A los 95 años del natalicio
y cinco del aniversario de su muerte, el periódico “El tiempo” le hace un justo homenaje a este gran
escritor Colombiano que tantas horas de
lecturas agradables nos brindó y al cual volvemos recurrentemente. Maqroll, no es solamente un personaje
de sus novelas, es una manera de entender la vida, de afrontar las vicisitudes, de sacarle el cuerpo a las frontales tragedias de la vida, que en
todo caso no lograremos nunca evitar, cómo le sucedía a este trashumante inigualable. Mutis me remite siempre a Proust, la curiosidad por todos
las historias alrededor de las monarquías Europeas, su lealtad y amistad con Gabo, esas memorables conversaciones que sus amigos
disfrutaron por mucho tiempo y que nosotros conocimos sólo en coloquios y charlas en ferias del
libro, tan llenas de anécdotas, de sabiduría, literatura, siempre encantadoras y por su puesto a su poesía vital, es uno de los grandes poetas de hispanoamérica. Espero mis lectores disfruten de este
excelente texto.
CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Al
celebrarse 95 años de su natalicio y cinco años de su muerte, su legado está
vigente.
Por: Juan C. Rincón y Santiago Díaz B. 25 de agosto 2018 , 04:16 p.m.
A 95 años de su natalicio y 5 de su muerte –esta, una de sus
palabras favoritas, fue concepto constante, idea siempre presente–, el escritor
colombiano Álvaro Mutis sigue siendo columna estructural de nuestra literatura.
Nacido en Bogotá en 1923, criado en Bélgica y luego en la tierra caliente de
Coello, en Colombia, entendió desde muy joven que su destino estaba ligado a la
poesía y no a la terrible burocracia de la academia. Nunca completó un curso,
no terminó el colegio y por su cabeza ni siquiera se asomaba la idea de la
universidad.
El tiempo que tenía, lo sabía bien, debía ponerlo al servicio
de las letras. Fue locutor de radio y trabajó en diversos escenarios, algunos
muy distantes de su faceta como escritor, pero siempre tuvo presente lo que
quería hacer: escribir poesía y, si era preciso, morirse de hambre, pero
contento.
Junto a Carlos Patiño Roselli publica en 1948 su primer
poemario, titulado La balanza, que le permitió lograr el récord en toda la
historia de la literatura como el libro que más rápidamente se agotó. Apenas
fue exhibido en una librería del centro de Bogotá para que, en cuestión de
horas, no quedara ni un solo ejemplar. Todos desaparecieron, literalmente,
consumidos por el fuego tras los estragos que trajo consigo el asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán.
Habiendo superado el episodio, hacia 1953 aparece publicado
en Buenos Aires Los elementos del desastre, libro con el que Mutis comenzaría a
ser reconocido como uno de los grandes poetas latinoamericanos del siglo XX. Es
innegable que hoy, al acercarnos a algún libro de poesía contemporánea hecha en
Colombia, encontramos sus rastros como gran influencia que, de cierta forma,
desde las sombras dio un nuevo rumbo a las letras nacidas en esta pródiga
tierra.
Los más destacados escritores nacionales de nuestros días
nacieron bajo el signo de este gran maestro. Uno de ellos es William Ospina,
quien, al preguntarle sobre el escritor bogotano, afirma: “Mutis es un
personaje múltiple; influyó de maneras distintas en la literatura colombiana.
En primer lugar, diría yo, como poeta. Es uno de los más importantes de nuestra
literatura, y me parece que llegó primero que otros a algunas cosas muy importantes
de nuestra tradición poética: a un hallazgo de la poesía de esta naturaleza
americana, de esta geografía equinoccial, casi que en momentos en que Neruda
estaba escribiendo el Canto General y haciendo un gran reconocimiento de
América. Ya Mutis, siendo mucho más joven, estaba también escribiendo sus
poemas en ese tono de descubrimiento del paisaje, de celebración del mundo
americano”.
Uno no dimensiona la magnitud de su obra si no ha recorrido
antes algo de su biografía. Desde Octavio Paz hasta Elena Poniatowska, todos
coinciden en algo: su gran talento para la creación literaria y su vasto
conocimiento sobre Europa, continente que se convirtió en su tierra deseada.
