La literatura femenina tiene hoy reconocimientos que antes le fueron
negados por razones que no cabe enumerar ahora, de hecho, hay una reverberación
por estos tiempos que se traduce en muchas publicaciones y re-ediciones, no
solo de las nuevas escritoras, sino de aquellas que hace años tienen un trabajo
importante y serio como Margo Glantz. Son muchos los trabajos serios publicados
alrededor de las escritoras de mitad del siglo pasado que traeremos a este blog.
Este artículo publicado por el periódico “El tiempo” de Bogotá Colombia, de la mano de un gran escritor, solo espero que mis lectores lo disfruten, está descontada su calidad. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Charla con la ensayista e intelectual de 89 años, una de las más reputadas
de la región.
Por: Juan
Camilo Rincón* 05 de julio 2019 , 10:30
p.m.
En el salón
de un hotel capitalino me encontré con Margo Glantz, de 89 años. Esperaba que
esta destacada escritora, académica y crítica mexicana me llevara a un
recorrido por su relación con los escritores de hace algunas décadas, pero, en
cambio, me condujo por otros caminos, cuando de su boca empezaron a salir
profusamente nombres de autores latinoamericanos contemporáneos.
Me habló con
propiedad de libros publicados hace un año o seis meses por autores colombianos
como Giuseppe Caputo, Juan Cárdenas (“Me interesa mucho lo que escribe y me
parece novedoso”), Juan Gabriel Vásquez y Carolina Sanín (“Me gusta ella misma
como persona, siempre con un tono contestatario. Su último libro me parece muy
interesante”). Son ellos algunos de quienes la maravillan de la actual movida
literaria.
Cruzando la
frontera nacional, hizo, además, un recorrido por aquellas voces
latinoamericanas que le parecen fascinantes: Mónica Ojeda, de Ecuador; Samantha
Schweblin, de Argentina; Liliana Colanzi, de Bolivia. “Hay que ver la cantidad
de mujeres jóvenes que están escribiendo y están teniendo un gran éxito. ¡Y
cada vez hay más! En México hay una generación muy brillante; por ejemplo,
Verónica Gerber, Valeria Luiselli; una chica muy interesante que se llama
Jazmina Barrera. En fin, hay una gran producción femenina que es cada vez mejor
acogida y más leída. En general, la literatura latinoamericana es tan extensa,
hay tanta y tan maravillosa que ya no me da el tiempo para vivirla y leerla.
Estoy muy fascinada de ver un renacimiento tan espectacular de la literatura
latinoamericana y, justamente, el hecho de que cada vez más mujeres tan
interesantes están publicando en nuestra región”.
¿Por qué es
tan importante lo que afirma Glantz? La respuesta es sencilla: es una de las
voces predominantes de la academia mexicana en los últimos 40 o 50 años.
Profesora emérita de la Unam (Universidad Nacional Autónoma de México) y del
Sistema Nacional de Investigadores (SIN) de su país. Es, además, docente
visitante en templos educativos estadounidenses como Yale, Berkeley, Harvard y
Princeton, entre muchas otras, y ganadora de numerosos premios y
reconocimientos.
Es
inconmensurable su conocimiento sobre la literatura latinoamericana y, en
particular, sobre la mexicana. Su mirada global abarca estudios sobre los
escritos de la época colonial, de los que Sor Juana Inés de la Cruz es el mejor
ejemplo, logrando establecer un amplio y sesudo panorama hasta la literatura de
hoy.
Paisaje de
letras
Me sorprendió
gratamente su capacidad de verlo todo como un gran paisaje donde cada detalle
es esencial para hacer una pintura completa de las letras mexicanas.
Es como si
Glantz (Ciudad de México, 1930) viviera sin tiempo, en todos los tiempos. No se
especializa en un asunto en particular y es, entonces, un gran mar de
conocimiento sobre todos los temas. Para ser alguien que comprende y conoce tan
bien el pasado, ella tiene muy claro el presente, un presente que hace suyo en
cada encuentro, en cada viaje, en cada libro.
El país
anfitrión siempre es un tema que surge entre las fisuras. Entonces, menciona
algunos de sus muchos referentes sobre las letras colombianas del siglo pasado.
Cita con igual facilidad a Rafael Gutiérrez Girardot y a José Eustasio Rivera,
sobre cuya obra afirmó tiene la capacidad de plantear el concepto de región,
particularmente en su narración de la selva, “zona tórrida por excelencia” y
espacio idóneo para representar las dicotomías racional-irracio-nal,
barbarie-civilización.
¿Por qué es
tan importante lo que afirma Glantz? La respuesta es sencilla: es una de las
voces predominantes de la academia mexicana en los últimos 40 o 50 años.
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Otrora
territorio idílico, como lo fue para Andrés Bello, para Glantz la selva es en
Rivera aquel lugar de “carácter horrible e infernal, concebida como una especie
de divinidad, un mito típicamente latinoamericano”.
Aparecen
ahora los nombres de Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez. Nuestro nobel
cataquero es referente inevitable sobre el que, considera, todo está dicho.
Cuando recién
llegó a México, los círculos intelectuales no le hacían el menor caso; era un
actor entre otros hasta que apareció Cien años de soledad. Entonces, “la gente
se sorprendió enormemente porque había convivido con García Márquez y no se
había dado cuenta de quién era él”.
