La democracia tal como
la entendemos (división de poderes con independencia, órganos de control, sistema
electoral limpio y trasparente) parecen estar en desventaja en todo el mundo,
las dictaduras han adquirido un prestigio inaudito y ciertos gobiernos legítimamente
electos hacen todo para perpetuarse en el poder, con reformas en favor de sus
intereses. Este artículo es una buena radiografía de lo que sucede en México. CESAR
H BUSTAMNTE
Puede verse la democracia en México como una fuerza que ha
logrado abrirse paso en medio de una cerrada selva autoritaria. Hoy esa idea
está en riesgo de desaparecer.
Por Fernando García Ramírez
1 enero 2023
La democracia en México, ¿breves paréntesis en medio de una
historia autoritaria? Esos paréntesis se cuentan con los dedos de una mano, y
nos sobran dedos: la República Restaurada (1867-1876), la presidencia de Madero
(1911-1913), la transición democrática (1997-2018). Pero también es lícito ver
la democracia en México como una fuerza que ha logrado abrirse paso en medio de
una cerrada selva autoritaria, una idea seductora en la que todos somos iguales
bajo el imperio de la ley, la idea de una república de la razón por encima de
un rebaño que se mueve por emociones, un ideal en el que las mayorías respetan
a los grupos minoritarios, en donde el poder es contenido por contrapesos, la
idea de un país en donde uno puede pensar y expresarse sin restricciones. Hoy
en México esa idea está en riesgo de desaparecer. Hoy en México la democracia
está en peligro.
Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia al frente
de un movimiento popular, no de un partido, de escasa raigambre democrática. Se
dice que Morena arrasó en las elecciones, lo cierto es que obtuvo el 53% de los
votos contra el 47% de la oposición. Una diferencia considerable, no un tsunami
electoral. En la Cámara de Diputados se hicieron Morena y sus aliados de la
mayoría calificada por medio de trampas. A lo largo de cuatro años de gobierno,
Morena ha ganado veinte gubernaturas, cientos de alcaldías y de diputaciones
federales y locales. En ningún caso se ha presentado una denuncia en contra del
árbitro electoral. La palabra “fraude” ha desaparecido de nuestro vocabulario
político. No ha habido una sola denuncia que ponga en duda la imparcialidad del
Instituto Nacional Electoral. Pese a ello, el presidente ha arremetido contra
el INE, a través de insultos y amenazas, y lo que es más grave: a través de
draconianos recortes presupuestales. En el México de López Obrador hay dinero
de sobra para la construcción de estadios de beisbol, pero no para la
democracia. Faltando menos de un año y medio para que se celebren elecciones
para renovar la presidencia de la república, el presidente y Morena han
presentado una iniciativa de reforma electoral para modificar las reglas del
juego. No lo hace para perfeccionar la democracia sino para apropiarse del
órgano electoral, por temor de que su partido pierda las elecciones de 2024. La
democracia está en peligro.
En junio de 2021 se celebraron comicios en varios estados de
la república. En Michoacán, Colima, Nayarit, Sonora, Sinaloa y Baja California
el crimen organizado participó en ellos a favor de Morena. Secuestraron a
representantes de los partidos y en algunos casos a los candidatos. Un día
antes de las elecciones pistoleros fueron a sacar de sus casas a los
funcionarios, los mantuvieron incomunicados y fueron puestos en libertad una
vez que concluyó la jornada electoral. Al día siguiente, en su conferencia
matutina, el presidente reportó que las elecciones transcurrieron en paz. Se
permitió incluso felicitar al crimen organizado por “haberse portado bien”. Hoy
día en los estados mencionados gobiernan personajes avalados y apoyados por el
crimen organizado. Son ellos los que verdaderamente mandan. Estas acciones se
llevaron a cabo con la aquiescencia del ejército mexicano y con la tácita
complacencia del presidente López Obrador. Dado el éxito de este operativo es
muy alta la probabilidad de que se repita en las elecciones de 2024. La
democracia está en peligro.
