El comic y la
literatura ilustrada hacen parte del mundo creativo y literario, están muy
desarrollados, algunas personas no hemos valorado su verdadera dimensión. Desde hace mucho tiempo, hacen parte del arte, de la literatura como
tal. Marukami, uno de mis autores preferidos valora de sobremanera la
importancia de estos formatos, es una manera de crear diferente a todo que
conocemos, dibujo y narrativa se unen para darnos otra manera de leer. Esta
entrevista a su ilustradora es una muestra de este universo. Ha sio toma del periódico
“El tiempo” de Colombia. Espero mis lectores lo aprovechen. CESAR HERNANDO
BUSTAMANTE
Fabiana Scherer
Esta alemana ganó la
admiración del autor japonés, que es exigente en todos los pasos de sus libros.
“Las imágenes de Kat Menschik son de verdad diferentes y
únicas –describió Haruki Murakami el trabajo de la ilustradora alemana–. Es
precisamente ese sentido de otredad el que como autor quiero evocar en mis
lectores”.
Confesa lectora del autor de Tokyo Blues y Kafka en la
orilla, solo por nombrar algunos de los títulos que despiertan fascinación por
el autor japonés, Kat se convirtió en la ilustradora elegida por el eterno
postulante al Premio Nobel para poner en imágenes sus relatos. La reciente
aparición de La chica del cumpleaños (TusQuets), en una hermosa edición en tapa
dura, sirvió de excusa para intercambiar algunas apreciaciones.
“Las narraciones de Murakami tienen muchos niveles, caminos
casi oníricos que te llevan en una o en otra dirección, nada parece seguro, y
muchas cosas dependen de nuestra experiencia individual. Parecen sueños, puzzles,
y yo puedo hacer algo nuevo sobre estos –confiesa–. Eso es maravilloso para mí,
como ilustradora, porque puedo trabajar en un plano casi surrealista”.
La relación que mantienen Kat y Murakami se inició en 2009,
con Sueño (se publicó por primera vez en 1990), donde la noche añil y de plata
con la que propone imágenes oníricas, ensoñaciones, visiones, se cuelan entre
las palabras del escritor y permiten esa otredad que tanto destaca el autor.
Sueño es el primero de los cuatros relatos ilustrados. Le siguieron Asalto a
las panaderías (publicado por primera vez en 1981 en la revista literaria
Waseda Bungaku); Segundo asalto a la panadería (apareció en la revista Marie
Claire, en 1985 como continuación de aquél); La biblioteca secreta (se conoció
originalmente en 1990, fue traducido al inglés para The New Yorker, en 1992, y
compilado en El elefante desaparece, primer libro de cuentos del autor), y La
chica del cumpleaños.
La idea de establecer una relación entre Kat y Murakami
surgió de la editorial Dumont-Verlag, tras enterarse de que el escritor había
develado cierta atracción por los dibujos de Menschik. Es sabido en el mundillo
editorial la obsesión del autor japonés por controlarlo todo, incluso las
portadas de las traducciones de sus libros, las que supervisa personalmente
antes de que se publiquen: las acepta o las rechaza. Nunca hay grises.
Dispuesta a seducirlo, Kat preparó una carpeta de muestra y el encuentro entre
el autor y la ilustradora se convirtió en un sueño hecho realidad. Murakami viajó
a Berlín, ciudad en la que Kat creció y vive desde antes de la caída del Muro,
la invitó a cenar y después de hablar de jazz, de Japón y de la variedad de
cervezas alemanas le propuso que llevara mucho más allá sus historias: que se
animara a ir a un segundo nivel.
¿Cuál fue el mayor reto a la hora de ilustrar las narraciones
del autor japonés?
Admiro profundamente la obra de Murakami, por lo que el
desafío con él siempre consiste en realizar un trabajo que le satisfaga de
verdad. No quiero contentar solo a los lectores, busco que él también disfrute
de mi trabajo.
¿Qué fue lo que más le llamó la atención del relato ‘La chica
del cumpleaños’?
Quizá la relación entre ser joven y envejecer, entre la vida
y la caducidad; la mirada hacia la vida que queda por delante, y la mirada
retrospectiva; la juventud y la muerte. Pero, también, un carácter muy
femenino, de niña, la birthday girl de color rosa... (todas las ilustraciones
son en ese tono, como se puede ver en la tapa).
En el cuento publicado originalmente en 2002, en el volumen
Sauce ciego, mujer dormida, Murakami se permite, como siempre, explorar entre
lo fantástico y lo tangible, elementos que llevaron a Kat a imaginar una
Alicia, de Lewis Carroll, en el que se entremezclan el deseo y la magia.
“–Hoy cumples 20 años y, además, me has traído una magnífica
comida caliente –dijo el anciano como si quisiera confirmarlo una vez más
(...). ¡Qué dichosa coincidencia! ¿No te parece?
–Así pues –dijo el anciano, palpándose el nudo de la corbata
de tonalidad parecida a la hojarasca–, voy a hacerte un regalo, jovencita. Un
día tan especial como el del vigésimo cumpleaños requiere un recuerdo también
muy especial.
Sentada en el sofá, ella negó precipitadamente con la cabeza.
–¡Oh, no! No se moleste, se lo ruego. Yo solo le he traído la
cena porque así me lo han ordenado.
El anciano levantó las manos con las palmas vueltas hacia
delante.
