Fernando
Vallejo, dictará una conferencia sobre José Rufino Cuervo, sobre el que está
preparando una biografía. Vallejo, indudablemente es muy riguroso en sus
estudios, sus trabajos sobre Silva y Porfirio lo confirman. Muchas veces le ha
recordado al país su insomnio imperdonable con ciertos personajes, la
importancia de este filólogo, dentro de la historia cultural del país, para la
literatura y para aquellos estudiosos de la lengua castellana. No sé, si
repetirá algunos de los apartes del escrito aparecido en Malpensante, en todo
caso, la ocasión está, para alquilar balcón.
La
vida de Rufino da para una buena novela. Son pocos los trabajos accesibles al
público muy a pesar de conocer que, en la biblioteca del instituto hay muy
valiosos documentos, que no están en la red. “Hijo de Rufino Cuervo,
vicepresidente de la República durante el mandato del general Tomás Cipriano de
Mosquera, y de doña Francisca Urisarri, dama de ascendencia vascongada, piadosa
y de agradable trato, que conservó en su familia las austeras y puras
tradiciones de sus antepasados, Rufino José fue el último de siete hermanos,
tres de los cuales murieron en la niñez y juventud”. Su familia fue vital para
su formación. Es un hecho indiscutible la ascendencia de una excelsa burguesía,
letrada para su favor, le permitió una formación excepcional para la época.
Silvia
Rojas, en un trabajó publicado en la red, hace una síntesis detallada de lo que
fue su educación:
Su intensa religiosidad y devoción por la ciencia,
posiblemente resultado de la influencia de sus antepasados, donde se cuentan un
presbítero, un obispo, un arzobispo, próceres de la Independencia de la Nueva
Granada, gentes relacionadas con el gobierno, militares, exploradores,
escritores y naturalistas, fueron los aspectos que marcaron su vida. Bautizado
por el ilustrísimo señor Manuel José Mosquera, amigo de su padre, su infancia
transcurrió en la casa paterna, ubicada cerca de la catedral, donde vivían las
familias distinguidas. Allí recibió, directamente de su padre, las primeras
enseñanzas, debido al caos en que se encontraba la educación después de la
expulsión de los jesuitas en 1850. Su enorme capacidad de asimilación y
observación permitió que los preceptos y normas visto en el padre y captadas en
la tradición familiar, fueran moldeando su espíritu; por otra parte, los
elementos de geografía y gramática que recibió durante su primera educación,
fueron decisivos en el desarrollo de sus posteriores estudios sobre la lengua.
Muerto su padre en 1853, Cuervo ingresó al Liceo de Familia, dirigido por su
hermano mayor Antonio Basilio, donde enseñaban profesores como Pedro Fernández
Madrid, el ex presidente José Ignacio de Márquez y Antonio José de Sucre, quien
viendo la disposición para los idiomas de Cuervo y Miguel Antonio Caro, los
separó de los demás alumnos, para darles lecciones especiales de latín y
castellano. En 1860 Cuervo estudió con don Santiago Pérez, quien introdujo las
enseñanzas gramaticales de Andrés Bello en Colombia. En 1861 estudió lógica en
el Colegio San Bartolomé, pero su permanencia allí fue corta, puesto que la
comunidad jesuita fue nuevamente expulsada del país. Así, a causa de la
inestabilidad política y social imperante en Colombia, la educación intelectual
de Cuervo no pudo ser continua, coherente y metódica; con todos los claustros
clausurados en 1861, su educación llegó a un fin prematuro cuando tenía 17
años.
Después
se dedicó a la enseñanza, dicen sus biógrafos, que fue por necesidad, lo cierto
es que en estos menesteres, su proceso de formación se consolida. Vallejo
recuerda:
A
los 23 años, y con su amigo Miguel Antonio Caro, de su edad, Rufino José
escribió una gramática latina, verdaderamente portentosa. Y a los 28, ahora
solo, el primer libro de dialectología de la lengua castellana, las
Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano.
