Parece algo inaudito no saber cuándo vamos a hacer algo por última vez: el paseo final, ese giro de la llave en la cerradura de la puerta, un abrazo, alguna conversación insubstancial. Es probable que hiciéramos tantas cosas de otro modo si supiéramos que las hacemos definitivamente, sin posibilidad de repetirlas. Quizá es por ello por lo que T. S. Eliot insistía en el comienzo que se abre en cada desenlace cuando recitaba el verso: «El final es desde donde empezamos». O Emily Dickinson, que escribía «No pude detenerme ante la Muerte / Ella, amable, esperó por mí».
Nos sorprende no saber cuándo haremos ese último gesto, nos sorprende no saber qué hicieron nuestros muertos antes de morir, y nos sorprende todavía más que esos últimos momentos fueran en apariencia insignificantes, carentes de trascendencia, como si no dijeran nada de sus biografías. En otras ocasiones, como pasa con el suicidio, los instantes previos se convierten en el enigma que es necesario descifrar, como si pudieran contener la clave que explicara el motivo de su partida. Ya sea el consuelo para los que se quedan, el perdón para los que se van o, simplemente, la comprensión de lo que ha sucedido.
Juan Tallón, antes de escribir El mejor del mundo, antes de escribir Obra maestra, antes incluso de escribir Rewind, firmó un libro que exploraba los últimos momentos de vida de cuatro poetas suicidas: Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater. Se titulaba Fin de poema, y aunque se publicó por primera vez en 2013, lo reeditamos ahora en Anagrama, en «Compactos», con una edición revisada por el mismo autor. En él, Tallón se transporta a Turín, Buenos Aires, Boston y Sant Cugat para seguir los pasos de los cuatro poetas que, algunos faltos de inspiración, otros intentando recuperar una obra perdida, estaban a punto de quitarse la vida. ¿Qué revelan esos eventos finales de sus existencias? ¿Qué revelan de sus muertes?
Tallón ilumina con belleza desgarradora la obsesión, la soledad y la desesperanza de los cuatro autores, a través de un ejercicio literario que quiere trazar los hilos que unen creación y vida, como si esos finales tristes se pudieran entender también a través de sus obras, de sus últimos versos. «El suicida siempre ha de estar preparado, con su maleta hecha», escribe Tallón con la voz de Cesare Pavese. Pero a veces no hay lugar al que escapar. ¿Acaso era la poesía para todos ellos un sitio al que huir? ¿Acaso era la literatura un intento de salvarse a sí mismos?
Sea como fuere, no hay hoja de instrucciones para la vida, como tampoco la hay para la creación: con los ojos abiertos en la oscuridad, uno avanza con intuiciones, sin barandillas, probando de acertar. Y de hacer del camino, creativo y vital, el mejor de los posibles.
NOVEDADES DE LA SEMANA
Enero es mes de «Compactos» en Anagrama y traemos una estupenda cosecha para empezar el año. Comenzamos con Fin de poema, de Juan Tallón, al que hemos dedicado esta newsletter y que conforma un homenaje a la poesía a partir de cuatro autores brillantes y atormentados: Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Cesare Pavese y Gabriel Ferrater.
Le sigue El laberinto sentimental, de José Antonio Marina, un mítico ensayo que pone la inteligencia al servicio de la afectividad para estudiar, desde la psicología y la filosofía, cómo gestionamos nuestros sentimientos.
Continuamos con la recuperación de Maic, la primera novela de Tina Vallès, traducida al castellano bajo el mismo título por Isabel Llasat, que nos habla, con gran sensibilidad y precisión, de aquellos niños que desde muy temprana edad cargan con responsabilidades demasiado grandes.
Además, publicamos, con traducción al catalán de Ernest Riera, La Zona d’Interès, de Martin Amis, una comedia negra incómoda e inteligente que indaga en el horror perpetrado por el nazismo.
Por último, contamos con Fiebre en las gradas de Nick Hornby, el relato autobiográfico de la tumultuosa relación del autor con el fútbol y con su equipo, el Arsenal londinense, durante más de veinte temporadas.
Nuestras bibliotecas de autores también continúan ampliándose: la de Truman Capote trae Desayuno en Tiffany’s, la extraordinaria novela corta traducida por Enrique Murillo, en una nueva edición que incluye tres cuentos: «Una casa de flores», «Una guitarra de diamantes» y «Un recuerdo navideño». Siguiendo con Capote, tenemos el libro Los perros ladran, un compendio de escritos autobiográficos que es, al mismo tiempo, un auténtico manual del escritor, traducido por Damià Alou.
En la Biblioteca Jack Kerouac publicamos La ciudad pequeña, la gran ciudad, el debut literario poderoso y conmovedor del padre de la Generación Beat antes de consagrarse como tal, con traducción de Andrés Barba.