En cambio,
Glantz lo conocía, lo vio siempre en eventos y tertulias, con la prensa “como
enloquecida” detrás de él.
Más cercano a
sus afectos estaba el autor de Ilona llega con la lluvia. Desafiando las
convenciones de leyes y papeles, en su corazón Margo siente que, junto con
Monterroso y Cardoza y Aragón –igualmente nacidos en otras tierras–, Mutis es
mexicano de la más pura raigambre.
Admiradora de
las dos vertientes de la obra del bogotano, poesía y novela, que ha leído y
releído incontables veces, sobre el autor de La nieve del almirante, Glantz ha
dado clases y realizado estudios rigurosos.
Para la
ensayista, Maqroll es el personaje que mejor expresa el concepto universal del
mundo fantástico de la aventura, pues su creador “evita caer en el color local,
ya sea en los regionalismos del paisaje o en los del lenguaje; también evita
dejarse atrapar por un sensiblero compromiso político y social”.
Colombia en
el corazón
Al
preguntarle qué tiene México que ha permitido la creación de destacadas obras
de la literatura colombiana, la autora de El rastro (premio Sor Juana Inés de
la Cruz 2004) nos recuerda que aquel fue un país de acogida al que llegaron
muchas personas de exilios diferentes, cuyos aportes fueron esenciales en
campos como las ciencias, la filosofía, la labor editorial: “Es que era un país
de una corriente libertaria, cosmopolita, con una gran cultura. La Revolución
mexicana fue importante también porque fue la primera gran revolución del siglo
XX, a la que acudieron no solamente mexicanos sino gente de todo el mundo”.
Con más de 35
premios y reconocimientos a cuestas, la académica y ensayista no solo conoció
nuestra literatura en su tierra natal, también se ha deleitado con las letras
colombianas en el suelo donde muchas de ellas han nacido.
Aunque ha
venido tantas veces a nuestro país, le siguen fascinando “la comida, la gente,
la amabilidad, el cariño con el que te tratan, la cortesía, las montañas. Es
preciosa la vista de las montañas”.
Invitada por
su amigo Darío Jaramillo Agudelo, entonces director de la biblioteca Luis Ángel
Arango, vino por primera vez en 1981, junto con el escritor mexicano Sergio
Pitol, ganador del premio Cervantes; con Marisa Blanco (la directora de
Babelia, suplemento cultural del diario español El País), con Manolo Porras y
con la ensayista Elena Urrutia.
Durante su
estadía, Glantz recuerda que la acompañaron la poeta Piedad Bonnett y la
escritora Fanny Buitrago. Entre sus amistades colombianas también cuenta a la
crítica, profesora de literatura latinoamericana y novelista Helena Araújo,
quien dedicó su vida al estudio de las escritoras hispanoamericanas.
La escritora
mexicana rememora, de manera especial, el texto de Araújo titulado ¿Imitadoras
de García Márquez?, en el que cuestiona a esas mujeres que tomaron el esquema
del cataquero para escribir sus novelas.
Inspirada por
ese análisis de su amiga, Glantz escribió en los años noventa Las Gabitas de la
literatura latinoamericana, artículo en el que invita a las escritoras a
desprenderse del rotundo y avasallador éxito del creador de Macondo, a evitar
la imitación de la fórmula garcíamarquiana y, más bien, a buscar otras formas
de transgredir la literatura desde lo femenino. Eso es precisamente lo que,
según Margo, ocurre hoy con las nuevas escritoras de este lado del continente,
cuya ruptura de los modelos precedentes les ha permitido cobrar relevancia en
el mundo.
Glantz se
describe a sí misma como una sobreviviente, pues de la generación con la que
compartió sus creaciones, todos han partido ya. Y con nostalgia de quienes ya
no están, afirma: “Extraño a mis contemporáneos: a Sergio Pitol, a Carlos
Monsiváis, a Tito Monterroso, a Cardoza y Aragón. Ellos eran escritores
extraordinarios que no estaban sujetos ni esclavizados al mercado. Había mucho
más interés en la literatura como tal, que ser conocidos y aparecer en listados
y ser vendidos… eso lo extraño. Además eran escritores con una gran pasión por
la cultura y por la lectura. Puede ser que ahora eso también exista, quizás
estoy exagerando, quizás es nostalgia, pero creo que en aquella época teníamos
una relación mucho más profunda con la literatura en el sentido de algo que
determinaba nuestras vidas, como algo vital”.
Me despido
viéndola rodeada de jóvenes, quienes, desconociendo que su obra nació hace más
de medio siglo, la sienten poderosamente actual. Margo Glantz es uno de los
últimos rastros de esa literatura cuya fuerza arrastró las corrientes y les dio
vida y forma, transformando nuestras letras y haciéndolas capaces aún de luchar
cuerpo a cuerpo para resignificar una Latinoamérica que no se da por vencida.
JUAN CAMILO
RINCÓN*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
@JuanCamiloRinc2
Periodista
cultural, escritor e investigador. Autor de libros como ‘Ser colombiano es un
acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia’ (2014) y ‘Viaje al
corazón de Cortázar’ (2015).
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