Alimentado por un mar de libros y movido por su pasión hacia la literatura del
otro lado del océano, su erudición fue convirtiéndose en rasgo esencial.
“Como poeta, Mutis dejó una obra grande, sólida e importante.
Uno lee Los elementos del desastre, el Poema de lástimas a la muerte de Marcel
Proust o Caravansary y entra en la gran poesía de nuestra lengua”, señala Juan
Gabriel Vásquez, quien recuerda con aprecio la figura del autor bogotano, a
quien conoció al final de su vida: “… pasamos momentos breves hablando de
Joseph Conrad, una pasión que compartíamos. Le gustaba Victoria más que los libros
de Marlowe, o de eso creo acordarme. Sabía hablar de Conrad con erudición, pero
sin poses. Conversar con él era un privilegio, y solo lamento que no haya
ocurrido más veces”.
En 1974 es reconocido en Colombia con el Premio Nacional de
Letras y en 1988 se le otorga el Premio Xavier Villaurrutia, en tierras
mexicanas. Posteriormente se hizo merecedor de los Premios Médicis Étranger
(1989) y Roger Caillois (1993) en Francia, Príncipe de Asturias de las Letras
(1997), Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1997) y Cervantes (2001), en
España. Desde las tertulias en la casa de Carlos Fuentes, pasando por las
inolvidables entrevistas con Álvaro Castaño en la HJCK, su vida y su literatura
fueron una fiesta permanente de noble sapiencia.
“Mutis, si tenemos la fortuna de que se siga leyendo, será
más grande cada vez”, comenta Fernando Quiroz, quien compartió de cerca la
pasión del poeta hacia la literatura y su fervor por la vida. Para el autor de
'El reino que estaba para mí. Conversaciones con Álvaro Mutis', su legado,
“hablando en términos formales de su obra, reside en la posibilidad de acudir a
una mirada profunda de la Colombia rural, de la zona cafetera, de la tierra
caliente. Ha sido el único escritor colombiano que ha logrado retratar la
esencia, el espíritu humano del hombre, en sus libros”.
Con esa “voz de galán de novela” que recuerda William Ospina
con inocultable cariño, Mutis generaba un amplio espectro de emociones.
Seguramente escandalizó a las familias cachacas al responder en una entrevista
que le hizo Arturo Camacho Ramírez: “Mi hobby es el asesinato”, tanto como
logró despertar mares de afecto entre quienes tenían la ventura de conocerlo.
Gran amigo de sus amigos y de quienes no lo eran tanto, el
poeta bogotano siempre tuvo una admirable capacidad de generar simpatía y
apego. A quienes con talento se movían en las aguas de las artes y la
literatura, Mutis jamás dudó en ofrecer su apoyo. Su monumental voz de aliento
resonaba como fuerza vital incluso en las cartas en las que solicitaba respaldo
para alguno de sus conocidos. Sus palabras jamás fueron desoídas; tal era su
magnetismo.
Conversando con el escritor, productor y director
cinematográfico mexicano Guillermo Arriaga, este nos contó que, en el ámbito de
la literatura, el primero en vislumbrar su capacidad para crear fue el gestor
de Ilona llega con la lluvia. Tras leer una mañana algunos cuentos escritos por
el guionista mexicano, en la tarde lo llamó para decirle: “Oye, dedícate a
esto, compadre. ¡Está muy bien!”. El caso de Arriaga, por supuesto, no es el
único. En Colombia, varias generaciones de escritores en los últimos 50 años
recibieron de su corazón dadivoso el impulso que les permitió avanzar. Así lo
recuerda Piedad Bonnett: “Yo leí a Álvaro Mutis cuando entré a la universidad y
me fascinó su poesía. No solo me gustó mucho, sino que además me influenció.
Escribió muchas cosas que interioricé”.
Los grandes en Colombia también gozaron de la camaradería de
Mutis: León de Greiff, Eduardo y Jorge Zalamea, Eduardo Carranza y su tocayo
Álvaro Castaño, entre muchos otros tuvieron, con certeza, alguna historia para
contar. Sin embargo, fue en la Cartagena de 1949 donde se forjó la amistad más
importante de la literatura colombiana. Allí el autor de Amirbar conoció a García
Márquez y desde entonces nutrieron un vínculo que puede considerarse eterno,
más allá de las limitadas fronteras materiales.