La Biblioteca Roald Dahl trae Relatos de lo inesperado, traducido por Carmelina Payá y Antonio Samons, un despliegue magistral de macabro sentido del humor que dio lugar a la célebre serie televisiva cuyos episodios estaban presentados por el propio Roald Dahl.
En la Biblioteca Patricia Highsmith reeditamos Extraños en un tren, un icónico thriller de vértigo moral basado en la idea de un crimen perfecto, traducido por Jordi Beltrán.
La colección cierra con ¡Ánimo, Wilt! en la Biblioteca Tom Sharpe, el tercer libro de la saga del salvaje y desopilante Wilt, un escrito artesano del arte de la farsa.
PILDORAS PARA ESTAR AL DÍA
El verano más inspirador de Gabriel Ferrater
Gabriel Ferrater denominó «agosto mágico» a dicho mes de verano del año 1957, cuando «su madre se fue a Londres y lo dejó solo en casa», como escribe Tallón. Fue entonces cuando Ferrater leyó a Shakespeare sin parar, y fue bajo su influjo que escribió el mítico «In memoriam», un poema largo que tiene, como el mismo libro de Tallón, un tono elegíaco al retratar lo cotidiano. A finales de 1963, Ferrater empezó a dejar de escribir. Decía a sus amigos que no tenía nada que decir. También les decía que antes de llegar a los cincuenta se suicidaría, porque no quería oler a viejo. Menos de diez años después cumplió su promesa.
La melancolía en la música
¿Qué hace que una pieza musical sea melancólica? Es el gran misterio a resolver al que el antropólogo Roger Bartra se enfrenta en su ensayo Ecos de la melancolía. En este vídeo el autor nos habla de las expresiones musicales que analiza en su libro, repasa algunos de los compositores que estudia, como Händel o Beethoven, y también ofrece algunas pinceladas de cómo el lenguaje musical puede transmitir emociones y sensaciones vinculadas a la melancolía.
Palabras: avisos inútiles
Los finales pueden llegar de repente, sin previo aviso, o lentamente, dando señales, ofreciendo algunas pistas que solo se dejan leer en retrospectiva. Algunos avisos: el poema «Querer morirse» de Anne Sexton; las palabras en el diario de Pavese que decían: «Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más»; el verso de Pizarnik que cantaba: «Creo que mi soledad debería tener alas». Solo el tiempo y su poder convirtieron estas frases en avisos, gritos de auxilio o decisiones ya tomadas, puras declaraciones. Hay despedidas que solo se pueden interpretar cuando su autor ya se ha ido.
Escribir hacia la muerte
Se dice que los nacidos en miércoles son seres melancólicos, de aquí el nombre del mítico personaje de La familia Addams, protagonista de la serie que estrenó Tim Burton en 2022. A las personas tristes y silenciosas, nostálgicas, se las llama saturninas, porque su temperamento está tocado por Saturno, el astro de la melancolía, conocido así por su lentitud, anquilosamiento y torpeza de movimientos. ¿Son los poetas malditos otros seres mitológicos como los que viven bajo el yugo de Saturno o los nacidos en miércoles? Aunque no tenemos respuesta, sí podemos decir que hay autores que han escrito toda su obra hacia la muerte. Alejandra Pizarnik es una de ellos. «Desde esa, si puede decirse, preposición [hacia], han surgido sus mejores poemas», se afirma en Fin de poema. Ella leía los Diarios de Kafka, ese escritor melancólico y triste, ese ser aferrado a la muerte, convencida de que nunca podría hacer algo igual. «Esto es lo que quisiera que fuese mi diario, pero es imposible. Esto solo puede hacerlo él.» Pizarnik no sabía entonces que sus diarios y su correspondencia se leerían con la misma admiración y el mismo asombro con los que ella leyó a Kafka. Dos autores tocados por la mirada oscura de la desaparición.
... o escribir hacia la vida
Y si hay poetas que escribieron hacia la muerte, hay otros que escribieron hacia la vida. El gran emblema de esa escritura es el poeta norteamericano Walt Whitman, que en su canónico libro Hojas de hierba dejó escrito: «Esto es lo que debes hacer: ama a la Tierra y al Sol y a los animales».
Una referencia más cercana la tenemos en la poeta Sara Herrera Peralta, que en Un mapa cómo (La Bella Varsovia, 2022) escribe:
«Lo que escribo / sobrevivirá a la muerte, / respeta el duelo. / Lo que escribo coloca a la hoja / frente a la charca, el agua fresca, / con su sonido, / al caer el sol en una tarde de verano / mientras los niños corren. / Lo que escribo / les alimenta a ellos. / Lo que escribo es / la vida, / los dedos de esos niños / abriendo la avellana / ya en el suelo. // Lo que escribo / es lento, es corto. / Se parece a un árbol, / a ese que perdura, / que se mantiene de pie / a través de las generaciones: / da sombra, alimenta, cobija, / permite el baile alrededor. // Lo que escribo pretende ser / un árbol quieto, / paciente, / frente al seísmo».