Estaba
perfilado a temprana edad un filólogo fuera de serie, una autoridad
inigualable, un lingüista a carta cabal y gramático sin par, en un siglo en que
Bogotá era relevante por el culto del idioma. Al respecto, Silvia Rojas
escribe:
Según
Fernando Antonio Martínez, este trabajo fue considerado por la Real Academia
Española, una obra magistral y la mejor de su género escrita en castellano>.
Caro y Cuervo, las dos figuras más notables de la filología, aparecen aquí
unidas en el plan pero distanciadas en el desarrollo. Según Martínez, la
analogía, parte que correspondía a Cuervo, fue considerada como un análisis
sagaz; la sintaxis, ejecutada por Caro, una síntesis completa. Así, la
Gramática latina revela el trabajo conjunto de un erudito de la lengua y un
filósofo del idioma.
Estamos
frente a un filólogo en armas, completo, con preocupaciones muy puntuales y de
seguro, predestinado a cumplir una tarea descomunal. Vallejo lo sintetiza
magistralmente:
Cuervo
quiso apresar un idioma de mil años, de la A a la Z. Empresa tan imposible como
la de quien quisiera meter en un balde al río Cauca.
Recuerda
Vallejo como “En el siglo XIX el castellano se estaba afrancesando; hoy
es un adefesio anglizado. La lucha del presidente Marroquín, de la Academia
Colombiana de la Lengua, y la de sus compañeros Caro y Cuervo contra los ques y
los gerundios galicados fue en vano.” Es un hecho, existía una preocupación
científica por el idioma:
“Su
meta era elaborar un diccionario que reuniera las etimologías, las autoridades
y las comparaciones. Pero consciente de que esta labor le era imposible, puesto
que no contaba con los elementos necesarios para un trabajo de tal envergadura,
Cuervo decidió sacrificar su ambición y reducirse a lo posible: en lugar de un
diccionario general, elaboraría otro, en el cual figuraran solamente las
palabras que tuvieran un valor sintáctico importante en la frase. Así, en 1872
Cuervo comenzó la lectura de los clásicos, subrayando las palabras notables de
cada escrito. El léxico, las construcciones sintácticas de todos y cada uno de
los maestros de la lengua, fueron quedando fijados poco a poco en tarjetas. “
Este trabajo, que implicaba una dedicación total por la magnitud de la empresa,
les llevó a él y a su hermano Ángel a tomar decisiones todas encaminadas a este
propósito, la más radical, quedarse en Paris. El primer viaje fu 1878 y el
definitivo en 1882.
En esta etapa de su vida, se consolida su obra mayor, igualmente se ganó un
prestigio y respeto como filólogo en la ciudad luz, que le permitió granjearse
con una pléyade de estudiosos del viejo continente y mantener un intercambio
epistolar, cuya consulta resulta imprescindible para entender gran parte de su
trabajo.
Vallejo al respecto dice:
“Lo
que en cambio sí no nos contó Ángel fue el segundo viaje, que es el que a mí me
importa: el que para él duró 14 años y para su hermano 29 y que para los dos
terminó en la muerte, en París. Murieron ambos sin volver. ¿Extrañando a
Colombia? Es lo que quisiera saber. ¿Pero cómo? ¿Cómo si lo que nos dejó Rufino
José, quitando su diccionario empezado, fueron centenares de cartas de una
correspondencia con lingüistas, hispanistas y filólogos de toda Europa? Con
Pott, Schuchardt, Volmöller, Blumentritt, Tannenberg, Morel Fatio, Foulché
Delbosc, Dozy, los más grandes de su tiempo.”
Como describir y descifrar aspectos de una personalidad excepcional a partir de
su correspondencia, de los testimonios de la época y del propio trabajo de José
Rufino, será tarea de sus biógrafos. Dice la ensayista Silvia, con acierto
sobre esta época:
"Tres
años después, en 1882, su anhelo de varios años se hizo realidad: los hermanos
Cuervo cedieron la cervecería, y viajaron a París, donde se radicaron.