Los defensores de la política autocrática de López Obrador
hablan de que él encabeza otro tipo de democracia, distinta de la democracia
representativa y liberal (a pesar de que él se tiene por “liberal”). Hablan de
que su modelo es la democracia participativa. Una democracia interesada en el
sentir de las mayorías. Tildan a la democracia representativa de “democracia
formal”. La democracia participativa está atenta a las marchas, a las
multitudes guiadas por un líder carismático. Las elecciones les parecen un
estorbo, un mero formalismo. Lo suyo es el asambleísmo, la votación a mano
alzada, las consultas populares. Con una consulta popular a modo comenzó el
gobierno de López Obrador, meses antes de asumir de manera oficial el poder. Se
trató de una consulta amañada. En ella se preguntó a la gente si quería que se
continuara con la construcción del aeropuerto de Texcoco (que llevaba un 40 por
ciento de avance) o si prefería que se rehabilitara el aeropuerto militar de
Santa Lucía. López Obrador hizo abierta promoción de la segunda opción. Se ubicaron
casillas en lugares remotos de Chiapas pero no en las colonias de la Ciudad de
México donde habitan las personas que más usan el aeropuerto. Se contrató a un
instituto afín al movimiento morenista para que organizara el ejercicio. No se
utilizó padrón alguno, pudo votar varias veces el que así lo decidía. No se
resguardaron las boletas. Aunque el resultado no tenía ninguna validez, López
Obrador lo usó para “legitimar” una decisión tomada de antemano. El concepto de
democracia participativa, a la luz de las consultas que ha organizado López
Obrador, es equívoco. El modelo es el de la democracia dirigida. Más preciso
aún: el de la democracia simulada. Lo dicho: la democracia está en peligro.
Elemento esencial de la democracia es la libertad de expresión.
Desde el primer día de su gestión como presidente, López Obrador decidió
estigmatizar a la prensa. Para evitar censurarla, primero la cubre de insultos
que difunde a través de múltiples vías. ¿Para qué censurar si puede
desacreditar a sus críticos? Todo aquel que lo critique es visto y tratado como
un posible golpista y así se le exhibe en sus conferencias. Ejercicio
autoritario de comunicación, las conferencias –dada su asimetría– son un
instrumento ideal para calumniar y amenazar a la prensa independiente. Un
ejemplo: al periodista Carlos Loret de Mola, que ha evidenciado la corrupción
en el círculo familiar y más cercano del presidente, se le han exhibido
ilegalmente datos personales, poniendo en riesgo su seguridad. Lo hace el
presidente a sabiendas de que México es considerado el país más peligroso del
mundo para ejercer el periodismo, por encima de países en guerra. La democracia
está en peligro.
Durante su campaña por la presidencia López Obrador no se
cansó de repetir que regresaría a los militares a sus cuarteles. Ya en el poder
hizo lo opuesto. Los militares están hoy presentes en múltiples espacios
civiles. El secretario de Defensa, abandonando la tradicional neutralidad
institucional, se ha manifestado en varias ocasiones a favor del proyecto político
del presidente. Otro personaje que abandonó la indispensable neutralidad de su
cargo es Arturo Zaldívar, hasta el pasado diciembre presidente de la Suprema
Corte de Justicia. “No me vengan con que la ley es la ley”, dice López Obrador
mientras el ministro agacha servilmente la cabeza. Mediante canonjías, el
presidente controla la opinión pública a través de las televisoras que repiten
a todas horas la propaganda gubernamental. Militarización del país, justicia
supeditada y televisoras complacientes no son elementos que contribuyan a
fortalecer la vida democrática sino todo lo contrario. La democracia está en
peligro.
López Obrador es un priista embozado. En el Revolucionario
Institucional comenzó su vida política, luego de las matanzas de 1968 y 1971.
Cuando Salinas de Gortari ganó mañosamente las elecciones de 1988 López Obrador
permaneció en el PRI, y no se conoce que haya protestado contra el resultado de
esa elección. Dejó el partido, cuando se negaron a postularlo como candidato a
gobernador de su estado. En realidad, no ha dejado de ser priista. Su modelo de
democracia simulada viene de ahí. Su tentativa de hacerse del control del
órgano electoral es priista. La forma en que ha subordinado a los militares y a
los poderes legislativo y judicial pertenece al modelo que el pri impuso al
país durante setenta años. López Obrador representa el regreso del pri
autoritario. La democracia está en peligro.
La excesiva presencia de los militares en la calle no es un
dato menor. López Obrador lo ha dicho de forma muy clara: “Este ejército surgió
para combatir a los conservadores.” La sociedad civil y los partidos políticos
de oposición jugarán en una cancha desnivelada, con las televisoras en contra,
con el aparato de propaganda al máximo de su capacidad. El presidente utilizará
todos los medios a su alcance, legales e ilegales, para conservarse –él o su
movimiento– en el poder. No es el presidente excepcional que sueña ser, sino un
político vulgar en busca de poder a cualquier costo. La democracia está en peligro.