del instituto Humboldt, académica, escritora
y una itinerante promulgando conceptos sobre medio ambiente. La traeremos a
este blog constantemente, este uno de sus artículos publicados en el diario “La
república” de Colombia. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Desde que se hizo evidente la capacidad humana de transformar
la atmósfera de manera radical y con ello el clima y toda la funcionalidad
ecológica planetaria, se ha popularizado la idea de que vivimos una nueva era
en la historia geológica de la Tierra, suficientemente diferenciable de las
previas debido a que ha sido capaz de dejar señales persistentes: una
concentración y composición de gases que solo se ha presentado de manera
espontánea hace varios millones de años, una acumulación en aire, agua y suelo
de polímeros y otros miles de sustancias inexistentes antes de la era
industrial, un relieve modificado por obras de infraestructura capaces de
sobrevivir a la especie en caso de su extinción.
Hay muchos argumentos opuestos a la adopción formal de esta
denominación de la “era de lo humano”, pues su duración ha sido tan breve que
apenas podría comparase con un evento catastrófico como el meteorito que
extinguió los dinosaurios. Es decir, no como una era, sino como la línea que
dividió dos eras: el Holoceno y la que venga, que no nombraríamos nosotros por
obvias razones. La tenue persistencia del animal industrial en que nos
convertimos hace muy complejo el análisis, pues es absolutamente inimaginable
la forma que tomarían las civilizaciones humanas del futuro, salvo que
insistamos en que la sostenibilidad es una estrategia intermedia y estable de
forrajeo ilustrado o místico gracias al cual la población humana se
estabilizará en 1.000 o 2.000 millones de seres, quienes activa y decididamente
dejaron de lado su pretensión de controlar el átomo y el ADN, es decir, que
decidieron acoger un estado intermedio de perturbación ecológica con reglas
estrictas acerca de la innovación y la adopción de tecnología: una existencia
estabilizada en cierto punto de la historia humana.
Otras razones para rechazar la idea de una era de lo humano
vienen de la epidemiología: somos, en términos de la evolución, el equivalente
de una plaga. Y recordar “el año de la plaga” como referencia obligada al
colapso de la población europea con orgullo no es muy llamativo. En ello se
basan movimientos radicales y de contracultura que se rehúsan a seguir usando
la ciencia como fuente de manejo ambiental, invalidan las “métricas que
mecanizan la vida y limitan los sentidos” y combaten “las narrativas de un
apocalipsis identificado con el colapso de la civilización contemporánea”,
diría Natasha Myers en un evento reciente de “deconstrucción del verde” a
partir del arte, la ciencia y la literatura. Como animales místicos deberíamos
ser capaces de sobreponernos a la “pornografía de la ruina” y encontrar otra
posición en medio de las plantas y los animales del mundo, que nos reinstale en
otra senda de la evolución de la vida. ¿Desquiciado? Tal vez, pero una
incitación a la autocrítica, al abandono de la arrogancia, a buscar otras
posibilidades de ser, a retomar la compasión por el mundo y revivirlo como
premisa. No el Antropoceno, sino la búsqueda de un lugar humilde pero gozoso
para nuestra especie, a la manera de Francisco de Asís.
Para otros tal vez el tiempo de considerar a fondo la idea de
una posthumanidad, un postantropoceno y liberar la biota de nuestra carga,
migrando poco a poco al ordenador, a otros planetas. Parece absurdo, pero en
cien años nada se parecerá al presente, mucho menos nuestra especie. Y ya
nacieron quienes enfrentarán las bifurcaciones por venir.
Que bien mi querido poeta, estos versos, son del talante de aquellos, seguro perdurarán por la calidad, el ritmo y la entonación. Es un hecho, que el acto creativo es lo más grande. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
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