Recorrieron toda Europa, Tierra Santa, Egipto y Arabia, estudiando a fondo las
lenguas de esos pueblos, estableciendo amistad con sus gramáticos y adquiriendo
colecciones de sus literaturas. La vida parisiense de Cuervo se puede asimilar
a una existencia de carácter religioso. Iniciaba su trabajo cotidiano al alba,
dedicándose especialmente al Diccionario de construcción y régimen de la lengua
castellana. Las obras de Cuervo se ubican dentro del pensamiento lingüístico
dominante en su época, y la manifestación de su pensamiento científico, que se
refleja en su actividad de investigador, podría señalarse en su idea del
lenguaje. Para Cuervo, el lenguaje es un mecanismo que está en constante
transformación, de acuerdo al tiempo y a los constantes cambios de la sociedad.
De esta manera, la lengua puede modificarse hasta el punto de convertirse en
otra, lo que implica que el idioma no es idéntico ni en el tiempo ni en el
espacio. La lengua es un conjunto de hechos que se explican históricamente,
además, se debe tener presente que el clima, el dominio de ciertas profesiones
y la naturaleza realzan ciertos elementos que introducen nuevas asociaciones de
ideas; así se origina una alteración lingüística cuyos principales agentes son
la evolución fonética y la analogía. Pero esta alteración no sólo se produce en
el lenguaje figurado o en maneras generales de expresión, sino también en la
forma material de las palabras y su construcción, donde las palabras se agrupan
de acuerdo a su significado o forma. Estos elementos fueron los supuestos teóricos
que sostuvieron su tesis de la fragmentación del español en América. Por otra
parte, la obra de Cuervo se encuentra compenetrada con los principios de la
lingüística del siglo XIX, en la cual predominaban el historicismo, el
radicalismo y el positivismo, junto a la idea de ajuste a la realidad, a los
puros hechos. Cuervo, trabajando conforme al método del positivismo, veía en la
historia un concepto realmente fecundo y le daba la importancia requerida, ya
que, en cierto modo, los estudios gramaticales de índole descriptiva lo
llevaban a explorar y determinar a través del tiempo las variaciones de la
lengua, según dice Fernando Martínez. Así, este concepto domina en todos los
trabajos de Cuervo, pero lo aplica de una manera rigurosa en dos escritos: "Disquisiciones
sobre, antigua ortografía y pronunciación castellanas" y "Los casos
enclíticos y proclíticos del pronombre de tercera persona en castellano".
Alguien
debería atreverse a reconstruir este itinerario en una novela. Están todos los
elementos para un trabajo de este tipo. Vallejo, termina su artículo para la
revista “Malpensante” con algunas preguntas muy interesantes, que deberán ser
resueltas, pues constituyen una suma importante de inquietudes de su biografía.
Termina Vallejo con este acápite:
"¿Cómo
pudo vivir Rufino José sin su hermano Ángel 15 años? Quince años solo. ¿Y por
qué dejó el Diccionario de construcción y régimen empezado, en el volumen 2 y
en la letra E, si ya tenía el fichero para la totalidad de las letras y el
dinero para imprimir la obra completa? ¿Por qué no siguió? ¿Porque se
desilusionó de su obra? ¿Porque vio lo inútil que era? Inútil es todo, don
Rufino José, la vida misma, que uno llena con otras inutilidades. La máxima
locura que ha producido la raza hispánica, por sobre la de Don Quijote, es la
tuya, tu diccionario, delirante, desmesurado, hermoso con la hermosura que
tienen las grandes obras sin sentido ni razón. Pretendiste apresar en siete
tomos todo el caudal de tu idioma. Imposible. El idioma es como un río que no
agarra nadie. El río fluye y se va. El idioma es fugaz, deleznable, cambiante,
pasajero, traicionero. Como Antioquia."
Este es un hombre muy grande para nuestras letras, la tarea es divulgar su obra
y su vida, pues solemos olvidar muy fácilmente.
CESAR
HERNANDO BUSTAMANTE