–¡Oh, no, no! Eres tú quien no debe preocuparse. Es un regalo
que no tiene forma. No tiene valor. En fin –dijo, posando las manos sobre la
mesa. Y suspiró–. En fin, que voy a satisfacer un ruego tuyo, mi joven y
preciosa hada. Voy a hacer que se cumpla un deseo. El que tú quieras. No
importa cuál. Cualquier deseo que tengas. En el caso de que tengas alguno, por
supuesto”.
El libro cierra con un relato adicional de Murakami, donde
narra lo que significa para él cumplir años y el ritual que practica año tras
año. El texto repasa los hitos de su generación: la que nació después de la
Segunda Guerra Mundial, creció con el rock and roll y la rebeldía del 68;
además de ofrecer una curiosa reflexión sobre el rito que lleva cada año.
“Vine al mundo el 12 de enero de 1949. Eso significa que
pertenezco a la llamada generación baby boom (...). Una vez busqué en internet
qué personas cumplían años. Cuando entre ellas descubrí a (no vamos a spoilear
el nombre del personaje en cuestión), me sentí inmensamente feliz (...). Ese
día, alzo la copa de vino y brindo por el descanso eterno de este brillante
escritor norteamericano con quien comparto el día del cumpleaños”.
Murakami destaca la otredad en sus dibujos. ¿Trata usted de
narrar una historia paralela con sus ilustraciones?
Lo hago muy a menudo, sí. Y con eso pretendo no aburrir a los
lectores, ofrecerles algo más. Los lectores ya tienen a su disposición el
texto, así que no necesito ilustrar con precisión lo que dice, sino que puedo
apartarme ligeramente del relato y crear algo nuevo. Ese es precisamente mi
objetivo, y me alegro mucho si lo consigo.
¿Se identifica con los personajes de los textos que dibuja?
No, la verdad es que no. Intento captar la sensación del
texto y trasladarla a la imagen, pero, para conseguirlo no necesito
identificarme con el personaje. Sí, puedo empatizar con ellos.
¿Cree que los libros ilustrados son una excelente
contraposición a los textos digitales?
Sí, en mi opinión, una obra ilustrada también puede leerse en
un soporte digital, pero si uno coloca un libro impreso en una estantería,
debería ser un objeto bello, que nos apetezca tener en las manos.
¿Qué considera relevante cuando está ilustrando un libro?
Necesito una idea inicial con la que imaginar cómo quiero dar
forma al libro. Es decir, pienso en los colores que podrían funcionar y cómo
quiero realizar los diseños. Después desarrollo esta idea a lo largo de todo el
libro, y el resultado es un libro, un concepto, homogéneo y coherente.
¿Cuál es su deseo a la hora de entablar esa comunión con el
texto?
Mi trabajo es ilustrar cualquier clase de texto que me
encarguen (también hago trabajos para diferentes periódicos o revistas). Con
mis dibujos quiero conseguir un segundo nivel, una ampliación ilustrada del
texto. Y, por supuesto, también quiero dotar el texto de belleza, busco que sea
un libro bonito, un objeto para apreciar, esos que te gustan poner en los
estantes y tocar. Me gusta animar al lector a encontrar otros significados, su
propia historia.
La biografía de Kat Menschik señala que nació en 1968, en
Luckenwalde. Creció en Berlín del Este, pero pasó gran parte de su infancia con
su abuela en Jüterbog. Gracias a ella descubrió su pasión por las artesanías y
de su padre, diseñador gráfico y calígrafo, como bien aclara heredó “la
paciencia y la importancia de trabajar con esmero”.
¿Cómo trabaja usted? ¿En qué consiste su proceso creativo?
En primer lugar, imagino el diseño. Después lo pongo sobre el
papel con pluma y tinta, escaneo la imagen en blanco y negro y, a continuación,
retoco la tinta y aplico el color en el ordenador. El resultado final siempre
es digital.
¿Prefiere dibujar textos creados por otros a los suyos
propios?
Prefiero ilustrar textos de otras personas, porque los otros
escriben mejor que yo. No tengo dudas.
¿Qué autores o qué libro le gustaría dibujar?
Muchísimos. Pero me gustaría ilustrar sobre todo a autores
clásicos, o aquellos cuyos libros que leo y me hacen disfrutar.
¿Qué artistas influyeron en su trabajo?
Entre otros, Werner Klemme, Elisabeth Shaw, Manfred Bofinger,
los artistas del Jugendstil y los expresionistas.
¿Considera que el campo de la ilustración logró mayor
reconocimiento en los últimos años?
Sí, su prestigio ha aumentado, con toda certeza. Además, cada
vez veo más trabajos que apuestan por la ilustración, y en algunos casos muy
buenos.
¿Tiene pensado dibujar alguna otra narración de Murakami?
Seguro que la editorial Dumont y yo tendremos ocasión de
editar e ilustrar otra historia de Murakami. Pero no sé cuál será ni cuándo lo
haremos.
La espera valdrá la pena, porque cada relato, novedad
referida al rock star de la literatura, genera una reacción en cadena: “Los
lectores esperan por su trabajo de la misma manera en que generaciones pasadas
hacían cola ante las disquerías esperando los nuevos discos de los Beatles y
Bob Dylan”, escribió Patty Smith en The New York Times. No hay duda de que esta
devoción es contagiosa y que la imaginación de Kat, quien dibuja con la mano
izquierda y luce orgullosa su dedo medio izquierdo manchado de negro, nos
abrirá otras puertas al universo murakamiano.
Fabiana Scherer
La nación (argentina) - Grupo Diarios de las Américas (GDA)