Posteriormente, fue México el refugio de dos escritores
exiliados que encontraron un territorio donde seguir compartiendo su mutua
admiración literaria y su fascinación por el jolgorio y las tertulias. El
cataquero lo definió así en un discurso que leyó durante la celebración del
septuagésimo cumpleaños del bogotano: “Basta leer una sola página (…) para
entenderlo todo: la obra completa de Álvaro Mutis, su vida misma, son las de un
vidente que sabe a ciencia cierta que nunca volveremos a encontrar el paraíso
perdido. Es decir: Maqroll no es solo él, como con tanta facilidad se dice.
Maqroll somos todos”.
Desde la otra orilla, el poeta Santiago Mutis Durán rememora
la vital generosidad que su padre prodigó hacia el autor de La mala hora:
“Ellos construyeron una patria propia donde había una ley escrita que era la
ley de la libertad y la integridad”. En esto coincide William Ospina: “… yo
diría que fue definitiva la proximidad de Mutis para el surgimiento de la obra
de García Márquez. Ese diálogo entre esos dos colombianos en México fecundó,
por supuesto, la obra de ambos y configuró el momento más alto de nuestra
literatura, de nuestra inclusión en las corrientes de la época. Gabo fue el
gran prosista de lo que llamamos el boom latinoamericano, y yo diría que Mutis
es el poeta del boom latinoamericano, si no incluimos a Neruda en él, si lo
consideramos más bien un precursor”.
Ni su fama, ni el tiempo ni la edad disminuyeron su probidad.
Su legendario don para confraternizar también encantó a las nuevas generaciones
de escritores. Juan Villoro lo rememora con un dejo de nostalgia: “Como amigo
extraño la solidaridad que mostraba a sus colegas, la calidez, las
conversaciones infinitas, sus anécdotas de juventud con García Márquez, sus viajes
por toda América Latina, sus romances fantasiosos o reales… todo esto es un
acervo maravilloso. Era un gran narrador oral y ¡claro que lo extraño! (…). Así
como Maqroll El Gaviero tiene amigos dispersos en los distintos puertos del
mundo, también Álvaro Mutis hacía que la gente se sintiera en casa, aunque
viniera de lugares distintos”.
Tanto en su poesía como en su narrativa, su alma poética
fluye a través del agua. Desde la lluvia que trae a Ilona, pasando por los ríos
del Tolima que acompañan sus primeros poemas, hasta desembocar en los mares
navegados por Maqroll. Santiago Mutis Durán reflexiona sobre la presencia del
agua en el curso de la obra de su padre: “Siguiendo el agua, uno va por toda la
vida de él y de su literatura, ¡es impresionante! Es el hilo de oro que agarra
todo, absolutamente todo, hasta las lágrimas… es una cosa deslumbrante. Tú no
puedes entender las novelas si no puedes entender la poesía, y no terminas de
comprender toda esa poesía si no sabes el desarrollo que eso tiene en la novela.
Donde termina la poesía es donde terminan el río, el agua, el continente, la
tierra y comienza el mar, que son las novelas. Y el mar es el viaje, es esa
especie de perseguir; uno sabe que hay algo prometido para uno y todo eso va
constituyendo no solo un temperamento, sino un destino”.
Mutis es, como lo señala Ospina, “el poeta del boom
latinoamericano”. Sus versos, como surgidos de un naufragio, le permitieron
habitar la enorme casa de las letras y erguirse altivo ante las gentes,
conmocionadas todas, por tan bella poesía que brotaba de su boca. Allí va El
Gaviero, y por aquí anduvo, a bordo de un Tramp Steamer, recorriendo anchos
mares y bebiendo el agua pura de la vida. Pasarán 100 años, incluso 1.000, y su
legado se mantendrá intacto, mientras haya gente que lo lea y lo recuerde como
el gran creador que fluyó, generoso y sabio, entre las profundas aguas de la
literatura.
* Juan Camilo Rincón (Bogotá, 1982): periodista y escritor.
* Santiago Díaz Benavides (Bogotá, 1994): periodista
cultural, lector editorial y librero.
ESPECIAL PARA EL TIEMPO